No más café, por favor [Parte II]

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Cruzó sus manos sobre su regazo y contempló el asiento vacío frente a ella. De vez en cuando echaba la mirada hacía atrás para observar a Garrett, quien estaba ubicado en una columna para llegar a la caja registradora. Era ese chico de espalda, con camisa desabrochada a cuadros y un pantalón ajustado color negro. Insistió en que ella esperara sentada, y casi se mostró ofendido cuando Jenna insinuó ayudarle a pagar la cuenta.

Por otro lado, en el corto camino al restaurante familiar, fue él quien avivó la conversación que a Jenna se le hizo imposible. Directamente no hablaba sobre un tema personal para que la conversación fuera interesante; comentaba sobre lo primero que venía a su cabeza u observaba. Pese a su apariencia serena, su tono de voz no era profundo. Mientras comentaba de cierto antojo sobre comer una McPollo, Jenna lo observó minuciosamente. Garrett no era muy alto —al menos no como el chico promedio sureño—, pero para su corta estatura, estaba bien. Le llevaba cabeza y media de estatura. Usaba un piercing de argolla en el orificio nasal izquierdo y tenía un tatuaje de tres pequeños corazones en el costado del antebrazo derecho, cerca de la muñeca. Traía un collar de plata, apenas visible por el cuello en forma de V de su franela gris. Para la ocasión, había peinado su cabello hacía atrás intentando dejar despejada su frente, no obstante, algunos cabellos rebeldes caían sobre ella.

Ver su sonrisa galante, la terminó por sacar de sus pensamientos.

—Disfrútalo —fue lo único que dijo después de pasarle la bandeja para engullir su antojo.

Garrett había ordenado dos McPollos para cada uno, con el resto del combo.

Observó un poco ansiosa la envoltura de la hamburguesa y la destapó con cuidado. Colocó sus manos sobre ella, más no la levantó. Así se mantuvo un rato hasta que sintió la inquietante mirada de Garrett sobre ella. Él ya había devorado la mitad de la suya, sin contar que casi se había terminado sus papas fritas. Un poco nerviosa, levantó la hamburguesa hasta la altura de su boca, e iba morderla cuando sintió que la lechuga se cayó en la bandeja. Se quedó mirando la lechuga, perpleja, como si no creyera lo que acaba de pasar. No le sorprendió que Garrett dejara escapar una pequeña risa, intentando no ahogarse con el refresco.

En un principio el acto no era para hacerla sentir mal, sólo le había recordado a él mismo en el pasado.

—Servilleta —había dicho él, sorprendiéndola.

—¿Uh?

—Servilleta —después de tomarse el atrevimiento de colocar la lechuga dentro de la hamburguesa, la envolvió por la parte inferior—, úsala de esta manera.

Ella la tomó, rozando intencionalmente los dedos de Garrett con los suyos, y le proporcionó un mordisco.

Efectivamente, nada se le había escapado fuera de la hamburguesa.

—No siempre me vi tan genial comiendo una hamburguesa —dijo en plan de broma—. Este pequeño “truco” me lo enseñó mi madre.

Jenna rió por el comentario.

—Bonitos dientes, pensé que te avergonzaban —dijo Garrett con franqueza, y agregó—: Es la primera vez que te veo reír.

Ella sorbió un poco de su bebida.

—Soy un poco tímida —respondió con una mirada de disculpa, y tomó una papita frita.

—Eso no está mal, te confieso que —bajó el tono de voz, como si estuviese contando un secreto—: Soy tímido también.

—¡Mentiroso! —exclamó intentando verse seria, cuando una risilla en la punta de su garganta amenazaba con salir.

Se estaba sintiendo muy bien, repentinamente más confiada.

—¡Es cierto! —contradijo Garrett—. Me considero tímido por no poder hablar frente a una multitud.

Era casi imposible imaginárselo tímido. Él se veía acostumbrado de estar rodeado de personas a menudo, y su facilidad para hablar y llamar la atención no pasaba de ser percibida. Jenna había notado en el camino, que algunas personas lo habían mirado de reojo e incluso señalado. La mayoría chicas, lo que ciertamente le hacía sentir una puntada de inseguridad. Si ella lo había notado, Garrett también, pero él no se inmutó, ni pareció sentirse incómodo.

Incluso si él estaba mintiendo para no hacerla sentir mal, se sintió ligeramente alagada por tal esfuerzo.

Desde la ventanilla del autobús, con la mano se despidió de Garrett, quien estaba refugiado en la cabina de la parada. Éste le devolvió el gesto, mientras su figura se perdía mediante el movimiento del vehiculo. Se acomodó en el asiento y cerró los ojos. Una sonrisa se le dibujó en los labios. Ahora podía decir que él no era igual a los otros. No se arrepentía de la primera vez que lo vio entrar por la puerta del café y despertó una curiosa atracción en ella. Se había divertido en la cita, incluso cuando comenzó a llover y tuvieron que correr algunas cuadras para llegar a la parada. Él no tuvo problemas en acompañarla, hasta había insistido de nuevo, pese a que su destino estaba en dirección contraria.

Jenna se prometió a si misma jamás olvidar ese día.

Recibió en las manos su pedido para llevar y agradeció con una sonrisa a la trabajadora. Salió un tanto apresurado de un café que se topó en el camino y miró la hora digital en su teléfono celular, como resultado haciéndole acelerar el paso. Agradeció que las calles estuvieran vacías, consecuencia de la llovizna de hace momentos. Iba tarde para el ensayo de las 3PM. Había pensado que podía llegar a tiempo si se desocupaba temprano, pero acompañar a la chica a la parada de autobús le restó tiempo. Principalmente, ¿por qué lo hizo? Fue lo suficientemente educado desde su encuentro, y ella ni siquiera se lo había pedido, pero recordar su risa le hizo sentirse en deuda.

Un pago justo para el placer de ver a una bella dama reír.

Pasó corriendo a un lado de una Honda estacionada, que pertenecía a un presuntuoso hombre del vecindario, y supo que estaba cerca de la casa. No desaceleró el paso incluso cuando estuvo frente a las escaleras del hogar, y extrañamente la puerta se abrió sola. Un cuerpo robusto se asomó por ella y reconoció a Tim, el hermano mayor de su mejor amigo y manager de su banda. Éste lo saludó y agregó una frase que apenas alcanzó a escuchar, la cual sonó como: “Pensé que no vendrías a ensayar”.

Entró a la cocina y arrojó cuidadosamente la bolsa de cartón en la mesa. Abrió la puerta que conectaba al garaje.

Ignorando las miradas de los demás, tomó su bajo en una esquina y lo conectó al amplificador.

—Que bueno que llegas, comenzabas a preocupar a Pat —comentó en tono de broma, John.

Garrett alzó la mirada y la dirigió desde el vocalista de la banda hasta el baterista Pat, quien le mostró su teléfono celular haciéndole entender que estaba a punto de enviarle un mensaje de texto. Cambió de dirección y observó a Kennedy Brock y Jared Monaco, los guitarristas. Ambos terminando de afinar sus instrumentos. El primero le dedicó una sonrisa, y Jared agitó una mano como saludo. Ahora era su turno de afinar su bajo. Aunque los chicos no fueran muy estrictos respecto la puntualidad, le desagradaba llegar tarde.

—Siento llegar tarde, mi cita se alargó —John se encogió de hombros y los demás le restaron importancia—. Bien, ¿cuál canción?

—Count 'em one, two, three —respondió algún miembro.

A continuación, el baterista contó hasta tres, mientras chocaba sus baquetas una contra otra y así el garaje se inundó de música.     

El nombre de la banda era The Maine. Un proyecto que había comenzando Pat y Garrett, cuando todavía estaban en secundaria. Más adelante se unió el resto de los miembros. Hasta el momento habían tocado en pequeños bares, cafés, un primer concierto con alrededor de 600 personas, habían hecho algunos EPs, pero aspiraban a mucho más. Su próxima parada sería el Vans Warped Tour, un festival musical, que por primera vez se celebraría en la ciudad de Tempe.

No querían ser conocidos como una típica boy-band, sólo como ellos mismos, su estilo.

Pronto lo lograrían.

Sparkling EyesWhere stories live. Discover now