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Camila's POV

Las mañanas de Vancouver nunca eran cálidas y acogedoras, nunca daban ganas de salir de casa a dar un paseo, y mucho menos, de levantarse para ir al instituto. Y menos aún aquél día, estaba nevando y se habían formado esas horribles placas de hielo en las aceras, y era insufrible caminar desde el autobús hasta la entrada del instituto.

Pasé las manos por el borde de la puerta de la taquilla y la cerré con cuidado, presionando esta para que quedase bien anclada. Ese olor a perfume intenso llegó hasta mi nariz, y giré la cabeza hacia el lado del que provenía con los ojos cerrados.

—Llegas tarde. —Dije intentando no reírme, y Lauren cogió la mochila que llevaba en las manos.

—¿Me dejas darte un beso al menos? —Asentí, sintiendo los labios de Lauren en mi mejilla, y su mano ponerse en mi cintura. —Estás muy guapa hoy.

—Gracias, supongo. —No se me daba bien aceptar cumplidos, pero tampoco podía replicar porque en realidad, ni siquiera sabía cómo era.

—Siento llegar tarde, problemas en casa. —Hice una mueca agarrándome a su brazo para caminar por el pasillo, y entonces escuché la voz de megafonía.

Por favor, Camila Cabello, acuda al despacho del director. —Suspiré al escucharlo y todo el pasillo se quedó en silencio por unos segundos, aunque luego, comenzaron a murmurar. Aquello nunca traía nada bueno, y la gente lo sabía.

—Oh, no. —Escuché decir a Lauren mientras me llevaba del brazo, pero yo estaba totalmente tranquila.

—No te asustes. —Le dije yo en voz baja, parando a la vez que ella en la que suponía, era la puerta del despacho.

—No quiero que te castiguen, o que te expulsen. —Dijo ella, tomándome de la mano con delicadeza.

—No va a pasar ninguna de las dos. —Subí las manos a sus mejillas y planté un beso en esta con una sonrisa, girándome hacia la puerta del despacho.

—Me quedaré aquí fuera. —Añadió ella, y sabía que si replicaba, iba a ser para nada porque Lauren no iba a irse de allí por mucho que yo se lo dijese.

Toqué tres veces la puerta y escuché el sonido de las bisagras que indicaban que la puerta se había abierto.

—Pasa, Camila. —La voz tenue de la secretaria me recibió, y me tomó del brazo adentrándome en la sala previa al despacho del director. Nunca me habían llamado por algo que había hecho, pero ese día sabía que sí lo había hecho. —Por aquí. —Seguí caminando de su brazo, apoyando la mano en la puerta para entrar al despacho.

—Buenos días, Camila. —Escuché la voz penetrante del director, parecía como si fumase cuatro paquetes de cigarrillos al día, que de hecho aquél hedor que rezumaba la habitación lo delataba.

—Buenos días señor director. —Miré hacia otro lado diferente al que estaba él, a mi izquierda, agachando la cabeza con la mirada perdida.

—Está a tu lado Alexa. —Jugué con mis manos moviendo mis dedos, y sabía que mi mirada estaba clavada en otro sitio diferente al de Alexa. —Dice que le agrediste con tu... Bastón. —Carraspeó al decirlo.

—Sí, me pegó dos veces, una en la cara y la otra en las costillas. —Negué un poco ladeando la cabeza con una pequeña sonrisa.

—Yo nunca llevo bastón, señor Director. Pero si lo duda, puede llamar a mi madre... —Cogí el móvil e hice que se me cayera de las manos, al suelo, mirando de un lado a otro poniéndome de rodillas en el suelo para coger el móvil. —Lo... Lo siento mucho, soy muy torpe. —Palpé el suelo con las manos, fingiendo una mueca de preocupación y tristeza, hasta que sentí los bazos del director cogiéndome.

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