Capítulo 24 - Hasta siempre

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◆ALLIE◆

03 DE AGOSTO DEL 2011

Soy un robot.

Tomo un plato, lo enjabono con la fibra, lo enjuago y lo coloco en el escurridor. Tomo otro plato más, enjabono, enjuago y a escurrir. Repito la acción hasta que no hay más platos y comienzo con los vasos. Misma secuencia. Tomar, enjabonar, enjuagar y escurrir. Lo hago de manera mecánica, mientras los oídos me zumban y las extremidades me tiemblan vagamente.

Cada tanto giro el rostro y mis ojos comprueban la hora en el reloj de pared. Nada, no avanza tan rápido como me gustaría.

Mi padre sigue a la mesa; mamá, Luke y Matt también. Estar los cinco allí era demasiado para mí, así que me levanté de mi silla con el pretexto de lavar los trastes para poder desaparecer de la vista. 

Mientras tomábamos el desayuno, cada vez que papá me miraba, sentí que él podía leer en mi frente algo como HE BESADO A MATTHEW ADAMS. Entonces el corazón se me aceleraba, la cara comenzaba a arderme y yo bajaba la mirada a mi plato. Si no comienzo a controlarme, me voy a delatar solita. El pensamiento me cabrea. En un mes cumplo los diecinueve, ¿por qué debo temer a su reacción? Para el siglo en el que vivimos, es algo que resulta tan arbitrario.

Cuando por fin la manecilla del reloj golpea las ocho en punto, oigo una silla arrastrarse. Papá anuncia que se marcha a trabajar, los demás le desean un buen día. Otra silla es arrastrada y es el turno de mi madre, se despide de Matt y de Luke antes de encontrarme refugiada en la cocina, con las manos llenas de jabón.

—Ya me voy, cielo —me volteo, secándome las manos en un trapo, y ella me acuna el rostro brevemente.

—Se te hará tarde, mamá.

Asiente y me besa la frente. Por cruel que suene, los días relajados que tuvimos mientras mi padre estaba fuera se nos terminaron. Y yo no soy la única notándolo.

—Ten cuidado, ¿quieres? —esboza una mueca, palmeándome suavemente la mejilla—. Anoche me preguntó por ese trabajo tuyo.

Comprendo entonces su preocupación, porque estoy segura de que pierdo el color del rostro con solo esas palabras. Abro mucho los ojos, no porque no vea bien, sino por el miedo.

—¿Qué le dijiste? —consigo preguntarle.

—Tranquilízate, cariño. No estaríamos teniendo esta conversación si te hubiera delatado.

Las lágrimas me saltan en los ojos, pero me las guardo todo lo que puedo. Mamá me da una sonrisita cansada, derrotada, y yo dejo que me abrace.

—¿Por qué es un crimen querer a mi hermana y a mi sobrina?

—No es ningún crimen, cariño.

Sus palabras no me consuelan. Me trago el nudo en la garganta, alejándome de ella, y le miro a los ojos.

—¿Y por qué tú también les diste la espalda?

Algo cruza su expresión. No sé qué con exactitud, pero definitivamente es algo. Quizá veo un poquito de culpa, otro poquito de cobardía y un ramalazo de desconcierto, como si le acabase de dar un bofetón que no estaba esperando recibir. Se humedece los labios, mira a dos puntos distintos en el suelo antes de volver la vista a mí y retroceder un paso.

—Debo irme.

Y la cobardía gana. De nuevo.

Se vuelve en silencio y me deja sola en la cocina. Escucho la voz de Matt diciendo algo, la de mamá le responde otra cosa y luego es la de Luke la que murmura. Lo siguiente que sé es que se me doblan las rodillas, el estómago se me oprime contra los muslos y estos a su vez caen sobre mis pantorrillas. Me abrazo a mí misma, observando el resquicio minúsculo de una de las puertecillas de la alacena baja, aunque lo que realmente veo es a mi madre.

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