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 Francesca,

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Francesca,

No me he olvidado de nuestros hijos. Sheridan y Serena me han enviado mensajes de texto desde tu móvil, pero no me había dado cuenta de que lo estaban haciendo a escondidas. Por favor, no los regañes.

Sheridan me dijo que me extraña, que no le gusta la casa tu hermana ni la cama en la que duerme. Dijo que metió dos goles en su partido de soccer y que la chica que le gusta besó su mejilla cuando ganaron. Él también escribió que Serena le dijo que me dijera que debo regalarle otra corbata, pues la que tiene ya no huele a mí. Estoy enviando otra junto con esta carta. Me dijo que Sierra anda mal del estómago y que ojalá yo estuviera allí parar hacerle los masajes que le hacía él. Quiere que su hermana pequeña se sienta mejor.

No te he reclamado el que te los hayas llevado porque sé que no tengo derecho. Son mis hijos y los amo, pero a ellos también dejé de darles la atención que merecían. No creo que comprar los juguetes caros que siempre piden, ahora que puedo pagarlos, solucione el problema.

Sé que me he portado como un idiota al apartarte, mi amor, pero te necesito devuelta y estoy harto de lamentarme por mis errores. Quiero remediar este mal que he hecho. Quiero cerrar el agujero que siento en mi pecho por tenerlos lejos. Quiero tenerlos devuelta. Pero, más que nada, quiero merecer tu perdón.

Quiero comenzar confesándote que nunca fui un hombre de muchas palabras porque mi madre me enseñó desde pequeño que las acciones valen más. No sirve de nada decir que alguien te importa si no lo demuestras. Entonces pensé que era bastante afortunado, pues tenía la habilidad de hacer las cosas antes que hablarlas. Siempre me salía mejor así. Eso se esconde detrás de la razón del porqué te di una rosa roja la primera vez que te vi.

No tengo idea del significado detrás de las flores porque no me interesa, nunca fui cursi ni nada por el estilo. Pero la primera vez que te vi... Vaya que me recordaste a las rosas rojas del jardín de mi casa. Tan hermosas y peligrosas al mismo tiempo. Tenía ganas de acercarme a ti y, al mismo tiempo, no quería pincharme.

Y aunque tú no pareces del tipo de mujer sentimental, sé que tienes los pétalos secos de esa rosa metidos en Ángeles y Demonios de Dan Brown, tu libro favorito. Y también sé que fue una de las primeras cosas que guardaste cuando empacaste al irte de aquí. Lo sé porque te espié mientras lo hacías.

Ahora es probable que lo tengas acostado sobre la mesa de noche en el cuarto de invitados en la casa de tu hermana, aunque lo más seguro es que no lo estés releyendo. Solo lees las páginas que tienes marcadas para revivir tus partes favoritas. Odias releer porque sientes que te estás contando todo lo que sucede antes de que pase.

Y si en este momento estás frunciendo hacia el pobre libro, recuerda que no tiene la culpa de que yo te conozca tanto. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero te conozco mejor que nadie. Y no niego que me haya equivocado, no niego que estoy arriesgando todo al escribirte, no niego que en este momento estoy pensando en que no me importa si lees que tengo errores ortográficos, porque a pesar de que los odias, el sentimiento detrás de las palabras es más importante para ti.

Y no niego que tengo miedo de que al leer mis palabras solo quieras cortar esta hoja en miles de pedazos y arrojar los restos al cesto de basura. Tengo miedo, estoy aterrado, porque sé que puedo perderte en cualquier momento.

No, no niegues con la cabeza. Y tampoco te asombres porque sé que lo estás haciendo. Sé que aún no te he perdido porque todavía puedo sentirte en todos lados. En mi cabeza, en mi corazón, en cada parte de mi cuerpo. La soga por la que estamos amarrados se está rompiendo, de eso tengo la certeza porque fui yo quien comenzó a cortarlo; pero sigue siendo grueso.

Por eso sigo teniendo esperanzas y haré lo que sea para tenerte devuelta. Para tenerte a ti, a Sheridan, a Serena y Sierra devuelta. Los necesito como jamás he necesito nada. Los amo como a nada en este mundo.

Por favor, llena de besos a nuestros hijos por mí.

Con mucho amor,

Jacob.

No me digas que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora