✨Capítulo 7✨

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Susana caminaba alrededor de su pupitre con la alegría evidente en su mirada. Becca rodó los ojos por séptima ocasión.

—Mejor háblale de una vez por todas.

—No, eso tiene que hacerlo él.

—Dylan es un poco tímido, solo háblale, dile que te gusta y después deja que él decida qué hacer después, no perderás nada.

Su amiga se sentó a su lado sin dejar de rascarse la mejilla con nerviosismo. Susana era linda: alta, rubia teñida y con ojos cafés claros, lo que más destacaba en ella eran sus rizos que caían con gracia sobre sus hombros.

—¿Por qué lo dices tan sencillo? Es como... si no te importara que las cosas pudieran salir mal.

Becca frunció los labios e intentó encogerse de hombros para demostrar indiferencia. Tomar riesgos era lo que hacía todo el tiempo, después de todo, ya estaba condenada. Y ella quería vivir.

—La vida está llena de riesgos, Su. Además, nadie tiene seguro que va a respirar el día de mañana. Por eso solo haz lo que desees, sin pensarlo tanto.

Susana ladeó la cabeza y la escrutó para intentar leer más allá de lo que había dicho.

—Vale, trataré de seguir tu consejo. Debería gustarle, ¿no?

Becca soltó una carcajada. Realmente parecía estar ilusionada con Dylan, por lo que ya sabía qué hacer de ahora en adelante. Le abriría los ojos a ese chico para que mirara a su mejor amiga y dejara de tontear con ella que, por supuesto, no conseguiría más que evasivas.

—Sí, Susana. Definitivamente eres sexy.

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Becca relajó los hombros y dejó de prestar atención a su amiga, todavía no entraba el profesor al aula, por lo que se dispuso a dibujar garabatos en su libreta. Estaba en el tercer semestre de la carrera y todavía tenía una parte infantil. Sin darse cuenta, acabó por dibujar un par de ojos oscuros con un destello dorado.

Diablos.

Tenía que admitir que algo estaba sucediendo con ella. ¿Por qué de pronto en lo único que podía pensar era en su nuevo inquilino? La estaba consumiendo su misterio, y no podía sacárselo de la mente. Esa era la verdad.

De la nada, sintió un apretón en el hombro. Era Susana, tenía la mirada fija al frente y los labios entreabiertos.

—¿Qué pasa?

Susana volteó a mirarla.

—Mira al nuevo chico que acaba de llegar, parece un jodido modelo de la marca de mi ropa interior favorita.

Becca siguió la dirección de su mirada y... su corazón trastabilló en su pecho, se saltó como dos latidos. Las palmas de sus manos comenzaron a sudar. Podía comprender la impresión de Susana, a ella le había pasado lo mismo. Pero... ¡era mucha coincidencia! Vivía en el mismo edificio que ella, incluso en su mismo piso, y ahora también estaba en la universidad donde estudiarían el tercer semestre de leyes. Era como un capricho del destino.

—Él es... mi nuevo inquilino, no sabía que también lo tendría como compañero.

No podía dejar de observarlo, pero él les daba la espalda por lo que no se daba cuenta del acoso de sus miradas. Aunque no eran las únicas, varias alumnas lo miraban por el rabillo del ojo, así que Becca se sintió un poco mejor. Al menos no era la única que estaba prendada por el chico nuevo.

Heridas Profundas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora