Capítulo 12. La banda de los corazones solitarios.

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Primero de junio del mil novecientos sesenta y siete. Ese día era uno muy especial, esperado, principalmente aclamado por Los Beatles, el cuarteto que iba resurgiendo de sus oscuras tinieblas para estar en la cima, como antes, con luces esféricas rodeándoles, con gente proclamándolos como los héroes o genios del siglo.

Ese día, fotógrafos, periodistas e importantes invitados se reunieron en una sala acomodada del "Martín Hall", casa de Brian Epstein, para dar a conocer una importante obra maestra, el álbum que revolucionaria la música de una manera drástica y sorprendente. El octavo en la lista de Los Beatles, el: "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band".

Las sesiones dieron fruto así como el ardido trabajo de los integrantes de la banda. Pues, en lo profundo de todo el álbum, resaltaban la importancia, la inequidad de un grupo cuyos cimientos originales estaban rotos. ¡Cuánto empeño no se había puesto en ese álbum!, ¡noches y días inalcanzables para realizar tal obra de arte que ocultaba a la perfección pequeños mensajes de una verdad que tarde o temprano saldría a la luz! Pero, ¿cuál sería el precio por tal acto?, ¿acaso alguien, en su sano juicio, sería capaz de captar todas esas pistas y darse cuenta de que la persona que se hacía llamar Paul McCartney no era más que un simple impostor? ¡Sin duda tendría que ser alguien extremadamente listo en capacidades mentales y poseer una magnifica percepción!

Antes de salir a escena, John miro en dirección al cielo, Ringo le decía tantas veces que Paul se encontraba allí. Así que, sin otro motivo más que gratificarle, el Beatle fundador se puso de rodillas, junto ambas manos y habló a Paul de la manera más sensata que podía. Ofreciéndole nuevamente disculpas por sus errores y haciendo un juramento solemne. Ese álbum sería aclamado por generaciones, mismas que recordarían a Paul como él héroe que había sido. Los Beatles se salvarían de una tragedia con sus seguidores y todo reinaría bien en los años siguientes.

Eran épocas revolucionarias para las mentes, los gustos y las formas de vestir y pensar. Las drogas eran una buena salida para aquellas personas que comenzaban a idealizar un mundo de fantasía. John, George, Ringo y William formaban parte de ese club. Claro, cada uno tenía sus motivos; John, George y Ringo para olvidar, fingir estar en un lugar mejor. Con fantasías y fantasmas falsos. William consumía drogas para no sentir los dolores de las operaciones, mantenerse relajado. De esa misma manera, los colores cambiaban la actitud de las personas, una nueva moda que estaba implantándose en Inglaterra y parte del mundo. Camisas de colores combinados, pantalones acampanados y ceñidos en la entrepierna, zapatos comunes o sandalias sin adornos, sacos de vestir rectos y de colores oscuros. Algunos sombreros y gafas servían de adornos.

El salón comenzó a llenarse. George y Ringo conversaban amablemente con parte de la audiencia mientras que John fue a un rincón de la casa acompañado por William.

—Recuerda lo que hablamos —dijo John a William. —Todo esto fue tú idea, sal y pimienta, innovación de canciones, ¿entendido?
—Todo muy claro en mi mente, John —apuntó William con una sonrisa sincera. —Espero no tener que hablar mucho.

John frunció el entrecejo. Aquel muchacho le parecía tan idiota, no podía soportarle.

—Eres mi mejor amigo en este momento, Faul —espetó John, con una sonrisa fingida a William. —Sonríe y trata de hacer lo mismo conmigo. Tienen que encontrar una conexión entre nosotros, ya sabes...

Hasta John Lennon sabía que eso era imposible. Nadie le comprendía mejor como lo solía hacer Paul, cuando estaba vivo. Ellos eran uno solo, dos hermanos cómplices que eran tan competitivos en sus asuntos y composiciones. Resultaba curioso cómo la muerte los había unido en la adolescencia, y cómo esa misma muerte se había encargado de separarlos.

—Hey, chicos —dijo Brian Epstein, llamándolos. —Es hora, la prensa muere por entrevistarlos y tomar varias fotografías. —Andando.

Y así Los Beatles salieron a recibir a sus invitados. Fueron recibidos con muchos aplausos; las copas de whisky comenzaron a alzarse en salud por los cuatro genios de Liverpool. Las esposas del grupo británico: Cynthia Lennon, Maureen Starkey y Pattie Harrison, también estuvieron presentes. Entre los cuatro alzaron el álbum original y lo abrieron para mostrar a la multitud las fotografías que contenía en el fondo del disco.

—¿La banda de los corazones solitarios del sargento pimienta? —terció un periodista del diario Times de Londres. —Vaya nombre, Beatles. ¿Cómo se les ocurrió?

Hubo un minuto de silencio. William, George, Ringo y John se empezaron a mirar. Desde lo lejos de la tarima, Brian hacía señas a sus chicos para que dijesen algo improvisado. Ellos sabían que actuar natural era lo único que podían hacer por si Maxwell les observaba.

—Oh, todo fue idea de Paul —carcajeó Ringo forzosamente al ver que William no decía nada. —¿Cierto, Paul? —le dio un leve golpe en el hombro.
—Bueno... —habló William con una voz tan idéntica a la de Paul que cualquiera podría decir que se trataba de él. —No me gusta llevarme todo el crédito. Pero tenía algo en mente, este álbum sería nuevo, creativo y revolucionario, ¿no creen qué hay que dejar atrás las baladas románticas?

Se escucharon risas en el salón. John dio un manotazo amistoso al codo de su "amigo". George se mordió el labio inferior.

—Paul tiene razón. Adiós chicas, hola Lucy en el cielo con diamantes —John hizo una mueca graciosa.
—¿Y la portada? —preguntó una mujer periodista. —Es demasiado creativa y llamativa para todos. ¿Cuál fue la inspiración de ello?
—Bueno —comenzó a decir George. —Cada quién optó en colocar personas que nos sirven de inspiración, se dieron ideas, y al final contratamos unos diseñadores que se encargaron de hacer un diseño muy original. ¡Gracias, señores! —soltó una sonrisa sumisa.
—¿Y hay más sorpresas en ese álbum suyo, chicos? Es decir, por las canciones y portadas, diría que algo nos quieren decir...

Se volvieron a mirar tímidamente. ¡Sí tan solo supieran!

—Sí, hay algo —habló Ringo.
—Pero tienen que sentir y notar esa esencia para darse cuenta —John. —Chicos, ya saben cómo somos Los Beatles.

Continuaron más preguntas a los chicos. En casi todas, William se llevaba el crédito siendo Paul McCartney, cosa que molestó mucho a George, pues él también se había desvelado viendo por el dichoso álbum.

Terminada la sesión de entrevistas, cada quien se desplazó a un espacio. Los Beatles originales tenían muchas amistades así que no estuvieron solos en ningún momento. William, quien no tenía relación estrecha con nadie, se excusó como Paul y decidió tomar asiento en un sofá de color verde. Una chica de cabellos rubios lo vio solo y entonces aprovechó esa oportunidad que le daba la vida. Tenía una cámara fotográfica en manos, lo cual revelaba su profesión de fotógrafa.
Se acercó sonriente y yo tomó una foto desprevenida a William, éste se ruborizó. Observó un poco a la chica; a decir verdad tenía unos ojos muy bonitos.

—Paul McCartney, ¿desde cuándo no le gustan las fotos? – preguntó la joven tomando asiento

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—Paul McCartney, ¿desde cuándo no le gustan las fotos? – preguntó la joven tomando asiento.
—Desde que son tomadas sin permiso por jóvenes bellas —dijo William coquetamente. —Es eso.
—¿En serio? —articuló la chica. —¿Entonces, puedo tomarle una fotografía ahí sentado, señor McCartney?

William se inclinó un poco y miro a la chica. Cabello rubio, ojos azules, sonrisa pícara. Vestía una chaqueta traslúcida de rayas azules con blanco y un vestido tan simple que sus jóvenes y grandes senos se remarcaban y bailoteaban torpemente al ras de su movimiento.

—Solo sí me dices tú nombre, por favor. —reveló coqueto.

Ya lo había pescado, quiso creer la joven.

—Linda Eastman, señor McCartney.

Uy, llegó Linda

A day in the life (The Beatles)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant