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Camila' s POV

No.

La palidez del rostro de Lauren era casi fúnebre. Mis lágrimas también lo parecían. Casi. Esa era la palabra. Según los médicos, un gramo más de cocaína y mis lágrimas serían un llanto fúnebre, sin ningún casi en medio.

No debí dejarla, no así, no de esa manera. Yo debía ayudarla, no alejarla de mí. Debía haber estado a su lado, como ella lo estuvo conmigo pero yo la aparté. Era mi culpa, todo aquello era mi culpa... O no. No, no era mi culpa. Fuera, sus padres esperaban. Le pedí al doctor Swan que no les dejase entrar, y él infringiendo las normas de su propio hospital me ayudó. Sólo estaba yo con ella, yo al lado de aquella cama donde Lauren yacía inerte.

Tenía una mascarilla puesta, la mano vendada porque según me dijeron intentó suicidarse de todas las maneras posibles. Al lado de la mesita, habían dejado una carta escrita a mano. Era de Lauren para mí.

Mis lágrimas caían sin parar por mis mejillas hasta llegar al final. Si no... Si no hubiese colgado, si hubiese ido a su casa y la hubiese arropado, sólo si hubiera hecho eso Lauren no se estaría muriendo en aquél momento.

Cogí su mano y la besé, poniéndola sobre mi mejilla como si me estuviese acariciando, pero no, no lo hacía. Miré su rostro y de su ojo brotaba una lágrima que caía en la almohada. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo podía ser eso? Si lloraba era porque me sentía, porque estaba sintiendo, y estaba conmigo.

—Hey, hey. —Me acerqué a ella acariciando su mejilla lentamente. Quería salvarla, pero no sabía cómo y me sentía impotente. —Quiero dormir contigo... —Me acomodé a su lado y cerré los ojos. Al menos sentía el latido de su corazón y su respiración subiendo y bajando.

Me quedé dormida, no sé durante cuántas horas, pero descansé un poco. Aunque en ocasiones no sabía si estaba soñando, o de verdad me había levantado para llorar.

El primer día en el hospital fue el más duro, ver a Lauren así pensando que era por mi culpa, me hundía en la miseria. Luego, pensaba que todo era culpa de sus padres, y entonces el peso se me quitaba un poco, pero volvía. Volvía a mí siempre, volvía como las lágrimas que salían de mis ojos.

El segundo día, no tenía nada que decir, se me habían gastado las lágrimas y simplemente me limitaba a estar en la habitación como un peso muerto. A veces entraba mi madre para preguntarme cómo estaba, pero yo me encogía de hombros. Mal, mamá, estaba mal.

El tercer día, Lauren lloró de nuevo, y yo lloré con ella, en silencio. Comía tan poco que en aquellos días perdí tres kilos.

Al cuarto día, decidí levantarme de aquél sillón y abrir la ventana. La luz entró reflejándose en el cuerpo de Lauren, y pensé que quizás sería bueno que le diese el sol. Sonreí un poco, podía verla. Fruncí el ceño, sus ojos... Debajo de sus pestañas estaban brillando. Me acerqué a ella rápidamente y vi que los tenía entornados.

—Lauren. —Dije sonriendo, poniendo una mano en su mejilla. —Lauren mírame. —Esta vez era yo la que le pedía que me mirase. Ella, lentamente, levantó la mirada hasta mí. Me tapé la boca con las manos comenzando a llorar, escondiendo la cara en el hueco de su cuello donde me sentía casi protegida. Me volví a separar enjugándome los ojos mirándola con una pequeña sonrisa. —¿Sabes quién soy? —Lauren asintió lentamente, y yo me aferré a ella como si fuese su vida.

*

Según el médico sus órganos habían sido afectados, sobre todo su cerebro. Aunque era reversible y podría recuperar la movilidad en las manos —que la había perdido— , y el habla, estaba bastante afectada. Lauren solo me miraba, sentada en la cama con la mascarilla puesta, sus pulmones necesitaban unas semanas para que dejasen de estar tan débiles y dejarla respirar.

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