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Lauren's POV

"¡ERES UNA INÚTIL!" "NO HACES NADA, ¡LEVÁNTATE Y PONTE A TRABAJAR!" "Acabarás sola, SOLA porque eso es lo que te mereces después de todo." "NADIE VA A QUERERTE, NADIE." "SÓLO ERES UNA MALDITA RATA EN ESTA FAMILIA." Mi padre aporreaba la puerta a puñetazos.

Abrí los ojos y comencé a retroceder en la cama apoyando las manos y los pies en el colchón, hasta que mi espalda pegaba contra el cabecero de la cama. Respiraba de forma agitada, mirando a mi alrededor, desconcertada, hasta que me encontré con la imagen de Camila.

—Lauren, shhh, tranquila. Mírame. —Me cogió de las mejillas para que fijase mi mirada en la de ella, parecía tranquila. —Respira, es sólo una pesadilla. Ya no están, cielo. —Me di cuenta de que mi mano apretaba su muñeca inconscientemente, y tragué saliva asintiendo un poco. Mi cuerpo se iba relajando a medida que procesaba sus palabras, destensando mis músculos. —Está bien, todo está bien. —Camila me rodeó con sus brazos, quedando de rodillas en la cama, y dejé que me consolase y me tranquilizara.

—No me gustan esos sueños. —Murmuré en voz baja sintiendo un beso en mi cabeza.

—Porque no son sueños, son pesadillas. Y las pesadillas no suelen gustar. —Busqué refugio en su pecho girando la cabeza, haciendo que Camila casi me cogiese en brazos como a un bebé. —Te haré el desayuno. ¿Mmh?

—No... No. Necesito salir de la cama. —Asentí incorporándome, poniendo los pies en el suelo y quedándome sentada al borde de la cama. Los codos apoyados en las rodillas y mi cara enterrada entre mis manos.

—Está bien... —Suspiró, apretándome un poco el hombro antes de salir. —Te espero en la cocina entonces.

Camila no parecía estar muy bien, más bien algo decepcionada por aquél rechazo. Así que me levanté, y caminé tras ella hasta la cocina, atrapándola por la cintura. Aquello la hizo reír un poco.

—Estoy bien, estoy bien. Gracias. —Besé su mejilla quedándome un momento abrazada a ella por la espalda, hasta que la solté.

—Es que no me gusta verte así, es sólo eso. —Saqué dos tazas del mueble superior de la cocina. Las miré con el ceño un poco fruncido. Una era verde, la otra rosa. —La rosa es mía. —Puntualizó haciéndome girar la cabeza hacia ella.

—No me sorprende. —Dije entre dientes riéndome, metiendo una taza de leche en el microondas.

—¿Por qué no te sorprende? —Fruncí el ceño programando la cafetera, agachándome para mirarla con las cejas gachas.

—¿Quién tiene los ojos verdes aquí? —La miré sonriendo, y ella torció los labios con una sonrisa negando, dándome con la mano en la cara.

—No me mires así. —Me apartó riéndose, escuchando el sonido del microondas indicando que la leche estaba lista.

—¿Cómo quieres que te mire? —Eché un poco de café en las dos tazas, y ella vertió la leche en las tazas, echándole dos azucarillos.

—¡No sé! Pero... —Sacó las tostadas y las puso en el pan sonriendo un poco. —Me da vergüenza.

—¿Te da vergüenza que te mire? —Cogí mi taza de café y una tostada, saliendo con ella al salón.

—Un poco... Cuando me miras así. —Di un sorbo al café, quedándome cerca del ventanal. Hacía mal día, estaba lloviendo. —Oh dios, ¿está lloviendo? —Camila vino rápido a mi lado, con la taza de café entre sus manos y una gran sonrisa.

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