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Lauren's POV

Los pasillos del instituto ahora estaban vacíos. Había carteles despegados de la pared, algunos cayendo al suelo. Una pancarta colgaba del techo casi descolgada, cayéndose, con un 'felicidades promoción de 2016'. Sonreí un poco. Aunque sabía que no era uno de esos alumnos que se graduaron con todos los honores.

El campo del equipo de fútbol ahora estaba lleno de sillas decoradas con telas acordes con el color del equipo, con el color del instituto. Frente a nosotros, un gran escenario, un atril. Dinah y Camila estaban más adelante, con sus túnicas azules de raso brillante y el birrete en la cabeza. También vi a Chris sentado al otro lado, sonreí.

—¿Qué tal está Camila? —Preguntó Michael al ver que me sentaba. Era la primera vez que lo había visto vestido de traje, y creo que él era la primera vez que me veía a mí con vestido.

—Nerviosa. —Sonreí cruzando mis manos sobre mi regazo. Me apenaba mucho el hecho de que yo no me hubiese podido graduar de esa forma, y todo lo que había vivido, esos sentimientos se me acumulaban en el pecho, formando una bola en mi garganta.

—En mi graduación se cayeron dos chicas, es normal. —Solté una risa jugando con las manos en mi regazo.

El director del instituto comenzó a dar un discurso, y Camila supongo que estaba demasiado nerviosa como para darse cuenta de que yo estaba allí detrás. Lo que yo no sabía, es que al minuto siguiente el director la nombraría para subir al escenario a dar el discurso con el que despedirían el año. Con el que todos los cursos debían identificarse, ella era la que hablaba.

Camila se puso delante del atril, y miró el papel que tenía delante. Apretó los labios; yo estaba más que preocupada.

—Vamos Camila. —Murmuré para que empezase a leer. Camila aún no había aprendido a leer muy bien, en voz alta leía como un niño de tres años y eso era lo que me preocupaba.

—Realmente no... No voy a leer esto. —Dijo negando, levantando la cabeza del papel con una mueca. —Este discurso ni siquiera lo he escrito yo, y tampoco... Sé leer muy bien. —Todo el mundo se quedó en silencio, y Camila me miró a mí. Sonreí alzando el pulgar. —El caso es que no sé leer porque era ciega. —Los murmullos comenzaron entre la multitud, comentarios, susurros, pero a Camila no parecía importarle. —Llegué aquí desde Nueva York, y todo el mundo fue muy dulce conmigo. Quizás los canadienses tienen esa fama de 'buenos' peyorativa que ponen los norteamericanos, pero no es así. Todo el mundo siempre se portó bien conmigo, excepto algunas personas que intentaron aprovecharse de mí porque era ciega; pero malas personas hay en todos lados. Estoy muy agradecida al instituto y a los profesores que se adaptaron a mi forma de estudiar, a mi forma de aprender, sin eso no podría estar aquí ahora graduándome. Pero... Conocí a una chica a principios de curso, que fue la que me demostró que en este país la gente tiene un gran corazón. O quizás sea porque ella es así. Me ayudó cuando nadie me conocía, me hizo sentir cosas que no podía porque era ciega, y me... —Se quedó en silencio con una sonrisa. —Y me enamoré. Ella no se merecía todas las cosas que le estaban pasando, ella no se merecía que la tratasen de aquella manera, no se merecía caer tan bajo. Ella intentaba hacer felices a todos los que la rodeaban, excepto a ella misma. Era una gran hija, una hija que cualquier padre hubiese querido, pero no la querían. Y cuando pude ayudarla ya fue demasiado tarde. —La voz de Camila temblaba. Yo permanecía en silencio mientras lloraba con una sonrisa inalterable. —Tuvo que estar al borde de la muerte para que la gente se diese cuenta de que era el pilar de muchas vidas. De la mía. Incluso de la de sus padres que ahora se arrepienten y vienen a llamarme para que la convenza. —Camila negó pasándose los dedos por la cara para quitarse las lágrimas sin emborronarse los ojos de maquillaje. —Nunca sabes qué hay detrás de cada persona. Sobre todo vosotros, los padres. Siempre decís que 'sólo tenemos que estudiar', pero vosotros no sabéis que está pasando en la cabeza de cada uno de nosotros. Podéis amedrentar la moral de vuestros hijos hasta el punto del suicidio, no sólo somos adolescentes. Somos personas que se esfuerzan como vosotros. —Apretó los labios y asintió bajando la mirada. —Gracias Lauren. —Bajó del escenario.

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