✨Capítulo 11✨

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Su vista no pudo evitar nublarse cuando el significado comenzó a llenar su mente. Becca dejó el pequeño libro sobre el edredón de la cama y suspiró un par de veces. ¿Todo eso le había sucedido? ¿Un absoluto infierno?

Tan frío, tan cortante, casi inexpresivo en algunas ocasiones. Se sintió como una intrusa al leer la mitad de su diario, mas no pudo evitarlo, sus ganas de saber sobre él la sobrepasaban. Y la verdad era que no se arrepentía de haberlo hecho. De alguna forma, saber su pasado y la causa de su sufrimiento, de la oscuridad en su ser, enternecieron su alma.

El que le atrajera desde un comienzo fue solo el principio de todo lo que ahora parecía bullir en su interior, no podía negarlo. Él le gustaba, le atraía con demasiada fuerza y su misterio solo había logrado que no pudiera sacarlo de sus pensamientos. Pero ahora, al saber una parte de su alma, todo se había intensificado.

Acarició el pequeño diario con la respiración ya más calmada, aunque en su mente solo lo imaginaba a él, tan frágil y tan lastimado. Resultaba fácil saber por qué se había apagado su luz.

Tenía ganas de ayudarlo, de borrar la tristeza de sus ojos, de enseñarle otros colores que pudieran hacerlo sonreír. Tal vez eso era lo que ella necesitaba, la razón de haber terminado en esa ciudad y en ese edificio. Y lo que, sin duda, estaba predispuesto solo para ella.

Cubrió sus piernas con la sabana y miró el exterior a través de la ventana. Allá afuera llovía. Los furiosos arabescos que resbalaban en el vidrio parecían ser lágrimas olvidadas que no habían sido expulsadas en su momento.

El deseo de contemplar la tormenta de cerca hizo que se levantara y caminara hacia la ventana cerrada, que no permitía la entrada de ninguna ráfaga de viento. A pesar de que la vista no era tan clara al exterior, podía ver sin problema la luna llena, apenas como un faro, como la princesa de la noche como la llamaba en sus adentros. En cierto modo, se veía a ella misma en la luna llena, porque en medio de su condena, podía ver la vida brillar. Su corazón brillaba en la oscuridad. Era luz y no permitiría que su luz se apagase.

Por eso tenía que ayudar a Allen, y hacer que él volviera a encontrar la luz perdida en su corazón.

La miró fijamente mientras pensaba con fuerza la promesa que cumpliría, costara lo que costara, por él y por ella, por su propósito. Y también, porque se lo pedía el corazón.

Ya no le importaba si Allen trataba de alejarse de ella o lo que hiciera para apartarla y asustarla, ella cruzaría todas esas barreras y llegaría hasta él.

Porque estaba segura de dos cosas: Allen era la salvación de su propia alma, y él ya se había incrustado en ese lugar donde se decía tener corazón.

Entonces, en el transcurso de los minutos, el cansancio pudo más que su mente y regresó a la mullida cama. Y por una vez, realmente durmió sin miedo.

• ────── ✾ ────── •

A la mañana siguiente, no escuchó el despertador, en lugar de eso sintió un líquido frío resbalar por su frente. Becca abrió los ojos y se incorporó en la cama con brusquedad y sobresaltada. Susana reía a un lado con un vaso de agua en la mano. Le había hecho la misma broma muchas veces, eso era lo malo de haberle dejado una llave de su departamento.

—Gracias por despertarme así —gruñó.

—Vamos, puede que el próximo año ya no lo haga nunca más. Tenía que aprovechar.

La joven tomó un largo suspiro mientras estiraba su cuerpo un poco agarrotado.

—¿En verdad consideras la posibilidad?

Heridas Profundas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora