Cuarenta.

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(Lean la nota de autor, es importante)

#MaeDay
Capítulo cuarenta: Turistas.

Día 353. Desperté siendo un diecinueve de diciembre y bufé como todas las mañanas desde que Mia se fue.

Tal vez solo había pasado veintidós horas desde el suceso, pero no podía dejar el drama, demasiado tiempo junto a Mia tenía sus efectos.

Me alisté y bajé donde nadie me esperaba, Derek estaba en casa de Max y papá, como de costumbre, estaba en el teatro. Se le había metido en la cabeza que quería verme actuando, lo cierto es que no había participado en una obra desde que mamá falleció.

De: Capi.
Hora: 10:00 am.

«¿Ya despertaste?».

De: Muffin.
Hora: 10:00 am.

«Me ofendes. ¿Qué pregunta es esa?».

De: Capi.
Hora: 10:00 am.

«Sé que lo estás, solo buscaba una forma casual de hablarte sin sonar desesperado por atención».

Sonreí sirviendo café en mi taza y me senté en el sofá del living con una gran manta sobre mí.

De: Muffin.
Hora: 10:01 am.

«¿A qué te refieres? Podemos hablar como siempre»

De: Capi.
Hora: 10:01 am.

«Entonces... Si hipotéticamente estuviera fuera de tu casa con desayuno recién hecho, ¿no sonaría muy desesperado por atención?

—¿Qué? —Me levanté rápidamente, dejando la taza en la mesa y corrí hacia la puerta para abrirla, chillando en cuanto lo vi.
—Buenos días, Muffin. Te ves más baja sin zapatos.
—Buenos días, tonto —Él rió y se agachó un poco para besarme mientras yo sonreía.
—Traje desayuno americano y donas extras porque a veces es bueno un poco de dulce por las mañanas.
—De hecho no, y menos si son bolas de grasa dulce, pero no me importa, me encantan.
—Cuenta la leyenda que cuando vienen a visitarte con desayuno en la mano, debes dejar pasar a tu invitado aunque lo abraces muy fuerte para que olvide el frío que hace.
—Oh, claro... Puedes entrar a mi casa —Lo solté y tomé la puerta para cerrarla en cuanto dio un par de pasos dentro.
—¿Cómo va tu día? —preguntó dejando su abrigo sobre el sofá.
—Como pueda... Mia mandó un mensaje ayer diciendo que había llegado, y desde entonces no me ha escrito, supongo que debe estar con su familia.
—Bueno, ya sé qué haremos hoy —habló saltando por encima del sofá para sentarse de lo más tranquilo.
—¿Y qué es?
—Perdernos.
—¿Qué?
—Dijiste que querías volver a hacer eso, ¿no? Tomar el tren y conocer un nuevo lugar. Bueno, pero esta vez usarás tus habilidades como actriz.
—No entiendo —mencioné poniéndome la manta encima y me senté junto a él.
—Vamos a fingir ser turistas.
—Pero... Técnicamente, lo seríamos.
—Muffin, por favor. No arruines mi momento. Vamos a fingir ser turistas, he dicho.
—Okay, tú estás loco —señalé mientras tomaba la taza de café para recostarme en el respaldar.
—¿Perdona? ¿Quién fue la loca que se fue a perder por ahí, e hizo un amigo vagabundo?
—Brutus es de mis personas favoritas, ¿sí?
—Bueno, ¿y si conocemos a un nuevo Brutus? ¿Cómo harás eso si solo quieres estar en el sillón envuelta como un burrito en esa manta? Pensé que eras más arriesgada —hablaba mientras miraba al techo, entonces empezó a imitar a una gallina.
—Basta.
—¿Qué cosa? ¿Quieres que deje de imitarte? Po po po po.
—Deja de hacer eso, te ves ridículo —reí agudizando la voz. Entonces combino a una gallina y una paloma moviendo la cabeza.
—Joseph, en serio. Basta. ¡Dios! ¡Basta! —cacareó más fuerte y tuve que lanzarle la manta y me levanté—. Iré si te callas.
—Trato —sonrió mirándome y suspiré.
—Voy a cambiarme, ¿me esperas?
—Tengo todo el tiempo del mundo —Se acomodó en el sofá y levantó los pies para ponerlos en la mesa, empujé sus pies y cayeron al piso.
—Si vas a poner los pies, usa ese trapo sobre la mesa.

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