Un corazón roto

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Él no era ningún héroe, pero las personas no dejaban de verlo como a uno. Con cada paso que daba, podía sentir un nuevo par de ojos volteando hacia él, algún nuevo susurro en su dirección y a veces, hasta alguna que otra sonrisa coqueta por parte de una bella mujer.

Como ese día por ejemplo, caminaba hacia el despacho de rey y muchos de sus compañeros y superiores asentían en su dirección en señal de reconocimiento.

Un reconocimiento que no deseaba, no merecía.

Después de unos pocos segundos de aguardar en la puerta, los guardias la abrieron para él dándole un permiso implícito para ingresar a su audiencia con Su Majestad. Una que él mismo había solicitado.

Avanzó con lentitud, no porque estuviese asustado por lo que le esperaba, sino porque aún no había terminado de recuperarse después de salir del hospital días atrás.

Después del ataque que había sufrido en el procedimiento para capturar a Emalene y sus cómplices, había pasado un mes y medio internado y había abandonado la clínica solo tres días antes.

La recuperación no había terminado, ahora le quedaba un largo proceso de rehabilitación, pero había cosas que no podían postergarse.

Y por eso mismo estaba allí.

Alioth estaba sentado detrás de su escritorio donde ya lo había visto varias veces. Siempre parecía imponente, para él era la máxima autoridad. Le tenía mucho respeto, jamás se atrevería a desafiarlo como lo hacía su hija, y tampoco a contradecirlo.

Y en ese momento estaba mucho más que intimidado por la expresión grave que tenía en su rostro.

Enseguida entró, y aunque todavía algo serio, el rey se puso de pie y rodeó el escritorio para acercarse a Max.

—Majestad —dijo el muchacho. Entonces Alioth sonrió y estiró un brazo. Max no lo hizo esperar, se lo estrechó enseguida—. Gracias por recibirme. No le quitaré mucho tiempo.

—Eres bienvenido, a decir verdad, esperaba tu visita. Sabía que no me fallarías.

Max arrugó la frente. —Perdón, Majestad. Nadie me dijo que deseaba verme.

—Eso es porque no envié a nadie. Sabía que vendrías por ti mismo.

—Oh —musitó confundido.

—Por favor, siéntate.


Le señaló un sofá y él tomó asiento enfrente. Poniéndose cómodo, no dijo ni una palabra y aguardó a que el señor Nash lo hiciera.

Alioth no se negó a sí mismo que estaba divirtiéndose bastante aunque no entendía el temor que sentía Maximillian. Si no le temía a Charlotte, ¿por qué pensaba que él iba a morderlo?

Tendría que saber que ya había superado todos los obstáculos, cualquiera que lograra derribar las barreras de su hija menor era un campeón.

Un campeón que se quedaba con el premio más valioso, el corazón de la princesa.

Y además, Alioth y Brianna bien sabían la clase de persona que era Max, había dado su vida por Charlie, varías veces por si había quedaba alguna duda.

—Estoy seguro de que sabe porqué estoy aquí —comenzó Max.

—Tengo mis sospechas.

El muchacho asintió. —No sé por dónde comenzar, si disculparme con usted por haber fallado en mis obligaciones o...

Un corazón roto (Descontrol en la realeza 3.2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora