20. TORMENTOS DEL CORAZÓN

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Una cantidad de nubes negras y espesas se acumularon en el centro del cielo hasta formar algo parecido a una maleza negra cuyo granizal hizo las veces de frutos maduros que comenzaron a colapsar sobre una ciudad inquieta y ajetreada. La tormenta parecía envanecerse tras saberse temida por la población, que tuvo que interrumpir sus menesteres habituales hasta que ésta cesara.

Mientras tanto, y no careciendo de temor, aproveché la ausencia de mi madrastra en casa para escabullirme en los aposentos de padre (auxiliada por la atenta custodia de mi nana y la astuta vigilancia de Enrique) a quien hallé tendido sobre su lecho más escuálido que despierto. Su pelo estaba más blanco y ralo que la última vez que lo había visto (hacía más de un mes), y sus labios y piel cetrina más marchitos y curtidos que las flores y la tierra del jardín: ya no se parecía a aquél hombre mofletudo, lúcido y lleno de experiencia que había sido en el pasado, sino todo lo contrario: tenía más afinidad a un muerto que a un hombre enfermo. Cuando abrió sus ojos negros, que más bien parecían carbones deshidratados, no me reconoció, sacudió su cabeza y, como si yo solo fuese parte de la decoración de la habitación, parpadeó un par de veces tras atisbarme y los volvió a cerrar.

-¡Pareciere que le hubiesen dado de beber mucho jarabe de adormidera! -le dije a mi nana sintiéndome impotente tras verle en semejante estado de desmejora. Ella estaba cambiando las sábanas de la cama por otras más limpias al cabo de que se asomaba por la ventana para cerciorarse de que Enrique no nos enviaba la señal que indicaría que madre había regresado de la parroquia-. Me cuesta creer que padre hubiese empeorado tan de golpe solo porque a Dios se le dio la gana: aun si desde que tengo memoria ha sido minusválido, siempre estuvo bueno de sus facultades mentales, en cambio ahora... ¿Es por la brujería? Nana, ¿cómo nos llevaremos a padre en este estado tan desmejorado de salud?

-¡No me diga que sigue vigente en su impertinente cabezota semejante despropósito! ¿Fugarse esta noche con un sujeto que apenas si conoce?

-¡Fugarnos! -la corregí levantándome de la cama para acercarme a los muros pálidos que estaban siendo invadidos por cieno oscuro que poco a poco se apoderaba de toda la habitación. Raspé sin éxito la lama con una cuchilla que yacía en el buró de la cama y me di cuenta de que estaba más enterrada de lo que creía-. Tú, padre, Enrique y Lupita vendrán conmigo. Si es posible, incluso traeremos con nosotros a Azucena.

-¿Pero está usted loca, Anabella? -se escandalizó mi aya, dejando de hacer sus quehaceres para mirarme con mortificación. Puesto que nana siempre había figurado por ser especialmente pesimista no me sorprendieron sus siguientes palabras-: No habremos llegado ni siquiera a la esquina cuando, instados por su madre, ya nos estará persiguiendo el ejército realista para hacernos retornar.

-¡No voy a dejar que esa mujer siga manipulando mi vida! ¡Voy a luchar por mi libertad, nana! ¡No quiero ser un pajarillo encerrado en una jaula, a quien le digan qué hacer y cómo respirar! ¡Quiero ser libre, para saber equivocarme y resolver mis conflictos según mis experiencias! ¡Me están convirtiendo en algo peor que un perro que solo debe de estar a la disposición del varón!

-¡Yo también quiero que sea libre, mi niña, no me malentienda: nada me daría más gusto que verla feliz, pero lo que pretende hacer es demasiado precipitado para que salga bien! -respondió nana con severidad, sus ojos derramaban desesperanza y mortificación.

-A veces las decisiones más precipitadas tienen mayor provecho que aquellas que han sido pensadas con anticipación -le dije-. De todos modos tenía planeado escaparme de esta casa, pero la aparición de este bello caballero únicamente ha adelantado mis planes.

-¿Y a dónde vamos a ir, Anabella? ¿Cree en verdad que un hombre que ha mentido en lo que concierne a su verdadera identidad es digno de ganarse nuestra confianza? ¿Quién le dijo que un caballero por tener linda cara es honrado y de moral irreprochable? ¿Ya le dijo, siquiera, a dónde nos pretende llevar?

LETANÍAS DE AMOR Y MUERTE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora