Capítulo 37 - No otra vez

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◆MATT◆

30 DE AGOSTO DEL 2011

Tengo el estómago anudado. Los oídos me zumban, por lo que los cubro con las palmas de mis manos, tratando de hacer que el zumbido disminuya. Al mismo tiempo las puntas de mis dedos se entierran en los lados de mi cabeza, donde un agudo dolor se concentra. Estoy perdiendo la cordura.

Algo se detuvo en mí cuando su corazón dejó de latir.

El aire es denso, la mecánica de la respiración nunca fue tan complicada. Me siento atrapado dentro de mi propio cuerpo, en un mundo paralelo que transcurre lentamente, mientras las manecillas del reloj no dejan de girar a toda prisa.

No estoy seguro de cómo es posible que alguien pueda volverse imprescindible en la vida de otra persona en tan poco tiempo, pero Allie lo hizo en la mía. Dos meses, solo dos meses bastaron para que ella tuviera el poder de sacudir mi mundo entero. Para que tuviera el poder de romperme el corazón de esta manera.

Me sobresalto cuando alguien me sacude por el hombro. Se trata de Luke. Parpadeo y trato de enfocarme en lo que me rodea. El pasillo de hospital que estoy odiando.

—Vamos —indica—. Ven conmigo.

Me relamo los labios, echando un vistazo rápido a los demás, y me pongo de pie. Luke guía mi camino, lo cual está bien porque yo me siento desorientado. No me ubicaría ni aunque estuviese en mi propia casa en este momento.

Lo sigo hasta la azotea del hospital, donde una corriente de aire fresco nos golpea al salir y la luna en forma de uña flota en lo alto del cielo nocturno.

Luke me ofrece un cigarrillo. He fumado solo en contadas ocasiones con anterioridad, nunca ha sido algo de mi absoluto agrado, pero en este momento no titubeo a la hora de aceptarle con dedos temblorosos uno de los cilindros de tabaco, encenderlo y llevarlo a mis labios para darle una calada.

Fumamos en silencio por no sé cuántos minutos, observando los autos que transitan por las calles y la gente que camina por las aceras. Los ojos me arden.

—Ella es más fuerte de lo que crees. —Lo oigo murmurar; le miro de reojo, su vista está fija en la calle mientras continúa dándole caladas a lo que queda de su cigarrillo—. Una vez, cuando tenía unos nueve años, comenzaron a desaparecer cosas de las mochilas de todos los de su clase. Se llevaban un lápiz, una goma, un color... Nadie sabía con certeza quién lo hacía, pero culpaban abiertamente a una de sus compañeras por ser de bajos recursos. Allie estaba furiosa cada vez que acusaban a la niña, así que se propuso probar que todos estaban equivocados. Y ella tenía razón, el verdadero ladrón, entre todos, era el niño que lo tenía todo. El hijo menor del alcalde. Pasó casi un mes antes de que pudiera probar la verdad y ayudar a limpiar la reputación de aquella niña.

Una sonrisa involuntaria nace en mis labios al imaginarla.

—Supongo que siempre ha sabido cuál es su camino en esta vida —murmuro.

—Servir a la justicia —él asiente—, aunque sea un caso que parezca perdido. Entre más difícil sea probar la verdad, más se esforzará por lograrlo. Ella tiene fuerza de voluntad.

»Mi sobrina es una chica persistente y obstinada, no va a dejar de pelear justo ahora cuando lo que está en juego es su vida. Confía en ella.

—Confío en ella —murmuro, notando mi garganta cerrándose en un nudo.

Claro que confío en mi bonita, no se trata de eso. Se trata de que estoy consciente de que a veces, incluso aunque luchemos con toda nuestra fuerza, hay batallas que se pierden. Y tengo miedo de que ella pierda esta.

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