Capítulo VII

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Ryeowook abrió sus ojos siendo recibido por la oscura soledad del palanquín, su cuerpo tembló ante el desconcierto de lo que se avecinaba. Temía profundamente ser descubierto, y si aquello sucedía sería ejecutado en el acto ¡¿Cómo había aceptado semejante locura?! Sustituir a KyungSoo era bastante arriesgado, se estaba jugando la seguridad del reino, de un pueblo entero. Pero aun sabiendo todo eso había aceptado hacerlo sin dudar. KyungSoo era su amigo, su hermano y nada deseaba más que su felicidad, Jongin  lo amaba sinceramente ¿Cómo iba a negarles la dicha de estar juntos? Él más que nadie era testigo de su amor, de su cariño. Hubiera sido egoísta el no ayudarlos.

Con pesadumbres se incorporó sintiendo los movimientos de los hombres que lo cargaban, los pasos pesados sobre la tierra y sus respiraciones agitadas parecían ser sus propias aflicciones. Tembló ligeramente mirando el suelo con tristeza, llevaba siete días allí dentro y hasta el momento todo iba de acuerdo al plan.  

Tomó aire y  con sumo cuidado corrió la cortinilla de al frente dando un vistazo al exterior; únicamente veía árboles y un sendero destapado. Cerca alcanzó a ver unos cuantos soldados montados a caballo que rodeaban el palanquín y un hombre al frente que los dirigía. 

Dejó caer la tela mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos ¿Cómo iba a salir de esa? Tenía miedo de lo que se avecinaba, no sabía qué decir o cómo actuar, un paso en falso podía arruinarlo todo. Además casarse. Se casaría con un hombre que apenas sabía era un asesino, se uniría a alguien que era conocido por su crueldad ¿Qué haría? No deseaba ser golpeado, ni mucho menos herido.

Acarició el hanbok que vestía con nostalgia, en el bosque cuando se había encontrado con KyungSoo cambiaron de ropas, allí junto con Jongin se despidieron y desearon mucha suerte en sus caminos. Los vio partir en los caballos perdiéndose en la distancia dejando atrás esa responsabilidad familiar. Lo único que sabía era que iban a alojarse en los reinos del sur durante una temporada, después verían decidían donde pasar el resto de sus vidas. Deseaba desde lo más profundo de su ser que los dioses se apiadaran y les concediera fortuna en la vida que iban a iniciar juntos, la iban a necesitar.

El sol despuntaba en lo alto del cielo, hacía un poco de calor allí dentro pero no podía salir, no quería incomodar a los pobres hombres que luchaban por llevarlo a su destino. Procuró relajarse un poco apartando las prendas de su cuerpo para que se refrescara, se dirigió al baúl y allí encontró un abanico para darse aire ¡El paraíso!

Inevitablemente pensó en la boda ¿Cómo sería aquel hombre? independientemente de todo sería su compromiso y no podía evitar el nerviosismo. Debía agradarle al rey Kim, hacer lo que le pidiera y si era posible, ganarse su favor para el pueblo. Debía ser cuidadoso en sus palabras, en sus acciones para no ser descubierto ¡No quería imaginarse su ira!

Sintió como el palanquín descendía y alguien afuera daba un grito. Nervioso agachó su mirada. Estaba volviéndose paranoico. Escuchó unos pasos acercarse lo que aumento los latidos de su pecho.

—Estamos cerca de un río— Era la voz de Hangeng, aquello lo relajó un poco— Mis hombres van a tomar un descanso, serán unos minutos.

Ryeowook asintió sabiendo que no era visto.

Escuchó los ruidos de los hombres moviéndose, debían estar realmente cansados por ese viaje, él que estaba dentro del cómodo palanquín se sentía agotado. Se recostó en el suelo estirándose ligeramente, esperaba llegar pronto para que todos pudieran descansar, esos hombres debían tener una familia que les esperaba impaciente cada día.

Familia.

Heechul.

¿Cómo se encontraría su tío? El pobre debía sentirse traicionado, angustiado.  Pero esperaba que lo entendiera y no  juzgara su decisión. Cerró los ojos dejándose arrastrar de arrastrar lentamente al mundo de los sueños.

i. El origen del amorWhere stories live. Discover now