Prólogo

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¿Cómo brilla la luna en un cielo sin estrellas?

Ryeowook siguió con la mirada la caída de la hoja que se había desprendido del árbol. Recostado en el marco de la ventana dejó que sus ojos vagaran por el inmenso jardín que se extendía tras la habitación de su amigo, al rato los cerró tratando de verse así mismo como aquella hoja que era guiada por los cálidos soplos del vientos.

Extendió su mano hacia la nada, mirando entre sus dedos la luna que se alzaba en el perfecto cielo oscuro. Sonrió examinando la grandeza que se visualizaba sobre él, aquella perfección no tenía palabras para ser descrita.

Con nostalgia dejó que un suspiro escapara de su pecho, había tantas incógnitas en su vida que no entendía y lo atormentaban en secreto. Existía una inmensa laguna en su memoria que exigía ser respondida a pesar de que hace años había dejado de intentarlo. Se sentía como una cascara vacía, como aquella hoja que se movía a la voluntad del egoísta viento.

Observó la luna con melancolía, en aquel inmenso cielo se hallaba solitaria, como una amante que ha sido abandonada.

—¿Dónde están tus estrellas?


Así como esta noche se encuentra sin estrellas, así se halla mi alma. Si vieras mis ojos encontrarías las lágrima que no caen y leerías las palabras que se han quedado en simples pensamientos. Hallarás la aflicción en la que me encuentro a causa del susurró inaudible de tu amor, y comprenderás que dos almas una vez unidas nada las puede separar.

A pesar de nuestra unión siento como mi alma se marchita, la ausencia de aquellas palabras que nunca dices parecen tomar fuerza a medida que el tiempo avanza. Eres como el agua que se escapa entre mis dedos sin dejar rastro. Como aquel viento divino que solo roza mi piel por momentos dejando solo su recuerdo.

Eres esa ausencia que me duele.

Ese fuego que nunca se apaga.


Quería un cielo con estrellas, deseaba ser el brillo de alguien.


Mira cómo del cielo caen las gotas de sangre, observa como se alza en el cielo la inmensa luna en medio de las insignificantes estrellas. ¿Serías capaz de tomar mi mano con la fuerza suficiente para borrar el dolor? ¿Podrías mirarme a los ojos sin sentir el temor que todos sienten ante mi presencia?

Amor.

Quisiera decírtelo hasta mi último aliento. Hasta que la vida me arrebate la mía.

La noche está oscureciendo cada vez más, las nubes cubren la luna dejándola sola en su propio tormento ¿Podrías mirarme si las nubes me cubrieran? ¿Podrías mirarme si las lágrimas cubrieran tus ojos?

¡Oh, heme aquí bajo la luna rogando tu amor!

Anhelando un comienzo sin final.

Una historia de amor eterno.

¿Qué has causado en mí? ¿Qué hechizo has hecho caer?

Rozo tu cuerpo con mis labios, mis ojos bailan traviesos a través de las curvas de tu cuerpo. El color de tus ojos se ha convertido en un enigma que me consume de manera silenciosa, de esa manera que sólo tú sabes hacer.

Seremos solo los dos en este mundo tan defectuoso e improvisado.

Tú serás la inocencia y yo el cuerpo que te va a corromper.

Tú serás la dulzura y yo la zozobra que atormentará tus noches.

Tú serás el misterio y yo tu verdugo.

Tú serás mi luna y yo las estrellas.

La cálida brisa removió sus cabellos ligeramente, trayendo consigo el olor de la sangre junto con fuego consumiendo la vida a su paso. Las gotas de sangre caían al final del filo de su espada haciendo un camino junto con sus pasos, sus ojos envenenados no se apartaban del paisaje nocturno iluminado por la llamas.

En ese momento solo podía escuchar los gritos de las personas huyendo, olía el temor en ellos y eso le hacía sentir satisfacción. Blandió su espada una vez más haciendo que un río de sangre manara de aquella mujer que cayó al suelo sin vida. Sin expresión alguna miró a su alrededor buscando algo que se pudiera interponer en su camino para conquistar aquella tierra.

Como siempre aquello no existía.

Los pasos de caballo llamaron su atención, Ttangkoma se paró a su lado sabiendo que el trabajo en aquel pueblo había terminado. Sin pensar en más cosas el pelinegro se subió al lomo de su compañero satisfecho de su hermoso trabajo.

Alzó su mirada a la luna solitaria que colgaba en el cielo.

—Estás tan sola como yo, brillando en un cielo sin estrellas.

¿Qué ves cuándo alzas tu mirada al cielo?

Yo veo dos prisioneros del destino.

Dos almas predestinadas.

Yo veo...

...el origen del amor.


i. El origen del amorWhere stories live. Discover now