Decisiones desesperadas (parte 2)

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Guarde toda mi ropa, y ya no tenía nada más que hacer. Por lo que escuche no se permitía fumar, ni tomar pero como soy una chica mala, tengo cerveza y cigarrillos en mi mochila. Soy toda una amenaza para el mundo. Busque una lata de cerveza, la abrí, y al primer trago la vacié hasta la mitad, había sido un largo día, y eso que todavía no termino. Cambiar de ciudad, escuela y ambiente siempre fue difícil para mí, pero ya estaba acostumbrada, de todas formas estoy segura de que ya no me voy a mudar más.

-Sera porque abandonaste tu casa, y tu padre –me reprocho mi yo interior en un tono sarcástico-.

Me reí irónicamente sola. Me termine la cerveza y saque un cigarro mentolado, aunque era uno diferente. Mi madre murió de cáncer pulmonar, fumaba mucho. Por eso sería irónico fumar tabaco para mí. Fumo cigarrillos sin nicotina los cuales no hacen taaanto daño.

Aplaste la cola del cigarrillo en el cenicero, y me acosté con la cara contra la almohada. Luego de, no sé, tal vez 30, 15, 10 minutos alguien toco la puerta.

-Pasee –grite, o algo así, más bien sonó como un pajfakkse-.

Al parecer no me escucho, ya que volvió a tocar, pero esta vez más fuerte. Estaba de mal humor, y no soy la mejor persona en ese estado, absolutamente todo me molesta. Por lo cual me levanto enojada, camino hacia la puerta, la abro brutalmente.

-¿Qué mierda quieres? –dije grotescamente-.

AL instante me di cuenta que era el director, invente una excusa, una muy estúpida.

-Ehh –balbucee-, en mi religión, esa expresión quiere decir ''Buenas tardes, usted está invitado cordialmente a pasar'' –fui lo primero y mas creíble que se me ocurrió-.

El director me miro divertido.

-¿Y cuál se supone que es su religión? –me pregunto burlándose-.

-Eh, bueno -vacile, buscando a mí alrededor algo que me ayude-. Mi religión se llama ''ventana'' –mentalmente me golpee, no pude haber dicho algo más estúpido-.

-Usted, ¿fuma marihuana?, o ¿esta drogada? –me dijo mirándome con un semblante serio-.

Me puse nerviosa, no sabía que decir.

-Claro que no, director –dije finalmente-. Ni siquiera tomo o fumo –aclare-.

El avanzo a mi habitación, y me miro mal, pero con una chispa de diversión en los ojos. Cabrón, estaba disfrutando esto.

-El cigarrillo y la lata en su escritorio no dice lo mismo –me miro irónicamente-.

-Oh vera, señor, el cigarrillo no tiene nicotina, y la cerveza no tiene alcohol –respondí angelicalmente-.

Mierda, mierda y más mierda, que me crea, lo del cigarro es verdad, lo de la cerveza no.

-Por esta vez, se lo dejo pasar, ya que es su primer día –me dijo amablemente, pero con un tono de amenaza presente -. Solo venía a decirle, que usted es bienvenida a esta institución. Si me lo permite, me retiro –término con una sonrisa más falsa que las tetas de mi abuela-.

Yo asentí, algo perdida, y luego se marcho.

Me dio hambre, salí dispuesta a buscar algo para comer. Me perdí nuevamente. Seguí caminando, hasta encontrarme algún cartel que indicara donde estaba el comedor, lo vi, y fui hacia donde indicaba. Al llegar, había una fila demasiado larga, y sinceramente no podía esperar tanto porque si no mi estomago comenzaría a comerse a sí mismo, y terminaría conmigo misma. Recordé ver un restaurante de comida rápida algo cerca. Salí afuera, cuando me di cuenta que no podía ir caminando, mire a mi alrededor. Había una bicicleta, perfecto. Ahora solo necesitaba encontrar alguna manera de desbloquear el seguro, busque una horquilla en mi cabello, y lo abrí, pan comido. Un chico me vio y empezó a gritarme. Mierda, sin tiempo a reaccionar me subí y salí lo más rápido que pude. Luego de 15 minutos pedaleando encontré el restaurante. Deje la bici por ahí y entre lo hambrienta. Pedí una hamburguesa, la más grande que tenían, y una coca-cola, lo típico. Luego de 10 minutos de espera me la entregaron.

-Gracias, gracias, gracias, usted me salvo la vida –le agradecí exageradamente-.

La mujer me miro raro, no me importó, le arranque MI comida de las manos, me senté en el primer lugar que vi, mientras comía sentía unas miradas fijas. Estaba tan desesperada por comer que ni me di cuenta que me había sentando en un mesa ocupada por una pareja. Sonreí con vergüenza, con kétchup entre mis dientes. Ellos se me quedaron mirando con extrañeza, y luego se fueron. Yo solo me reí y seguí comiendo como si nada. Termine casi al instante. Me levante y salí, busque desesperadamente la bicicleta, mierda no estaba. Maldecí hasta que se me agoto la saliva.Tenía 3 planes.

Plan A: No hacer nada

Plan B: Espera que alguna persona amable me llevara

Plan C: Ir caminando

Ni siquiera sé porque tengo un tercer plan, es decir, casi siempre funciona el plan A, y si no tienes el plan B, pero nadie en su maldita existencia tiene un plan C. Pero bueno como soy tan idiota, no hice absolutamente nada. Después de 15 minutos me di cuenta que con eso no solucionaría nada, entonces me levante, y empecé a hacer señas, esperando que alguien parará, cosa que nadie hizo. Tendría que caminar, mierda, sabía que le tendría que haber prestado atención al profesor de educación física. El karma por no hacerle caso, y correr esa media hora todos los jueves. Aunque siendo sincera, si hubiera corrido, de todas formas no estaría en forma. Creo que estaba exagerando, veía el edificio a lo lejos. Camine unos 10 pasos me canse, por lo cual detuve mi caminata.

Como dicen, personas desesperadas en situaciones desesperadas toman decisiones desesperadas.

Hice la cosa más idiota que alguien podría hacer en una situación como esta. Me pare en el medio de la calle, esperando que alguien pare, y me llevara. Cuando una moto casi me atropella, supe que no lo tendría que haber hecho, pero en fin estoy sana y salva, y el conductor como disculpa me llevo hasta el internado. Meta lograda, sabía que funcionaria.

Al llegar al internado, el dueño de la moto también paro.

-¿Qué haces? –pregunté al observar que escondió la moto-.Se supone que solamente me tenías que traer, no quedarte conmigo–inquirí con curiosidad–.

-Pues, yo también estudio aquí –respondió obvio–.Además, ¿Cómo hiciste para salir? Se supone que hay seguridad de alto nivel–me preguntó-.

–La verdad, fue demasiado fácil, tan solo desbloquee el candando y salí–dije con simplicidad y algo de orgullo–.

–Has cometido el peor error, ahora te van a expulsar o vas a tener un castigo que dure toda tu existencia en este lugar–me dijo más burlón que preocupado–.

Mierda, mierda y más mierda. Me tire al suelo, de rodillas y exageradamente comencé a rogarle a Dios que me ayudara, y no me expulsaran. Porque eso significaría tener que volver ''arrepentida'' a ''casa'', y eso era lo que menos quería. Además de que soy demasiado orgullosa.

-Oye, tranquila. Yo te ayudaré –dijo a la vez que se sacaba el casco-.

-Si crees que asi me voy a acostar contigo estas muy equivocado –respondí, sabiendo que me ayudaría a cambio de algo-.

-Bien, bien. Aunque esa no era mi ntención, cuando cambies de opinión puedes pasarte por mi habitacion, la 83 –implicó con un brillo en los ojos-. A cambio de que seas mi tutora-dijo-.

-¿QUÉ? –grité ''tranquila'' -.Pero que dices, si soy pésima en la escuela-repliqué nerviosa-.

-Tu sabes que no –dijo tratando de encontrar mi mirada-. Oh vamos, se todo sobre ti, soy el hijo del director, casi me se tu expediente de memoria-dijo ya un poco molesto-.

-Pero, ¿y tu quien te crees que eres para leer mi expediente? –pregunte enfadada y a la vez asustada-. Dios mio, dios mio. Dime que no lo has visto todo, por favor-.

-¿Y tu quien te crees que soy? Ni siquiera soy el hijo del director –respondia riendose como un desquiciado (vale, no como un desquiciado, pero ¡joder! Que tio mas cabron) -. Ademas, ¿Qué cosa has hecho para preocuparte tanto?-.

-Ugh, idiota. No te hablo nunca mas en mi vida –estaba enfadada, mucho-.

Y sin mas me fui. Simplemente cruzé la puerta, y no paso nada. Capullo, me había engañado.

Finding OurselvesWhere stories live. Discover now