Pequeña dulce victoria

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Evelyn y yo tuvimos que pasar la tarde, forzosamente, en las reposeras con Brittany y su grupo. Había que reconocer que hicieron un movimiento bien pensado, esperaron a que Ethan y David estuvieran con nosotras alrededor de la mesa. Entonces fue cuando April se acercó y nos invitó muy amablemente a una sesión de manicura y pedicura al borde de la piscina. Por supuesto que a David le fascinó la idea de que su novia estuviera en contacto con las chicas de su familia, por lo que animó a Evelyn a aceptar la invitación. Y cuando ésta me lanzó una mirada rogándome que no la dejara sola entre las serpientes, tuve que aceptar yo también.

Y estábamos ahí, tomando sol y caipiriña, mientras unas asistentes con uniformes blancos y tapabocas nos arreglaban los pies. Todas las chicas del lugar estábamos reunidas allí, tanto las que eran parientes como las que estábamos como cita.

—Querida, —me dijo Mandy con aires de superioridad tomando una de mis manos y fijando su mirada en mis uñas. Como ya se había terminado de arreglar, estaba dando vueltas controlando el trabajo de las mujeres— este color con el que te pintaron las uñas te sienta horrible. Deberías haber pedido uno que vaya mejor con tu tono de piel. Oye, tú, —dijo refiriéndose a la chica que me hacía los pies, a pesar de que su chaqueta tenía bordado el nombre de "Rossana"— cuando termines eso cámbiale el esmalte.

La asistente asintió algo asustada.

—Ah, —continuó— y arréglale mejor estas cutículas tan destruidas. ¿En dónde trabajas? ¿En una mina? —me preguntó y las demás rieron a carcajadas.

—En una carpintería —contesté con suficiencia. Ella me miró como si le hubiera dicho que me ganaba la vida secuestrando niños y vendiéndolos como esclavos.

—Tus uñas sí se ven bastante bien —dijo, ésta vez tomando las manos de Evelyn—. Supongo que ser la joven novia de un millonario tiene sus ventajas.

Soltaba tanta maldad en cada una de sus palabras que me aguanté para no abalanzarme sobre ella. Evelyn se limitó a sonreírle, me sorprendió la manera en que no dejaba que la hirieran con sus críticas. Dejé mi vaso vacío en la mesa y lo reemplacé por otro lleno hasta el tope. Si tendría que aguantar a esta gente hasta mañana al menos debería seguir ingiriendo todo el alcohol que cupiera en mi estómago.

Violeta se puso de pie buen tiempo después, cuando le habían terminado de arreglar las manos y los pies, y comenzó a peinar su cabello mojado por el agua de la piscina.

—Mi cabello está enredado —exclamó estresada—. Ojalá hubiéramos traído a alguien decente que pudiera hacerme un buen brushing.

—Es verdad, —se disculpó falsamente Brittany— lamento no haber traído alguien que pueda arreglarnos el cabello a todas. Algunas lo necesitan más que otras —dijo mirándome fijamente y acercándose a mí—. En verdad Jacqueline, ¿no te da vergüenza pasearte con un cabello tan descuidado? —Preguntó tomando un mechón de mi cabello entre sus dedos—. Yo, por ejemplo, me hago un baño de queratina una vez al mes, así evito estas puntas abiertas que se ven tan poco saludables —soltó mi cabello con un ademán de repugnancia.

—A decir verdad, el cabello de Jackie se ve muy bien —interrumpió Evelyn—. La diferencia entre el tuyo y el de ella es que el tinte te lo seca mucho y por tanto te ves en la obligación de hidratarlo cada mes.

Solté una risita al ver la rabia asomar al rostro de Brittany.

—Soy rubia natural —se defendió de inmediato.

—Claro, tu rubio oscuro es natural. Tus brillos platinados son teñidos —le contestó Evelyn con una mueca victoriosa.

Ella me miró con los ojos rebosando de furia.

—Yo no me pondría tan contenta de que alguien con cero sentido de la moda y el cuidado femenino elogiara mi cabello.

—Me parece mejor escuchar eso, antes que las burlas de alguien con cero cerebro —respondí, cansada de sus tonterías.

Brittany miró molesta a las chicas ahí reunidas, como esperando que alguien se atreviera a reírse de semejante humillación. Pero nadie lo hizo, todas parecían estar aguantando la respiración. Aun así, estaba histérica y trató por todos los medios de mantener la calma.

Tomó aire y lo exhaló enseguida.

—No perderé mí tiempo contigo, —me respondió con astucia— después de todo, el año que viene Ethan volverá a traer una chica digna al cumpleaños y tú no serás más que una anécdota muy vergonzosa para él. "El año en que el guapo Ethan perdió su racha ganadora porque incluso a él le desagradaba la chica que trajo a la fiesta" —terminó la frase entrecerrando los ojos y con una sonrisa en los labios.

Y sin darse cuenta consiguió golpearme donde me dolía.

—No le doy asco a Ethan —solté con molestia.

Ella se sentó a mi lado con delicadeza y me miró directamente a los ojos.

—Si no le das asco, Jacqueline, entonces respóndeme ¿por qué Ethan, que todos los años se besuquea con sus bellas citas causando la envidia de todos los varones presentes, no te ha dado ni—un—solo—beso? —pronunció las últimas palabras con cuidado y causando un brinco en mis adentros.

—Sólo somos amigos —contesté sin despegar mi mirada de la suya.

—Oh, querida, esa es la peor excusa que puedes poner —respondió con fingida lástima.

No sé si fue por causa de la cuarta caipiriña, o de la rabia que tenía encima, que incluso a mí me había parecido una excusa barata mi respuesta.

Me levanté sin decir nada, dejé el vaso en la mesita y me dirigí hasta donde estaba Ethan. Él reía en un grupo de cinco chicos al otro costado de la piscina. Me ubiqué detrás de su espalda y le toqué el hombro tres veces con el dedo índice.

—Ethan, —le dije cuando volteó a verme— dame un beso.

Su risa se transformó en perplejidad en un instante.

—¿Qué?

—Bésame —le ordené de nuevo y en tono bastante elevado.

Él pareció dudar por un segundo, pero al notar la seguridad en mi mirada llevó su mano derecha a mi cintura y con la otra tomó delicadamente mi mentón, acercando su rostro al mío, entrecerrando sus ojos y juntando nuestros labios con ternura por primera vez.

Sentí que el corazón iba a salirse de mi pecho cuando nos separamos y él me seguía viendo sin entender. No era el único, todos los presentes tenían los ojos clavados en nosotros. Incluso David, su padre. Por un segundo sentí vergüenza al percatarme de ello, pero recordé la razón por la que lo había hecho en primer lugar, así que desvié mis ojos hasta donde estaba Brittany. Ella miraba hecha una fiera, sabía que había perdido la disputa. Así que me alegré y volví satisfecha a las reposeras y me senté, esperando que me terminen de hacer el cambio de esmalte en las uñas.

 Así que me alegré y volví satisfecha a las reposeras y me senté, esperando que me terminen de hacer el cambio de esmalte en las uñas

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