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Walter Johnson es un hombre millonario con la edad de 89 años, alto, nariz ganchuda, con un cabello y bigote color blanco, tenía 8 hijos, Jonathan era el mayor, luego venían Greg, Brandon, Jessica, Luna, Roy, Peter y por último, al que consideraban "traicionero": Harvey.

El señor Walter tenía una enfermedad extraña, que lo podría matar en cualquier momento, temía dejar su fortuna botada, por lo que decidió llamar a todos sus hijos menos a Harvey, para ver quien se quedaría con la fortuna de éste.

Walter estaba en su oficina mirando la ventana. — ¡Hillary! — Gritó el señor Walter.

— ¿Me llamó señor? — Dijo una mujer entrando en la habitación. Hillary era la criada de la mansión, tenía los ojos color ámbar, y su cabello era negro, también estaba usando su uniforme.

— Así es... Necesito que tú y Dalton escriban siete cartas con el mismo texto cada una.

— ¿Y se puede saber para qué?... — Preguntó Hillary tímidamente.

— Necesito que todos mis hijos vengan mañana mismo ¿Recuerdas mi enfermedad? No puedo dejar mi fortuna así sin más, es hora de buscar un heredero... — El señor Walter se sentó en su escritorio y sacó del cajón un par de hojas de papel.

— ¿Quiere que invite a todos?

— A todos — Repitió mientras seguía buscando en su cajón.

— ¿Incluyendo a Harvey? — Preguntó la criada en voz baja. El señor Walter levantó la cabeza y miró a Hillary furioso.

— ¡Te dije que estaba prohibido mencionar el nombre de ese maldito traidor! Ya sabes a quienes me refiero cuando digo solo siete cartas, además ese Harvey ya no merece que le llame "hijo"

— Si, tiene mucha razón, señor, perdóneme...

— Mejor cállate y ve a escribir junto a Dalton...

— Eso haré, perdone... — Hillary dio una reverencia y salió del cuarto cerrando la puerta. «Tonta» se dijo. Hillary bajó las escaleras con prisa. Al llegar al primer piso se encontró con un hombre que usaba traje, con el cabello rojo y ojos verdes, era Dalton, el mayordomo del señor Walter. — Dalton, que bueno es encontrarlo — Dijo la criada acercándose al mayordomo.

— Señorita Hillary, buenos días ¿Qué es lo que le dijo el Señor Johnson? — Preguntó Dalton

— Quiere que usted y yo escribamos cartas a sus siete hijos, diciéndoles que deben de estar aquí mañana...

— Entiendo, pues ¿Le indicó alguna hora en específico? — Dijo Dalton rascándose la barbilla.

— No, pero yo creo que querra que estén para almorzar

— Buena teoría, pues ¿Qué estamos esperando? Vamos, a escribir — Dalton y Hillary se pusieron en la sala de estar y escribieron las cartas que había indicado el señor Walter, siete cartas con el mismo texto, pero con dedicatorias diferentes. — Terminé la carta para la señorita Jessica  ¿Ya terminó la del señor Greg?

— Si, solo falta que el señor Johnson la firme para que lo podamos enviar.— Respondió Hillary sonriente. La criada y el mayordomo subieron las escaleras y se dirigieron a la oficina del señor Walter.

— ¿Señor? — Decía Dalton mientras daba golpecitos a la puerta.

— ¡Entre! — Gritó el señor Walter desde la habitación. Dalton y Hillary entraron a la oficina con las cartas en sus manos.

— Señor, solo falta que firme cada una de estas cartas. — Dijo Hillary.

— Claro, acérquense — Dijo el señor Walter con un bolígrafo en su mano. Dalton y Hillary pusieron los papeles sobre el escritorio, el señor Walter los firmó uno por uno, luego puso los papeles en sobres por separado, y para finalizar, puso su sello en cada una. — Ahora, apresurense en enviar todo esto, vamos, deprisa, póngale estampilla a cada carta y las envían.

El mayordomo y la criada tomaron las cartas y se las llevaron a la gran mesa del comedor en el primer piso, a continuación, pusieron estampilla en cada carta. — ¡Ya está! Enviemos esto antes de que nos grite el señor Johnson... — Dijo Dalton.

— Estoy de acuerdo — Acertó Hillary. — Mas bien... ¿Me haría el favor de enviar estas cartas usted, Dalton? Tengo algo que hacer...

— No es ninguna molestia, yo las envío.

— Muchas gracias, le debo una — Dalton tomó los sobres y se los llevó. Hillary miró alrededor para ver si no había nadie en la sala. Nada por aquí ni nada por allá, era perfecto, al menos para Hillary. La criada sacó un papel y un bolígrafo de su bolsillo, y al instante se puso a escribir una carta a quien sabe quien...

El resto del día, el señor Walter estuvo organizando el día de mañana, viendo que todo estuviera limpio y sin ningún problema. Hillary actuaba de manera sospechosa, Dalton la interrogaba, pero ella no decía nada.

Había sido un día bastante agotador, Hillary y Dalton se llevaron lo más pesado a diferencia de los demás sirvientes, cuando por fin cayó la noche, todos se pusieron a dormir.

Al otro día, en la tarde, el señor Walter comprobaba que no hubiera ningún desastre, quería que todo se viera perfecto. — Todo está correcto, gracias a Dios — Dijo el señor Walter con alivio.

— Señor — Llamó Dalton.

— ¿Qué ocurre, Dalton? — Respondió.

— Llegaron sus invitados, están esperando afuera

— Pues hazlos pasar, Dalton, no seas necio

— Si, señor... — Dalton se dirigió a la puerta, antes de abrirla, vio a Hillary nerviosa caminando de un lado a otro. — ¿Ocurre algo, Hillary?

— No, nada... — Respondió Hillary.

Dalton abrió la puerta, se podía ver a 7 personas hablando entre ellas con casi la misma cara. — Sean bienvenidos devuelta, damas y caballeros.

— Dalton, no has cambiado nada — Dijo uno de lentes quien parecía ser el mayor, Jonathan. Él era alguien con el cabello dorado y unos lentes redondos, y que a través de ellos, se podían ver sus brillantes ojos azules. — Me han hecho dejar mi trabajo, pero lo que sea por mi padre. — Jonathan entró a la casa seguido por sus hermanos.

— ¡Sean bienvenidos hijos mios! — Gritó el señor Walter.

— Padre ¿A qué se debe esta invitación? — Preguntó una bella dama, con el cabello castaño y ojos azules, era Jessica.

— Queridos, muy pronto voy a morir... — Hubo un silencio incómodo — Y necesito heredar mi fortuna a uno de ustedes.

— ¿Y por qué no a todos? — Preguntó alguien parecido a Jessica, era Roy.

— Eso haré — Aclaró el señor Walter. — Pero le daré la mayoría al que me pueda convencer con su proyecto para un futuro cuando yo esté muerto.

— Me parece bien — Dijo Jonathan.

— Ahora, hijos mios... Los invito a sentarse en la gran mesa para almorzar todos juntos, como una familia. — Como indicó el señor Walter, todos se sentaron en la mesa y esperaron la comida. Luego de un rato, Dalton y un par de sirvientes más fueron a dejar la comida sobre la mesa.

— Espero que la comida siga igual de buena desde que me fui — Dijo Peter, el más pequeño de los siete, que tenía un cabello como el de Jonathan, pero sus ojos eran verdes.

— Pues no sabe igual que antes, es de un nuevo chef, pero creeme, es deliciosa — Dijo el señor Walter, metiendo una cucharada de sopa en su boca. Mientras comían, Luna, una chica de cabello castaño con puntas doradas y ojos verdes, fijó su mirada en Hillary.

— Padre... — Llamó Luna — ¿Y esta joven criada? Se ve menor que todos nosotros.

— ¿Ella? Si, es menor que todos ustedes, ella se llama Hillary, es la nueva criada. — Hillary dio una reverencia. — Vayamos al tema principal de todo esto... Niños, si ustedes tuvieran mi dinero ¿Qué harían con él?

La herencia [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora