Capítulo diecinueve

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Faltan veinte minutos para iniciar la carrera y Derek no aparece por ningún sitio.

Scott está nervioso, más que nervioso, está histérico; si el estúpido de Hale no llega, Stiles no podrá correr. Voltea hacia su derecha para observar a su amigo elongar sentado en el campo, con todos los demás competidores a su alrededor, y no puede evitar entristecerse por su él.

Ha llegado muy lejos y se ha esforzado demasiado, como para que en el último momento Derek decida abandonarlo.

Después de dar una vuelta —de nuevo— a todo el colegio y al campo de éste en una búsqueda —infructusa— por Derek, se reúne con la señorita Morell y los padres de Stiles cerca de las gradas.

—¿Lo vieron? —pregunta Claudia, un poco resignada.

—No hay rastro de él —responde John, un tanto molesto.

—No se presentó a la plática de equipo que tenemos antes de la competencia —menciona Morell.

—Ni siquiera vino a la escuela —finaliza Scott, sobándose el pecho en un intento de tranquilizar su respiración levemente acelerada.

—John, tenemos que encontrarlo.

—Puede estar en cualquier sitio, mujer —argumenta John, pasándose una mano por su cabello y luciendo un ceño fruncido—. Y por más que nos duela, no podemos obligarlo; debe ser por decisión propia.

Claudia suelta un suspiro molesto y algunas maldiciones en voz baja. Morell y John recorren el campo con la vista, como si así pudieran ver aparecer mágicamente a Derek.

Scott sólo mira a su amigo; notando la forma en la que sigue preparándose para la carrera y de cómo levanta la cara con ilusión cada que escucha a alguien acercarse a él, sólo para volver a poner un semblante triste al darse cuenta que no es quien espera.

Y Scott piensa que a la mierda la decisión propia.

Camina hacia la salida del campo, completamente convencido en ir a la casa del moreno y sacarlo a patadas si es necesario.

Aunque espera que no porque la verdad es que no podría.

Se para en seco cuando se da cuenta de que si va caminando no va a llegar a tiempo, y que si va corriendo se morirá a medio camino.

Suelta un gruñido exasperado y está a punto de rendirse cuando ve una bicicleta al lado de las gradas. Sola. Oculta de la vista de cualquiera.

Tarda menos de medio segundo en tomarla, montarla y pedalear a toda velocidad a la casa Hale.

Todo el camino va maldiciendo mentalmente a Derek; no sólo está abandonando a su mejor amigo —su hermano— el día de la competencia; sino también está lastimando los sentimientos de Stiles indirecta y muy directamente, es decir, hoy su amigo se quería confesar y al idiota de Hale se le ocurre negarse a aparecer. Y cómo guinda del pastel, está obligando a un asmático a hacer ejercicio.

Si sobrevive, jura golpearlo muy fuerte.

Scott está jadeando como perro con neumonía —muy gracioso, se lo va a contar a Stiles después— y a punto de ceder a su necesidad de tirarse al piso a descansar, cuando por fin ve la casa Hale.

Al adentrarse en su patio delantero, logra ver a Derek sentado en el piso, recargado en la pared al lado de la puerta de entrada de su casa; completamente vestido para la competencia, con las piernas flexionadas hacia él, codos en sus rodillas, ambas manos en la cabeza y un semblante preocupado y pensativo, como si estuviera debatiéndose algo en su interior.

Cuando Scott llega al porche de su casa, se baja torpemente de la bicicleta y la bota con fuerza en el suelo, llamando la atención de Derek.

—¿Qué haces aquí? —inquiere molesto el moreno.

Running to your heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora