Capítulo 26: Nunca está más oscuro que antes del alba

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Tom no esperó a que Jack se moviera. Se metió en su litera y él mismo se hizo espacio empujando a Jack contra la pared.

—Ahora sí —dijo Tom—; podremos estar calentitos.

—Vuelve a tu cama, Tom. Esto es muy incómodo —le pidió Jack.

—Para dormir, sí; no te lo niego, pero...

—¿Qué pretendes, Tom? Me estás asustando.

—Tranquilo, nene. No te voy a violar... porque estoy seguro de que te dejarás voluntariamente.

—¿Qué?

—¡Venga! ¿Acaso me vas a decir que no lo haces siempre?

—¿Eh? No, Tom. Yo no soy como tú crees, yo...

—¡Diablos! El nene se va a hacer rogar... Bueno, eso le da un punto extra.

—Tom... no. No quiero... además va a venir la policía y...

—No seas tonto, nene. Ya oíste lo que dijo el tipo ese que me trajo: «Háganlo en silencio, porque los demás quieren dormir.» Ya me conocen, ¿o por qué te crees que me pusieron contigo en lugar de en otra celda?

Jack, al escucharlo estaba aterrorizado. El chico tenía razón, algo así había dicho el oficial que lo trajo y supuso que aunque gritara, no lo vendrían a proteger; más bien pensó que el oficial no sólo lo permitiría sino que parecía encontrarlo divertido. En ese momento estaba solo y a merced de ese delincuente juvenil que en lugar de estar angustiado por su situación, parecía estar en su charco. En un instante pensó en que Wolf estaría encerrado en otra celda y por lo tanto, no podría protegerlo; pensó en Mark que tampoco estaba cerca y no tenía idea de dónde podría estar; pensó en Martin quien probablemente ni siquiera se hubiera enterado todavía de la detención; y pensó en que ni la policía misma iba a protegerlo. Estaba solo y ante la firmeza de carácter de Tom y su indudable fuerza física, pensó que poco o nada podría hacer para impedirle que se saliera con la suya.

—Ya que te veo pensando, nene, elige: te lo hago a la fuerza y vas a sufrir en puta, o te portas bien y no te dolerá, más bien te va a gustar mucho... Eso por si todavía no sabes lo que se siente, pero algo me dice que ya lo sabes muy bien —le dijo Tom.

Jack, muy a su pesar, creyó de nuevo que el chico tenía razón. Nada iba a lograr con oponerse e incluso intentar defenderse y por el contrario, iba a salir muy mal parado; probablemente golpeado e indudablemente adolorido. Sin decir una palabra y con los ojos llenos de lágrimas, bajó sus pantalones junto con sus calzoncillos sólo lo suficiente.

—Ya sabía yo —dijo Tom con una sonrisa de triunfo—. Al nene le gusta este asunto y ya sabe como se hace.

Y era cierto que a Jack le gustaba ese «asunto» porque ya lo había comprobado con Wolf, pero ahora, mientras Tom estaba encima de él moviéndose como desesperado, Jack lloraba. Pensaba que ya estaba tocando fondo y que nada peor podría pasarle. Mientras lloraba y Tom estaba concentrado en el «asunto», como una película pasaron por la mente de Jack las imágenes que había creado cuando todo empezó: cuando deseaba que Willy le hiciera lo que Tom le estaba haciendo en ese momento; luego las imágenes de los recuerdos cuando Wolf se lo hizo, todo simultáneamente al dolor que estaba sintiendo, tanto el dolor físico como, y por sobre todo, un dolor moral provocado por el pensamiento de creer que ya no podía caer más bajo. En ese momento, Tom lo volteó para ponerlo boca arriba, tomó sus piernas para ponerlas sobre sus hombros y continuó con su labor. Ahora, Jack podía mirar a Tom a los ojos y veía cómo el chico disfrutaba lo que estaba haciendo sin importarle en lo más mínimo su sufrimiento. Podía ver que el chico era muy guapo y sin embargo, en lugar de dejarse llevar por considerar que era una oportunidad que debería aprovechar para disfrutarla también, se sentía muy mal; tanto que ni siquiera había tenido una erección. 

Sin dejar de llorar, Jack cerró sus ojos. Al ver que lo hacía, Tom le dijo:

—¿Qué pasa? ¿El nene cree que le estoy haciendo el amor? No te engañes y por eso esperes que te lo haga siempre... bueno, mientras estemos aquí, es muy probable, pero tan pronto salgamos, «si te he visto, no me acuerdo.» No te estoy haciendo el amor, nene —dijo Tom sin dejar de moverse—; sólo me estoy sacando el gusto y gozando un rato... nada más. No te creas que por ser tan lindo voy luego a salir a buscarte y menos pienses que ya no podré vivir sin ti.

Jack continuaba llorando y mantenía sus ojos cerrados, los cuales sólo volvió a abrir cuando Tom se encorvaba con los estertores propios que indicaban que estaba acabando. Para Jack, todo el proceso pareció durar una eternidad.

—¡Ah! ¡Qué rico! —dijo Tom mientras bajaba las piernas de Jack y salía de dentro de él—. No estuvo nada mal para pasar una aburrida noche en la cárcel. Esa es una de las ventajas que tienen las prisiones, ya verás. Cuando te lleven a la detención juvenil, ya no pasarás ninguna noche aburrida, nene; con lo bonito que eres, los chicos harán fila junto a tu cama... ya verás. Y si quieres una recomendación, tan pronto ingreses fíjate en el chico más fuerte, aquel a quien todos temen, y de inmediato hazte su novia, así los demás no te molestarán... claro, si es que no quieres ser molestado, pues si lo prefieres, en lugar de tener a sólo uno, puedes tenerlos a todos... Eso puede serte más divertido pero es más peligroso, te lo aseguro, porque aunque no sean gais, te aseguro que aparecerán los celos y además de que se maten entre sí, puede ser que te maten a ti... nunca falta algún idiota que piense el famoso: «O mío, o de nadie.» Pero en fin... tú sabrás —terminó diciendo Tom mientras volvía para su litera—. Y perdona que no me quede a dormir contigo, tú lo dijiste: para sólo dormir, es muy incómodo.

Jack seguía en silencio y no paraba de llorar. Ese relato que Tom acababa de hacerle, sonó en sus oídos como una profecía, más que como una advertencia o un consejo; la creyó más como una respuesta a su pensamiento de que las cosas no podrían ser peores, pues lo que el chico acababa de decirle, bien mostraban que podrían empeorar y mucho. Si allí, en una simple y relativamente pequeña delegación de policía lo habían violado, si llegaba al reformatorio, las cosas serían mucho peor. Porque aunque no opuso resistencia, lo hizo contra su voluntad; bajo coacción, pues no quiso hacerlo, sino que eligió de entre dos males, el menor. Aunque Jack, en su ingenuidad, no considerara que hubiera sido una violación, lo cierto es que lo fue.

Jack no pudo dormir; por el contrario, siguió pensando en todo lo que le estaba sucediendo y repasó todo lo vivido desde que aquel paseo de la pastoral cuando se enfrentó por primera vez a su orientación sexual. Pero esta vez, sólo lo repasaba, no intentaba entender ni descifrar lo que había sucedido. Sin embargo, sólo una cosa estaba presente en ese repaso: la sensación de haberse equivocado. Eso lo hizo sentir aún peor; pues indirectamente su experiencia estaba dando la razón a todos los que decían que la homosexualidad, aunque no fuera pecado, a nada bueno conduce, y si a algo, sólo al sufrimiento. Y se sentía peor pues aunque todo el mundo tuviera razón, también sabía que nada podía hacer para cambiar; su orientación era tan suya, tan propia, como sus huellas dactilares; por lo tanto, tenía la sensación de que estaba condenado desde su concepción, o por lo menos, desde su nacimiento; que había nacido con una maldición contra la que no había nada que oponer, porque aunque volviera a su determinación inicial de abstenerse de realizar ningún acto, bien sabía que no podía dejar de sentir. Era una maldición que acababa de ser firmada y confirmada por Tom: «No te estoy haciendo el amor, nene; sólo me estoy sacando el gusto y gozando un rato... nada más. No te creas que por ser tan lindo voy luego a salir a buscarte y menos pienses que ya no podré vivir sin ti.» Esas palabras volvieron a resonar en su mente. Era cierto, Tom no le había hecho el «amor», sólo tuvo sexo... nada más. Pero en ese momento, cuando consideraba que todo estaba perdido y ya no habría solución y menos aún, esperanza, lo entendió... Al fin, lo entendió.

Caperucita Roja 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora