Capítulo 7

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DESCLAIMER: Los personajes y situaciones narradas en ésta historia no me pertenecen, ésto es propiedad de Fernando Gaitán y RCN, yo solo escribo para mi entretenimiento y sin fines de lucro.

Me reporto nuevamente, aunque no sé si todavía haya gente leyéndome, pero voy a llevar a Betty hasta el final! Así que me complace dejar un nuevo capítulo por aquí, a la espera de que sea disfrutado.

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Capítulo 7

Tras haber salido victoriosa al evitar el casi despido del cuartel, Esmeralda estuvo el resto de la tarde en la oficina que compartía con su jefe, aunque en ningún momento pudo librarse de la galantería de éste en cuanto la vio con el traje. Se mordió el labio con fuerza para evitar responderle como se merecía, pero estaba segura de que no aguantaría mucho. De nueva cuenta sería presa de sus coqueteos y una idea brillante le pasó por la cabeza.

Al llegar la hora en que debía retirarse a descansar, llevó a cabo la primera fase de su plan. Recogió sus cosas asegurándose que nada se le quedara y abrió la puerta de la oficina, manteniéndola así para que la peliteñida se fijara en su persona, con una voz inusualmente melosa, se despidió del siempre seductor Mario Calderón.

— Hasta mañana, doctor — le guiñó un ojo con coquetería y se acercó a él de una manera muy sugerente para besarle la mejilla. Tomó el camino que la conduciría a la oficina de presidencia y bajo la mirada de reproche de la Fernández, escuchó unos pasos a su espalda, además de su nombre.

— Esmeralda, espere, ¿no quiere que la lleve a su casa? — ofreció el hombre, quien recorría con la mirada el cuerpo de su asistente, giró sobre sus talones y le dedicó una sonrisa de lo más superficial, no sin antes acortar la distancia que les separaba, dejándolos frente al escritorio de Patsy Pats — Es algo tarde y pienso que es mejor que un caballero como yo, la acompañe.

— Se lo agradezco tanto, doctor, pero no puedo dejar a Betty, quizá en otra ocasión — rechazó la propuesta sutilmente y ésta vez le besó cerca de los labios, antes de perderse en los sanitarios. Tres segundos después se le apareció la rubia desteñida completamente enfadada y bajo esa pose de "dueña del mundo" que comenzaba a desesperar a la castaña.

— Óigame, ¿qué está haciendo con Mario? Él es mi hombre y usted no tiene derecho a meterse con un ejecutivo de ésta empresa — la encaró mirándola de arriba abajo y abrió aún más la boca si es que se podía, le había descubierto el traje de la colección pasada.

— Entonces tú si tienes derecho a meterte con un Ejecutivo, no creí que esa cláusula estuviera en tu contrato, además, en ningún lado tiene tatuado tu nombre, ¿o sí, Patico? Probablemente no lo he revisado bien — argumentó a modo de broma y con la sonrisa más ancha que nunca, volvió hacia su reflejo en el espejo y la peliteñida tiró de su brazo para volver a gritonearle.

— ¡Deeesgraaciadaa! Le voy a decir a Marcela que no solo se está acostando con Mario, también que roba las prendas de la bodega, porque yo no recuerdo que Huguito se le haya prestado — movió los hombros como si hubiera algo que la estuviera molestando y Esmeralda solo levantó una ceja.

— Ahora comprendo que no solo eres tonta, también eres estúpida — enlazó sus dedos sobre el vientre — dile a doña Marcela todo lo que quieras, mi jefe me va a proteger y si tengo ésta ropa, es porque la compré, yo sí sé cómo invertir mi dinero — se le acercó arrugando parte del sastre que llevaba la mujer entre sus manos y frunció el entrecejo al mirarla con enojo — y sí me vuelves a tocar, te enseñaré como debes amar a Dios en tierra ajena.

Yo, ¿en Betty la Fea?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora