Prólogo

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No entiendo la obsesión que tiene la sociedad por los estereotipos. ¿No sería mucho mejor que nos enfocásemos en las cosas que nos hacen seres especiales? ¿Por qué tenemos que estar siempre preocupados por ser —o al menos parecer— iguales al resto?

Siempre pensé que en alguna dimensión paralela existe una especie de «fábrica de humanos». Y es que a veces lo siento así, como si hubiéramos sido construidos en serie. Me imagino una fábrica grande con muchas máquinas, una donde se fabrican caramelos de distintos sabores. Imagino que todos los caramelos van siendo preparados de la misma manera hasta que en algún punto van siendo separados, unos cuantos van a la derecha, otros a la izquierda, otros hacia el centro. Allí se les pone el sabor que tendrán y los colores: todos los rojos son de fresas, los verdes de menta, los amarillos de banana, y así. ¡Qué locura sería encontrar uno amarillo que fuera de fresas, ¿no?! Eso significaría un error en el proceso de fabricación.

Bueno, de alguna manera similar nos separan a nosotros en la fábrica de humanos. Si eres niña te debe gustar el rosa y las muñecas; si eres niño debes amar el azul y los autos; si eres inteligente de seguro eres nerd, aburrido y usarás anteojos. Si usas tatuajes o tienes el pelo de colores no pienses que podrás ser contratado en una empresa, nadie te tomaría en cuenta. ¿Qué clase de mundo es este?

Soy un ser humano que se ha salido del molde. En algún momento en aquella fábrica de humanos, me caí de la línea que llevaba a que a todas las niñas les gustara el rosa, las princesas y las muñecas. Nunca me gustó el rosa, amo el negro y el violeta oscuro, las muñecas me gustaban solo para hacer de extras cuando necesitaba armar una ciudad en la cual Spiderman salvaba a alguien. Tampoco me gustan los autos, ni el azul, así que tampoco soy un niño. Simplemente soy yo y lo acepto sin esconderme tras estereotipos, tras lo que la sociedad espera de mí. Soy un caramelo de fresas de color violeta. ¡Y tampoco soy de uva!

Por suerte, nací en una familia donde siempre me respetaron y aceptaron. En vez de la princesita, soy la súper niña de papá, y me gusta creer que tengo súper poderes desde pequeña. Amaba treparme por cualquier sitio porque de grande quería ser Spiderwoman, una vez dejé que una araña me picara solo para ver si aquello sucedía, ¡vaya frustración! No pasó nada.

Mi madre es hermosa y femenina, mi tía es bailarina de ballet, podría decirse que son todo lo que se espera de una chica, pero lo son porque les gusta, porque aman lo que hacen, no por obligación. Yo nunca encajé en las clases de ballet a las que me llevaron desde pequeña. ¡Eran tan aburridas! Odiaba esa faldita rosa llena de encajes y como la academia estaba en un edificio y en el salón de enfrente había clases de Taekwondo, yo prefería escaparme e ir a esas clases, ¡me encantaban!

El entrenador me dejaba entrar, le parecía adorable, una niña de ojos verdes con malla de danza rosa que se colaba entre sus alumnos. Cuando mi padre me buscó una tarde y se percató que no estaba en clases, se pegó el susto de su vida. Creyó que me habían secuestrado o algo parecido, pero entonces salme vio salir de la clase de Taekwondo y corrió a abrazarme. Todos los maestros de la Academia estaban asustados, no me habían visto llegar y no entendían por qué mi padre había ido a buscarme. Entonces el entrenador les contó que hacía una semana que yo ingresaba a sus clases y que él creía que lo sabían.

Fue un malentendido, me enfrenté a un regaño bastante importante, y aunque ni mamá ni papá eran de esos de infringir castigos físicos, me explicaron que había hecho mal en no decirles y que se habían asustado. Les dije que pensé que les molestaría que no fuera como la tía Taís y respondieron que yo podría ser y hacer siempre lo que me hiciera feliz, pero que no debía mentir.

Entonces, me inscribieron en las clases de Taekwondo, cambié las mallas rosadas por mi Dobok blanco y mi cinturón del mismo color. Mi papá me acompañó el primer día —bueno, el primer día oficial— y me dijo que estaba orgulloso de mí, después de todo una súper niña necesitaba saber defenderse para cuando tocara pelear con los villanos. Lo abracé y lo amé por ello.

Sin embargo, la escuela y la vida fueron otra historia. No encajaba en ningún sitio, era demasiado masculina para juntarme con las princesas, era demasiado linda para salir con las que se consideraban a sí mismas «feas» y me veían como amenaza, demasiado inteligente para las que no hablaban más que de banalidades, muy tonta para los que eran fanáticos de las matemáticas, demasiado aburrida para las que adoraban las fiestas, y muy divertida para las que estaban siempre deprimidas, ellas vestían de negro como yo, pero mi alma no era tan oscura.

Por tanto anduve siempre en mi mundo, con una sola amiga que era como mi hermana y quien era completamente distinta a mí. A ella —a Marcia—, sí le gusta el rosa y las faldas cortas, le gusta el maquillaje y los brillos, las carteras pequeñas y los zapatos de taco. Le encantan las flores y las joyas, pero por supuesto que hay algo que la hace salir del molde, y es algo un poco más complejo, a ella le gustan las chicas, o no lo sabe bien, pero el caso es que eso la ha hecho víctima de burlas y, a veces, tampoco encaja.

—Entonces, ¿sí te vas a ir a Alemania? —pregunta mientras terminamos de estudiar, ya solo queda una prueba final y el año escolar finaliza.

—¡Como todos los años desde que tengo uso de la razón e incluso antes! —exclamo y lanzo un bufido.

—Sí... No sé por qué te quejas, tú al menos viajas, yo no voy ni a la esquina. ¡Tres meses sin ti serán aburridos! Odio las vacaciones solo porque tú nunca estás. —Se queja mi amiga.

—Te juro que preferiría quedarme encerrada tres meses en el baño a tener que soportar al principito —bromeo y pongo los ojos en blanco, no soporto a Adler y la sola idea de ir a verlo me pone de muy mal humor.

—Adler no es malo, no sé por qué su presencia te molesta tanto —dice Marcia sabiendo que la miraré con odio luego de aquello, ella ríe con diversión—. Bueno, bueno... ¡yo solo decía! —exclama con un gesto de su mano.

Suspiro. En dos semanas estaré confinada a tres meses junto a Adler, el chico a quien mis padres insisten debo querer como un primo o un hermano. Sus padres y los míos son amigos desde hace muchos años y siempre soñaron que nos lleváramos bien. Y delante de ellos lo hacemos, pero el chico simplemente me parece insoportable, y vaya que el sentimiento es mutuo.

 Y delante de ellos lo hacemos, pero el chico simplemente me parece insoportable, y vaya que el sentimiento es mutuo

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Bienvenidos a este nuevo viaje, siéntense y pónganse cómodos. Espero se rían, lloren y disfruten de esta historia. Actualizaré miércoles y sábado por el momento, no puedo hacerlo todos los días chicas, lo siento... no estoy con mucho tiempo...

 no estoy con mucho tiempo

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Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora