Capítulo 8

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DESCLAIMER: Los personajes y situaciones narradas en ésta historia no me pertenecen, ésto es propiedad de Fernando Gaitán y RCN, yo solo escribo para mi entretenimiento y sin fines de lucro.

A pesar del tiempo que he tardado en actualizar, espero fervientemente que les siga entreteniendo leerlo, como a mi escribirlo ^^ sin más por el momento, les dejo con el cap.

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Capítulo 8

Esmeralda corría tanto como su cuerpo se lo permitía, miraba hacia atrás constantemente mientras seguía el camino por las calles de Bogotá; levantó la vista para encontrarse con una calle conocida y aceleró el paso cuando pudo divisar la esquina que le separaba de la casa de Beatriz. Debía llegar cuanto antes, en aquel momento no podía darse el lujo de flaquear y lanzar todo su esfuerzo por la borda. Ganaría la apuesta a como diera lugar.

Se sonrió con suficiencia cuando tocó la puerta de Doña Eugenia y dio un par de brincos como celebración, respiró profundo para recuperarse de tan larga carrera. Varios minutos después, que le parecieron horas, se encontraba sentada en el pórtico de la vivienda y a la espera de que su amigo lento apareciera, bebió un poco de su botella de agua cuando el hombre dio señales de vida.

La muchacha lo alcanzó a mitad de la calle y se propuso animarlo para que llegara hasta el final — ¡Vamos, Nicolás! Que esas piernas aún pueden dar para más — trotaba a su lado como si de una entrenadora se tratase y le prestó su botella para que se hidratara — ¡No te detengas! — Aceleró el paso para esperarlo en la puerta y que con su mano tocara la madera de la misma.

— ¡Bien! — repitió sus saltitos anteriores y lo miró con alegría — Fue divertido, ¿no lo crees? Nada como una buena carrera a la luz de la luna — palmeó su espalda cuando éste intentaba recuperar el aire por el esfuerzo físico, se mordió el aire para evitar soltar una risotada.

— Usted... usted lo dirá — llevó una de sus manos al pecho, para erguirse frente a la chica y mostrar su rostro completamente rojo — pero yo no soy hombre de éstos males — acomodó sus gafas sobre el puente de la nariz y volvió a beber del agua — lo mío son los números, el dinero, las finanzas, usted sabe — metió las llaves dentro de la cerradura, para que ambos pudieran refugiarse del sereno. Esmeralda estaba como niña con juguete nuevo.

— Sí, lo sé muy bien, Nick y por ello también estoy consciente de tu inteligencia, por lo que espero y puedas deducir, lo que tu derrota significa — le guiñó un ojo antes de dirigirse al refrigerador y buscar algo para cenar, después del ejercicio, siempre le daba hambre.

— Yo no voy a poder, Esme, es que... — levantó la vista de la fruta que había encontrado y levantó una ceja mirándolo; Nicolás se dejó caer en la silla del comedor mientras escudriñaba en lo más recóndito de su mente por una excusa. Suspiró derrotado.

— ¡Nada! Una apuesta la paga quien pierde, es una treta, tesoro — le mandó un beso como recordatorio de sus encuentros anteriores — además te estaré haciendo un favor, si quieres conquistar a Patsy Pats, debes demostrar que eres un hombre que resiste todo — se encogió de hombros una vez que tomara unas moras para engullirlas como aperitivo.

— ¿Patricia? ¿Patricia Fernández? ¿Ella te lo ha dicho? — se levantó como un resorte, quitándole un par de moras y con mejor humor del que aparentaba, escuchar a su amada siempre le renovaba las energías.

Yo, ¿en Betty la Fea?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora