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Luego de que Edwin les dio su paga, Frieda y Adler salieron en busca del nuevo celular. Lo que habían hecho en esos meses no alcanzaba para el modelo que Adler tenía, pero Rafael dijo que daría la diferencia, ya que el destrozo había sido ocasionado por su hija. Niko dijo que no era necesario pues ya los chicos habían pagado la culpa, pero Rafael insistió y finalmente le dio el dinero a Adler.

Fueron hasta la tienda y eligieron el indicado, cuando lo iban a pagar, Frieda sacó el dinero que había hecho en el trabajo y se lo pasó a Adler.

—No, déjalo —dijo el muchacho sacando su propio dinero.

—Pero... te va a faltar mi parte —respondió confundida.

—Pondré de mis ahorros, no es justo, trabajaste mucho... —se quejó Adler.

—Pero... fue mi culpa... el dinero era para eso —añadió confundida.

—Con que admitas que fue tu culpa ya soy feliz —bromeó Adler y ella negó—. Cómprate lo que quieras con eso, pero no digas nada —dijo y Frieda solo asintió.

Se sentía un poco aturdida por aquel gesto, además de que no sabía cómo reaccionar a semejante acto tan noble.

Salieron de allí y fueron a tomar un helado que la chica insistió en pagar, Adler aceptó mientras entusiasmado configuraba su nuevo aparato. Luego vio su reloj y se percató de que ya era hora de ir hacia el sitio donde se jugaría el partido. De camino, Frieda le pidió que pararan en un sitio de artesanías que quedaba cerca, quería comprarle un regalo a Marcia y sabía que allí encontraría algo que le agradaría. Lo hicieron y luego se encaminaron al estadio.

En frente, Adler le explicó a qué equipo alentarían, entonces en una tienda compró una bufanda para él y una gorra para ella. Se la puso y sonrió, Adler pensaba que Frieda se veía hermosa. Ingresaron al sitio y se juntaron con un par de amigos que los esperaban allí, estuvieron gritando e hinchando por el equipo que ganó dos a cero.

Al salir, se despidieron de los chicos y entonces uno le dijo:

—Paso por ti mañana, Adler.

—Te espero —sonrió.

—Eh... una cosita —añadió el chico.

—¿Sí? —preguntó Adler viendo a sus amigos que entrecruzaron una mirada incómoda.

—Ava se autoinvitó, dijo que no puede ser que no esté a tu lado en este momento.

Adler sintió que la sangre le hervía, no quería saber más nada de ella, sentía que era muy difícil olvidar a alguien que le traicionó si la tenía rondando todo el rato. Suspiró negando pero no dijo nada más, Frieda lo sintió tensarse.

Caminaron en silencio y llegaron de nuevo a aquella plaza, se sentaron en el banco de siempre. Para aquel punto Frieda sabía que ese era un sitio donde a Adler le gustaba escapar cuando las cosas se le salían de las manos.

Ni príncipe ni princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora