Capítulo 18

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—Hija alguien te busca.

Mamá me grita mientras término de organizar mi cuarto. Cepillo mi cabello y bajo en pijama.

Las cosas entre ella y yo han estado volviendo a la normalidad. Sebastián vino ayer y le pidió permiso directo a mamá para ser mi novio y ella se lo dio, aunque dejó clara su postura y nos advirtió de los problemas que podríamos tener.

—Voy. —Le grite.

Baje las escaleras esperando ver a Sebastián, pero no fue así.

Una señora muy elegante de unos 45 años, rubia y delgada, muy bella, me esperaba en la puerta, se parecía a esas mujeres cuya profesión fue en Hollywood en las épocas pasadas, irradiaba elegancia por donde se le viera.

—Buenos días. —Dije buscando ser cortes además de iniciar una conversación—. ¿En qué le puedo colaborar?

Estiró su mano de una manera algo apática y se presentó. —Soy Silvia Montoya, la madre de Sebastián.

¿Qué? ¿Por qué está ella aquí?

—Mucho gusto Danna Ramírez.

—Hasta su apellido es corriente. —Murmuro.

— ¿Disculpe?

—Nada. —Vio mi casa con desagrado y a mí igual.

—Siga y siéntese señora. —Intente ser amable aunque ya estaba algo molesta.

—No muchacha, no es necesario solo necesitó unos minutos.

—De acuerdo.

Esta visita no es buena, lo intuyo. Su cara de desprecio y sus palabras son una clara señal, comprendo a lo que se refería Sebastián.

—En ocasiones la peste llega a invadir el buen cultivo, ¿sabe? Y no quiero que eso suceda, mi hijo tiene todo, absolutamente todo para llegar lejos y no quiero que por nada del mundo su futuro se trunque. —Me hablaba de manera despectiva—. Estoy dispuesta a pagar lo que sea con tal de que se aleje de él.

— ¿Cómo?

—Usted no tiene lo que es necesario para ser la novia de mi hijo, no hay material, pero es caprichoso y no quiere alejarse de usted, así que planee esta visita para charlar del tema. —Pasó su dedo sobre la puerta buscando mugre y frotó los dedos—. Ponga un precio el que sea.

¿Peste? ¿Material? ¿Precio?

Sentí la rabia acumularse lentamente, como si toda la ira fuera subiendo a mi cabeza a niveles altísimos, como era posible que hiciera esto, como podía hablar de una forma tan hiriente, tan cruel.

—Mire señora, quiero a su hijo, lo hago con todo mi corazón y no por usted voy a alejarme.

Rio irónicamente. —Sé lo que personas de su clase quieren, yo solo le facilitó las cosas, le estoy haciendo el camino más corto, debería alegrarse.

—No, no sabe nada sobre lo que quieren los demás —apreté mis dientes—, si así fuera no vendría a mi casa a insultarme de esta manera. —Empecé a sacarla—. No voy a separarme de su hijo por nada del mundo. Ahora si no tiene algo cuerdo que decir —ya estaba fuera de mi casa—, sólo váyase.

Hace mucho no lloraba por cosas como estas, la sensación de las lágrimas cayendo por mis mejillas se sentía desconocida, aunque en muchas otras ocasiones hubiera llorado, está vez se sentía diferente como si todo lo vivido junto a Sebastián se fuera a la basura de repente.

—Danna lo escuche todo. —Mamá me veía mientras lloraba intente limpiar mis lágrimas rápidamente—. No tienes que fingir conmigo.

—Solo es una estupidez.

En El ParaisoWhere stories live. Discover now