Prefacio

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12 de enero 2012

Estábamos en un lugar oscuro, mi madre sollozaba a mi lado, yo tenía miedo, no por mi, si no por ella.

—Hijo, tu padre vendrá por nosotros, el lo prometió — decía sollozando.

La puerta de metal se abrió y entraron dos hombres encapuchados con grandes pistolas.

—Arriba mocoso — tomaron mi brazo fuertemente y me jalaron hacia fuera.

Oi el grito de mi madre, quien gritaba rogando para qué no me hicieran nada.

No la quería dejar sola.

Me llevaron a un cuarto que más bien parecía bodega, me aventaron al piso y ahí dentro se encontraba El, la persona que me desgraciaría la vida.

—Pero miren a quien tenemos aquí — dijo con voz ronca y con una risa un poco malévola.

De pronto la puerta se abrió y entraron más hombres, uno de ellos traía una gran navaja.

—No me hagan daño — dijo con voz temblorosa al ver cómo el hombre de la navaja se acercaba a mi.

—Descuida mocoso, solo te dejaremos un pequeño recuerdo — dijo riendo y tomando la navaja que le ofrecía el otro hombre.

Y de pronto pasó, el se acercó a mí, me tomo fuerte del cabello y me puso la navaja en la parte izquierda de la cara y entonces me marco, me marcó una y otra y otra vez.

Me marcó de por vida.

Junto con mi sufrimiento y mi dolor un balazo se escuchaba en la otra habitación.

Mi madre.

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