Veinticuatro

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Stevie:

- Debería irse -Fue lo único que salió de mi boca antes de salir corriendo hacia mi habitación como quien es perseguido por algún monstruo. Cerré la puerta de mi habitación con un fuerte y seco sonido, por fuera se veían sólo las luces de las farolas, al sentir como pasos apresurados comenzaban a subir las escaleras cerré con pestillo la puerta.

Fue lo peor que pude hacer.

Me cambié de ropa ignorando completamente los insistentes ruidos en el pasillo, no solo eran esas personas, sino que también eran mi padre y mis hermanos pidiendo explicaciones, me tapé bajo las sábanas negras tratando de conseguir sueño.

De un momento a otro una luz iluminó mi habitación a oscuras y seguido un trueno retumbó por toda la casa, un segundo pasó para que todos intentaran entrar desesperadamente a mi habitación. Que estaba cerrada con pestillo.

- ¡Stevie abre la puerta! - Golpes y pasos atropellados por todas partes empezaron a desesperarme aún más de lo que estaba, en shock lo único que podía hacer era quedarme bajo las sábanas quieta esperando otro trueno más, que no esperó tanto, unos segundos después la habitación se volvió a iluminar ahora más ferozmente y un sonido aún más cerca y fuerte me estremeció de pies a cabeza.

- N-no me pu-puedo mover - Susurré aterrada bajo las sábanas.

- ¡Stevie cálmate!, respira profundo - No reconocí la voz de quien era pero sonaba segura y calmada, me incitaba relajarme - Stevie, piensa en tu familia, en todos reunidos y felices, calmados - Suspiré pesadamente, tardé bastante tiempo en procesar las palabras, afuera una luz volvió a iluminar todo afuera y la desesperación empezó a invadirme. Pero la voz jamás se detuvo, fue el constante de estar diciéndome palabras calmadas las que me relajaron al punto de que pudiera llegar a la puerta para sacar el pestillo.

- ¡Stevie! - La puerta se abrió rápidamente y mis hermanos entraron como balas a abrazarme, y rodearme para asegurarse que estaba bien.

(...)

- Stevie, tienes una llamada - Mi padre se acercó con el teléfono entre sus manos y su cara era de tristeza.

- No quiero hablar con nadie - Susurré herida, cubriéndome hasta la cabeza con la cobija del sillón.

- Hija, hazlo, jamás te daría el teléfono si con eso te veo sufrir.

- Está bien - Susurré sacando la cabeza de entre la cobija, frente a mi estaban mis hermanos conversando teorías y cosas por el estilo con varios lápices de colores, unas hojas y mapas de la ciudad, rodé los ojos al ver sus intentos de saber que ocurrió.

- Te amo - Dijo mi padre cuando le recibí el teléfono, acarició mi cabeza y me besó en la frente, eran aproximadamente las doce de la noche y él mañana tiene que ir a trabajar.

- Y yo a ti, anda a descansar papá, estaré bien, los chicos cuidaran de mi - Dije en un susurró, él asintió y se despidió de mis hermanos para luego subir a su habitación.

Miré a mi hermanos que al darse cuenta de que los miraba levantaron su cabeza, me sonrieron y luego volvieron a lo suyo entre susurros.

-¿Hola? - Susurré al teléfono, aún lado se escuchaba música alta.

- Stevie...

- Rebecca, hola.

- Stevie... ¿cómo estás? - Preguntó en tono, que detecte de pena.

- Estoy tan bien como se puede estar, ¿Cómo estás tú?

- Furiosa, Stevie no quería que te enteraras de esa forma, te lo íbamos a decir, yo te lo iba a decir, le estuve amenazando a Chris desde que Malcom empezó a emparejarlos, estoy segura de que arregla...

¡Que no soy chico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora