8.Huyendo de Triz

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(Dafne)

Estúpido. Estúpido. Estúpido Damián. ¿¡Por qué tuvo que besarla aquel día?! Pero no sólo se había atrevido a humillarla públicamente sino que también atentó contra sus labios en su casa, ¡en su casa! Definitivamente ese chico podía darse por muerto, pero antes lo torturaría un poco más, publicar un anunció suyo en el periódico no era más que el principio.

Suspiró y tocó un par de notas en su guitarra pero en seguida desistió. No estaba nada concentrada por culpa de ese memo. Además, podía pasarse la tarde insultándolo mentalmente pero desgraciadamente tenía que reconocer que lo que más la enfadaba no era que el pelirrojo se hubiese atrevido a besarla dos veces, sino que en ambas ocasiones ella no reaccionó. ¡Prácticamente dejó que él la besará! ¿¡Pero qué estaba mal en su cuerpo?! ¿Estaría enferma? ¿Damián usaba cloroformo como perfume? Sí, tenía que ser eso. Ese idiota debía usar cloroformo de perfume para atontar a las chicas, no había otra explicación posible.

―Dafne.―saludó Ann alargando la "e" final para parecer que cantaba, la rubia entró como si estuviese en su casa y se tiró sobre la cama.―¿Qué haces?

―Pensar en cómo matar a Damián y luego esconder su cadáver.―explicó ella poniéndose en pie y depositando la guitarra en su funda, Ann dio una vuelta cual croqueta sobre la cama hasta quedar bocarriba.

―¿Otra vez?―preguntó la rubia dejando que su largo pelo casi tocase el suelo. ―Bueno, ya sabes que mi pala siempre estará a tu disposición.

Se llevó la mano al corazón y agradeció el gesto de su mejor amiga. Ese era el deber de una mejor amiga, ayudar; ayudar aunque la ayuda consistiese en enterrar un cadáver a treinta metros de profundidad. Abrió su armario y sacó uno de los walkitalkies que su padre le había regalado cuando cumplió los diez años para que se comunicase con Nora en caso de guerra. Así era su padre, siempre preparándolas para los peores momentos.

Lástima que no los usase para los nobles propósitos de su padre.

―¿Dónde está el otro?―curioseó Ann sentándose en la cama y mirándola con ojos brillantes.

―Coge los prismáticos y sígueme.―indicó con entusiasmo, Ann le hizo un saludo militar antes de tomar los prismáticos que estaban colgado en la percha de su puerta y seguirla.

―¿A dónde vais? ―preguntó su padre cuando las vio pasar, ella sonrió como una niña buena y su padre frunció el ceño.―No quiero más quejas de los vecinos.

―Oye, oye... papá que desconfiado eres, sólo vamos a dar un paseo.―protestó ella mientras abría la puerta, Ann a su lado asintió fervientemente y ambas abandonaron su casa.

Cuando llegaron a la calle se dirigieron al parque Lorca y treparon a uno de sus árboles, una vez escondidas entre las ramas señaló hacia el coche de Triz que estaba aparcado en la calle de enfrente. Ann se colocó los prismáticos y cuando vio que alguien se acercaba levantó el dedo pulgar.

―¡Entréguenos todas sus pertenencias ahora!―exclamó por el walkie haciendo que una señora de unos cincuenta años se agarrase a su bolso con fuerza para luego mirar hacia los lados y salir corriendo.

Ann y ella se miraron y comenzaron a reírse sin parar.

―¿Lo escondiste en el coche de Triz? ―indagó Ann arrebatándole el walkie de un manotazo.

―Está pegado al tubo de escape, más cinta adhesiva en el coche no llamaría la atención por eso era el coche perfecto.―contestó señalando hacia una pareja joven que iba a pasar al lado del coche, Ann asintió enseguida y los siguió con la mirada.

Cállate y Bésame (TQST Libro #2)© [EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora