19. Exhibición de petulancia

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Después de lo que vi la otra noche mi sed de venganza sólo ha ido en aumento. Lo pensé y puedo ayudar al PRR desde aquí como infiltrada. Es un riesgo, pero lo asumiré.
Empecé por pedirle a Marta quedarse un rato conmigo en la biblioteca para ayudarme a trazar un mapa del castillo gris que haré llegar a mi padre por medio de Garay. A Marta, sin embargo, le dije que será entregado a las demás campesinas del Callado, para que sepan hacia dónde correr si son capturadas. Es poco probable que alguna otra campesina intente lo mismo que yo y seguramente el rey Jorge ya tomó precauciones para que no suceda otra vez, pero necesito una excusa apropiada para Marta.

—En el primer piso está el vestíbulo principal —Dibujo todo conforme a la explicación de Marta—. Allí hay cuatro puertas. Una conduce al Salón de banquetes, otra a un corredor que te lleva al Salón del trono, otra permite a la servidumbre trasladarse de la cocina a todo el castillo y la última a una escalera que lleva al segundo piso.

—¿En el primer piso está la cocina?

Marta se rasca la cabeza. —Y las habitaciones de la servidumbre, sí, pero todo oculto detrás de esa puerta —Ella señala el mapa—. Por esa ruta también encuentras un jardín que el castillo comparte con la iglesia y la calle del cenobita. Esa es la salida que usamos nosotros los sirvientes para ir y venir  —sonríe amable, invitándome a usar también esa ruta—. ¡Ah! En el Salón de banquetes también hay una salida al jardín de la Guardia, una puerta secreta que te lleva al Salón del té y un graderío que también conduce al segundo piso. Por allí corriste tú la otra noche, pero no llegaste hasta el vestíbulo.m. Tú encontraste el graderío que te llevó al segundo piso.

Me estremezco al recordar esa noche. —No sé, sólo recuerdo que abrí y cerré muchas puertas.

—De conocer el castillo no hubieras estado tan confundida —lamenta Marta, asumiendo el supuesto propósito de esto—. El jardín de la Guardia te lleva a una morada aparte. Un mundo aparte, en realidad. Allí residen los soldados. Dentro hay salones de esparcimiento y entrenamiento para ellos; sus comedores, sus dormitorios... y por allí también llegas a las mazmorras. 

—Ahí estuve yo —me quejo, recordando con enojo a Mah y a Jan.

—No, Elena —Marta niega con la cabeza—. Te creo que estuviste en una mazmorra y que el rey tiene más prisioneras allí, pero las verdaderas mazmorras del castillo gris son subterráneas. Jamás hubieras podido escapar de allí. En ese lugar están encerrados los Filius y las fieras salvajes que exhiben en la Rota. Dekan me ha hablado de cómo es —Y por su cara asumo que no es bonito—. Los prisioneros apenas y pueden ver la luz del sol a través de una cámara que llaman el Cenicero o por medio de un Palomar. Apenas les dan de comer. Todos, sin excepción, viven en una situación precaria.
Ese es el destino de las Serpientes que son capturadas para después morir en Reginam.

Suspiro. —Bien, ¿qué más hay en el castillo, Marta?

—Déjame ver —Ella intenta recordar—. En el segundo piso está el Salón de los espejos, el Salón de los Laureles, el Salón de las armas, una exhibición de arte, la biblioteca... y también hay habitaciones sencillas que la reina dispone para bardos y soldados de reinos amigos.

—¿En una de esas duermo yo? —pregunto, dudosa.

—Sí y en el tercer piso están los aposentos de la familia real.
En el cuarto piso hay habitaciones para invitados de honor y un acceso al almacén de víveres.

Sigo dibujando. —¿Qué más, Marta?

—Hay un quinto piso pero está prácticamente abandonado. Lo utilizan los centinelas. Por allí también accedes a algunas torres que sólo puede visitar la reina. No conozco mucho ese piso... No nos permiten recorrer a complacencia todo el castillo.

Lo imaginé.

—Bien —Froto mi barbilla, pensando—. ¿Algo más que necesite saber?

—Déjame pensar... Está el aljibe. Aunque no sé cómo llegar. Por allí se abastece de agua al castillo y también sé que por allí ingresan a la iglesia monjes que vienen desde el Monasterio.

—¿Desde el Monasterio?

¿Hay un acceso al castillo a través de la iglesia? Eso es importante.

—Sí, aunque no te sabría explicar cómo. Dekan sólo sabe que hay un túnel subterráneo que te lleva al lago —dice, temerosa de que alguien nos escuche.

Interesante pero Marta no sabe cómo llegar al aljibe, por lo que no puedo dibujarlo en mi mapa. No obstante, anoto la información.

—Aunque no creo que las campesinas necesiten esa información, Elena —concluye, ingenuamente.

No, ellas no...

También le platico a Marta lo que vi la otra noche, sin embargo para mi decepción dice haber visto y oído cosas peores. ¿Cuán terrible es eso? Y como siempre defendió el actuar de los Abularach.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora