21. El dolor de cabeza de Eleanor

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—¡Elena, date prisa!

Marta fue por mí a la biblioteca . La familia real y demás personas en el castillo gris fuimos trasladados hacia uno de los sótanos.  El príncipe Gavrel no quiso correr riesgos. 

—Quieren entrar a como dé lugar al castillo —dijo.

Aparentemente soldados de Godreche tenían rodeadas las entradas del castillo, y aunque al principio me dio gusto escuchar eso, pronto me di cuenta que de lograr entrar yo también sería asesinada. El rey de Godreche es aliado nuestro, pero ¿cómo demostrar a sus hombres que estoy de su lado? Pero todo fue falsa alarma. 

—No subestimemos ningún aviso —dijo un avergonzado Gavrel a todos.

—Sólo era un grupo de borrachos —alegó Jorge. Él fue el primero en quejarse—, un grupo de borrachos fingiendo ser enemigos nuestros. Hazme el favor —Él no pierde ninguna oportunidad para hacer sentir un idiota a Gavrel—. ¿Quién es tu informante, hijito, que sólo te ha hecho quedar en ridículo?

Sí, ¿quién? ¿Gio?

—Debemos prevenir —respondió Gavrel, defendiéndose. 

—¡Sólo venimos aquí a perder el tiempo!

—¡Pues tómalo como un maldito simulacro! —devolvió Gavrel, que,por cierto, me di cuenta que enojado es tan peligroso como cualquier fiera de Reginam. 

—Por lo menos discúlpate.

—Tienes razón, padre —De inmediato adoptó una actitud irreverente—. Perdón. Prometo que la próxima vez dejaré tu culo al aire para que sirva de tiro al blanco.

Y claro, uno también puede contar con Sasha. —¡Oh, eso le encantará!

Gavrel lo miró con molestia. —Cierra el pico, Sasha.

—¿Ya se fueron los rebeldes? —le cuestionó el otro.

—Nunca estuvieron aquí, imbécil.

—Doble victoria entonces.

—¡Ya!

—¡Traigan putas y cerveza, los Abularach ya ganaron esta guerra!

Temí que Gavrel reventara. —¡Ya cierra la boca, Sasha!

—¡Ajá! ¡Ya oyeron, rebeldes, no se metan con Gavrel Abularach porque él y su Guardia real están preparados para borrachos y más!

—¡Mira que...!

—¡We will rock you!

El rey Jorge también estaba harto. —¡QUE TE CALLES! 

Eleanor terminó gritándoles a todos. A todos. 

Hasta ese momento tenía poca información para las rebeldes. Sin embargo, ahora podré decirles que lo que más aborrece Eleanor no tiene que ver con plebeyos o serpientes. Por el contrario, Sasha le produce mucha más aversión y enojo. Porque estoy segura de que el peor castigo para ella sería estar encerrada en una habitación con él. Por ejemplo, después del simulacro, todos los sirvientes fuimos advertidos de no hacer el menor ruido, pues la reina tenía jaqueca. Incluso la condesa Cua Cua fue obligada a mantener la boca cerrada. No obstante, más tarde, ese mismo día, un estruendo nos hizo saltar a todos. Asumí que esta vez si se trataba de los soldados de Godreche, pero no. Oh, sorpresa. Nunca en mi vida había visto una guitarra eléctrica o a un príncipe en calzoncillos, pero ese día vi ambas cosas. Sasha se estuvo paseando por todos lados exhibiéndose, llevando sobre su cabeza una corona y sobre su espalda una capa, mientras tocaba en calzoncillos el objeto de nombre guitarra eléctrica, cantando "A la polla de Gavrel le saldrán telarañas de no ser usada". ¿Qué está mal con Sasha? Los soldados tuvieron que detener a Gavrel para que no lo despellejara por burlarse de él.

Marta aseguró no comprender por qué Sasha Abularach no ha sido crucificado en Reginam. 

—Creo que temen irse al infierno si matan a alguien de su sangre —dijo.

Ese fue mi cuarto día aquí.

El quinto día fuimos convocados una vez más, aunque en esta ocasión a la cocina del castillo.

—Intentaron envenenar a la reina —anunció Malule. Todos de pie frente a él.

—Poderosos del cielo, ¿quién quiso envenenarla? —preguntó Farrah, asustada; que, por cierto, había sido obligada a salir de la cama.

—¿Y quién no quiere hacerlo?—contestó Sasha—. Vamos, todos hemos soñado con eso.

—Sasha... —empezó Gavrel.

—Especialmente tú, Gavrel. Admítelo.

Gavrel se cruzó de brazos. —Yo quiero a mi madre —aseguró. 

—¿Ves como no te mira a la cara cuando lo dice? —debatió Sasha, mirando de Gavrel a Eleanor—. Já, un regicidio en ciernes.

—¡No empieces!

—Basta —los calló Isobel, cansada—. Tenemos que encontrar la forma de que esto no vuelva a suceder. ¿Malule?

—El veneno estaba dentro del té —informó Malule—. La sirvienta sirvió dos tazas. Si la reina hubiera bebido de esta antes que la cortesana que le visitaba, ahora estaría muerta.

Unos segundos de silencio procedieron hasta que Sasha habló una vez más: —Pero no pongan esas caras —dijo a todos—. Ánimo, lo podemos intentar otra vez. Ya saben que también ama beber vino y comer  tartas.

—Sasha...

—La decisión que tomó su Majestad, la reina Eleanor —dijo Malule, dirigiéndose a todos e ignorando a Sasha—, fue que a partir de ahora las sirvientas prueben su comida antes de comerla ella. De esa manera estaremos seguros de que nadie en la cocina intentará envenenar a la reina.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora