Hoy no.

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—Estoy aquí. Estoy con vida.

—Eso es un alivio —habla, falta de aire—. Por favor, no me espante así otra vez. ¿Qué le ha sucedido?

—Vinieron por mí, estoy saltándome un montón de reglas al venir aquí... —Hago una pausa—. Se supone que yo...

«Debería estar muerto», pienso.

Exhala un profundo suspiro, el cual parece despejarle el alma.

—Oh, hablando de "se supone", ya debería cortar.

Ahora soy yo a quien le fallan los pulmones. No, no quiero que corte. En estos momentos lo peor que puede pasarme es quedarme a solas con mis pensamientos. Estoy hecho un lío. Soy una maraña situacional.

—No corte, por favor —suplico otra vez.

—Mi turno ya termina, Morgan.

Su tono de voz me recuerda a mi niñez, cuando mamá me reprendía por algo que quería hacer a toda costa pero que, evidentemente, traería problemas. Es una voz que me transporta, que me hace viajar, que se siente dulce y querible.

No quiero quedarme sin la familiaridad de su voz.

—¿Puede darme su número privado?

Se le escapa jadeo lleno de incredulidad.

—Oiga, no se propase —advierte en un tono bajo. La he hecho enojar. Creo que fui muy... avasallador—. Esta rara conversación fue solo una coincidencia, y ya tiene que terminar o me van a despedir en mi primer día... ¡Cielos, la jefa está mirando hacia aquí!

Ajetreo y más ajetreo. Una vez femenina muy marcada. Más ajetreo. Una respiración pesada contra el micrófono.

—¿Morgan?

—Sigo aquí.

—Lo lamento, ya debo cortar.

Guardo silencio. Ella también.

—Bien... Gracias por su llamada. Y quiero decirle antes que todo esto termine que fue su llamada no ha sido una coincidencia, fue una señal. Una que recordaré hoy.

—Uhm... sea lo que sea que intentaba hacer, recuerde que alguien estará allí para usted. Las mejores personas llegan en los momentos más inesperados. ¡Y no olvide ver las promociones de Reburn...! —Se escucha una sonrisita nerviosa—. Ahora sí que lo dejaré, mis compañeras están marchándose. Oh, y cuando despierte por la mañana debería escuchar a Queen, le sube el ánimo a cualquiera.

Silencio.

Miro la pantalla y leo: «llamada finalizada».

¿Y ahora qué?

¿Se acabó mi señal? ¿Tendré que volver arriba?

Observo la pantalla y espero que la llamada de Ross vuelva. Que me llame otra vez.

Pero no pasa nada. Todo lo que oigo son los pasos de los guardias en mi búsqueda.

Me dejo caer sobre el suelo sintiendo el vacío otra vez. Mi cuerpo manchado y siendo carcomido por la culpa. La voz en mi cabeza comienza a hacer eco dentro, matizando y angustiando todo mi ser. Puedo escuchar los gritos desesperados, los golpes de puerta, el crujido de la madera.

Me agarro la cabeza queriendo arrancarme el cabello y cierro los ojos para abrirlos de golpe, porque en la oscuridad las vivencias de aquel día se encienden en mis retinas.

Busco en qué sostenerme. La llamada, mi señal, en eso me sostendré.

Respiro hondo y busco la salida del edificio antes de que los guardias vuelvan a dar con mi paradero.

«Hoy no», me digo.

Lo repetiré hasta convencerme de ello.

Mi última señal ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora