28. El cumpleaños de Isobel

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Estoy esperando a Isobel afuera de su habitación para acompañarla al Salón de banquetes.

—Te ves mejor que yo —dice, al verme. Se ve convencida.

Escogí un vestido color amarillo oro a pesar de las quejas de Gio sobre que el verdemar es mi color. Y mi cabello le dejé suelto. Nada en el infierno me hará ponerme un tocado o sombrero.

—No, Alteza, usted se ve mejor —digo, con actitud sumisa.

—No. Tu piel bronceada. Tu cabello. Tus ojos. Toda tú eres hermosa.

Elijo tomar eso como una broma. —Alteza, usted es una princesa. Yo... sólo soy una sirvienta envuelta en seda.

—Ya veremos quién consigue más citas esta noche —me reta Isobel, guiñándome un ojo—. Porque desde ya te digo que tienes mi permiso para dejarme sola si algún buen mozo intenta atraer tu atención.

Me enojo de hombros. —Preferiría que no.

—Porque te advierto que conmigo te vas a aburrir. Soy la peor de las compañías.

No me lo parece y Jakob tampoco piensa eso.

En el Salón de banquetes hay por lo menos doscientas personas. Isobel luce tan sorprendida como yo.

—Yo no invité a tanta gente —balbucea, parpadeando mucho.

—¿Quién entonces?

La princesa se exalta. —Sasha, ¿quién más? No puede esperar su propia fiesta de cumpleaños.

—¿Les pedirá que se vayan?

—No —suspira, resignada—. Sería una descortesía de mi parte pedir eso a un noble. Pero te digo que no vienen por mí. La mayoría son damas. Están aquí por Gavrel, Sasha, Baron o por algún otro soldado de alto rango.

—¿Algún pretendiente suyo? —me atrevo a preguntar, porque algunos caballeros buscan atraer la atención de la princesa... y creo que la mía también.

—Ninguno lo suficiente educado, Elena.

—Tal vez si se tomara el tiempo de conocer a alguno.

Jakob...

—No. ¿Para qué? —Isobel niega con la cabeza—. Mi madre o Gavrel decidirán con quién debo casarme.

Qué pesadilla.

Hago una mueca. —Suena horrible.

Isobel suspira. —Pregúntale a Gavrel si no lo es.

Oh no, no quiero preguntarle nada a él. Nada.

—¿Qué es eso? La lucecita —señalo. Una luz roja minúscula que se apaga y se enciende segundo a segundo en el techo, llama mi atención—. Está sobre... ¿Qué es ese objeto?

—Cámara de video —responde Isobel, también mirando la lucecita parpadeante—. Así le llama Sasha. Hizo que Macabeos colocase diez aquí en el salón. Macabeos es el encargado del Heraldo —aclara—. Es nuestra voz allá afuera.

—¿Cámara de...?

—Video. Es una explicación larga. ¿Has visto alguna vez una fotografía? —pregunta y asiento—. Ese objeto —señala— conserva fotografías que se mueven.

Necesito una copa. 

—¿Bien por ustedes?

—Bien por Sasha —resopla—. A él lo tienen fascinado.

¿Será valiosa esta información?

Rimona Doncel es una de las primeras en acercase a la princesa.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora