31. Termino en una iglesia con el príncipe Gavrel

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Era la H. Llevo dos años poniendo atención a todo lo que dice su acentuada voz. No puedo equivocarme. Hedda es la H.
Sonrío orgullosa de haberla reconocido, pero, sobre todo, de por fin haberla conocido. Ella ha inspirado a muchos a unirse al Partido. Las Serpientes le debemos mucho a Hedda.

Lo primero que hago al regresar a la Gran isla es buscar a Garay para entregarle el mapa que copié a Gavrel. Él lo esconde como si este fuese oro. También le hago ver que tenemos que seguir ayudando a la gente del Callado, por lo que me pide proponer algo.

Baron.

—Así que quieres saquear a Baron de Jacco —ríe.

—Me lo debe —gruño.

Me dejó tirada hoy. Aunque es mejor que Garay no sepa eso.

Él arquea una ceja. —¿Por qué él y no Gavrel?

¿Qué? ¿Desde cuándo quiere arriesgarse tanto?

—¿El príncipe Gavrel? —repito, a modo de dar a entender que quizá no entendí bien.

Garay suelta una risita. —Gavrel, Elena. Frente a mi simplemente llámalo Ga-vrel —suelta, airado—. ¿O no te ha pedido que lo tutees?

Abro mucho mi boca antes de decir algo. —¿Perdón?

Garay entrecierra sus ojos. —¿No te llevó a una cama después de que les dejé solos la otra noche?

Intento abofetearlo pero él me detiene.

—¡Vete al demonio! —le grito, molesta.

—No tardará en hacerlo —continua.

Está jugando con fuego.

—Si yo quiero —enfatizo, golpeando mi pecho.

—¿Y quieres?

Titubeo un poco. —Ese no es...

—Hazlo por las Serpientes —devuelve Garay, venenoso ¿Por qué me está empujando tanto? —Por el movimiento rebelde, ya sabes.

—¿Cuál es tu problema? —decido encararlo antes de que continúe yendo por ese lado.

Duardo me evalúa con la mirada. —Sólo quiero saber qué tan lejos pretendes llegar con tal de ganarte un lugar en el Partido.

¿Hay un límite?

—Quiero demostrar que soy capaz. Sólo eso.

—¿Eso incluye la posibilidad de acostarte con Gavrel Abularach?

—¿Por el partido? —objeto. Garay hace un gesto afirmativo—. Sí, si lo haría —digo, sin dudarlo, pero me sudan las manos.

Él se echa reír. —Sí, claro.

No me cree capaz pero yo estoy hablando en serio.

¿Lo estoy?

¿Estoy hablando en serio?

¿Me acostaría con el príncipe Gavrel con tal de intentar sacarle información que sea útil al Partido?

Garay está evaluándome.

—Te lo pediré una sola vez, Elena —intenta advertirme, ya sin una pizca de humor en su voz—. Sal de ese castillo antes de que le cuente todo a Viktor.

—No serías capaz.

A quien sea, menos a mi papá.

No te vas a acostar con Gavrel Abularach —sentencia, pero no digo nada de vuelta—. Ahora ven. Vamos a dejar sin calzones a Baron —agrega, con más ánimo y buscamos al resto de la cuadrilla: Conejo tuerto y Ratón feliz.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora