46. A lo mejor la vida de Isobel se complicó más que la mía, o tal vez no

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La invitación de Isobel me tomó por sorpresa porque hacía días que no me pedía tomar la merienda con ella. No es difícil imaginar el tema que quiere platicar.

—Siéntate por favor, Elena —me pide educadamente, aunque puedo notar que está molesta. Ay no—. Gavrel me pidió que no me meta, pero optaré por no hacerle caso esta vez.

Madre, ¿por qué?

Bajo mi mirada. —La escucho, Alteza.

—Sin preámbulos. ¿Estás enamorada de Gavrel?

¿Qué?

—Yo...

Isobel se remueve en su asiento. —Porque no consenso en mi cabeza la posibilidad de que te estés acostando con alguien que no amas.

Es que ella no sabe lo que hay detrás.

—Él y yo tenemos un acuerdo, Alteza.

—Oh —El tono de voz de Isobel es de enojo—, él no mencionó eso. Háblame de ese acuerdo.

—Preferiría no hacerlo, Alteza —A Isobel le sorprende que la desafíe—. Perdón, pero es algo entre nosotros dos.

—Comprendo eso. A mi manera comprendo eso —No se ve tan segura—. Pero quiero que tengas claro lo complicado que es este asunto. Gavrel va a casarse con Farrah. ¿Tienes claro eso? —Asiento pese a que miro mis manos en lugar de a ella—.Ya lo eres ahora y después de la boda seguirás siendo sólo la otra. Siempre serás la otra. La amante. La concubina. Como prefieras llamarte. ¿Eso aspirabas a ser en la vida?

Las palabras de Isobel duelen. Mi voz tiembla. —No, Alteza.

—Estoy molesta contigo, Elena. Puedes notarlo en el tono de mi voz. Y es que aún no puedo creer que hayas traicionado mi confianza y la de Farrah.

》Ella vino a mí llorando, quejándose de que ustedes dos la traicionaron —Finalmente me atrevo a mirar a Isobel a los ojos. Así que Farrah le dijo—. Sí, ustedes, porque puedo darme cuenta de que Gavrel no te obligó. ¿O te obligó, Elena? ¿Piensas que no tuviste otra opción?

—No sé de qué manera responder, Alteza.

—Eso se llama irreflexión. ¿Si quiera has meditado hacia dónde te llevarán tus actos? ¿Quieres ser madre de un bastardo? —Mis ojos pican—. Harías bien en irte lo antes posible del castillo —añade, con decisión. Eso fue un golpe al estómago—. Te lo hubiera pedido antes, pero ya van tres veces que te cito y las sirvientas no te encuentran en la biblioteca. ¡Eso es irresponsabilidad, Elena!

Estaba con Gavrel.

—Lo lamento tanto, Alteza.

En verdad estoy avergonzada.

Isobel me está gritando. ¿Qué tal mala debo ser para que la dulce y tierna Isobel me grite?

La princesa cierra sus ojos procurando tranquilizarse y coge mi mano.

—Lamento ser dura contigo, pero espero obligarte a recapacitar. Gavrel es hombre, Elena, hombre... y es parte de la nobleza. Él no tiene nada que perder. Sin embargo, piensa un segundo en tu honor. No tienes nada a tu favor. Nada.

Nada.

Contengo las ganas de echarme a llorar.

—Yo... —No me hace sentir cómoda que Isobel piense tan mal de mí—. Ya estaba pensando en irme. Hoy mismo me quería ir. Sólo esperaba poder citarme con usted lo antes posible, o entregar el vestido a Gio.

—Gio —bufa Isobel y niega con la cabeza—. Otro que no vive con los pies en la tierra. Deja el vestido en la biblioteca. Citaré a Gio cuando esté dispuesto a recuperar la cordura y le pediré que lo terminen en su almacén.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora