58. El mundo se viene abajo y yo sin calzones

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PREGUNTA IMPORTANTE: Alguien me escribió para decirme que ahora que estoy resubiendo la historia a algunos capítulos les sale palabras juntas. ¿Les está pasando a todos? De ser así puede ser cosa de Wattpad, por lo que sugiero sacar y volver a meter la historia a su biblioteca.


MORIA

Anel, Lea y yo salimos a dar un paso por la Gran isla cuando uno de los extraños objetos que instaló el Heraldo llamó nuestra atención. Conteniendo el aliento vi a Elena echar el mundo abajo y desafiar a la reina frente a sus súbditos más leales. Al final, como era de esperarse, la sentenciaron a morir en la Rota.

Las personas a mi alrededor se molestaron por lo que escucharon decir a Eleanor sobre su reino, más no se sulfuraron. No así la multitud que está cruzando ahora mismo el puente de piedra hacia la Gran isla. Todos campesinos y armados con antorchas, mazorcas, palas y rastrillos. Vienen en grupos de veinte arrastrando ataúdes de madera. Ataúdes grandres y pequeños, que contienen a ancianos y niños muertos. Jamás había visto a los campesinos tan enojados y se dirigen a la Plaza de la reina.

Lea, Anel y yo seguimos a la multitud y boquiabiertas les vemos tomar a la fuerza a nobles que están saliendo del Castillo gris, todos invitados del cumpleaños de Sasha, todos nobles que aplaudieron la decisión de Eleanor de enviar a Reginam a Elena...

... y los están quemando vivos.

¡Los están quemando vivos como venganza!

Nobles que salían del Castillo gris intentan correr de vuelta a este al ver a los campesinos. No obstante, para asegurar al Castillo y evitar que los campesinos entren, la Guardia real cierra las puertas... dejando a una veinta de nobles afuera a merced de la multitud enardecida.

Cualquiera que parezca tener monedas de oro en sus bolsillos está rogando por su vida en este momento.

Contengo el aliento al ver a una señora revolcarse en medio de la plaza, acaba de ser víctima de la antorcha de uno de los campesinos.

—¡Por qué! —grita Anel, horrorizada.

—¿Te parece poco que Eleanor los haya llamado Ratas y se burlara de la muerte de sus hijos y ancianos? —protesto, elevando mi voz sobre los gritos.

—¡Moria, regresen a Amarantus! —me grita una voz a lo lejos. Busco quién fue.

Baron.

Él intenta abrirse paso entre la multitud protegiendo su rostro con una capa... Claro, porque si lo reconocen como miembro de la familia real, también lo queman vivo.

¿Hacia dónde vas, Baron? ¿A las Mazmorras? Ya no hay nada que puedas hacer por Elena. Después de esto, Eleanor la querrá muerta esta misma noche, sino es que está muerta ya.

Gritos de horror alejan mis ojos de Baron y sigo la dirección de las miradas de gente a mi alrededor.

De un palco del Castillo gris ha caído un cuerpo que cuelga de una soga anudado por el cuello. Está cubierto en llamas. Dos soldados lo sostienen desde el palco mientras más soldados de la Guardia salen en manada del Castillo gris a contener a los campesinos.

¿A quién ahorcaron?

La duda se disipa cuando una segunda cuerda cae del palco sosteniendo un letrero:

Aquí tienen a La H

La H. Esa persona muerta fue durante mucho tiene la voz de los que no tienen voz...

Asustada, corro de regreso a Amarantus para informar a Garay, a quien, junto a lo que queda de su cuadrilla, escondo en mi alcoba. Casi enloquezco cuando abro la puerta y veo a Conejo tuerto oliendo mi ropa interior.

—¡Garay! —me quejo con el jefe.

Él está cómodamente recostado sobre mi cama.

—Es su turno, ya pasaron por mi y Ratón feliz.

Hago rodar mis ojos. —Igual no importa en este momento. Tengo que informarte algo importante.

Tengo toda su atención ahora.

—Elena. Tú Elena  —empiezo—, acaba de declararle la guerra a la reina.

Cuento todo a Garay, Ratón feliz y Conejo tuerto, que se niegan a creerme.

—¡Es una mala broma, Moria! —me amonesta Garay, golpeando mi pared. No lo puede creer.

Abro mi puerta y desde esta le grito a Lea sin dejar de verle.

—¡Lea, recuérdame cuál es el nombre de la campesina que condenaron hoy a Reginam!

¡Elena! —contesta mi amiga.

Garay sujeta con fuerza su cabello y gira sobre sus pies. En sus ojos hay enojo, desesperación y miedo.

—Víktor nos va a matar —musita Conejo tuerto, asustado.

—¡Elena se metió ella sola en esto! —ruge Garay, perdiendo aún más la compostura.

No temo que por gritar lo descubran, hay suficiente ruido y quehacer afuera como para que alguien, en especial la Guardia real, piense en detenerle.

—¿La dejaremos sola? —pregunta Ratón feliz a Garay y a Conejo tuerto.

Garay empuña sus manos y trata de analizar detenidamente la situación. —Por supuesto que no —decide, apretando con fuerza sus dientes—, la sacaré de allí... La sacaré de allí sí o sí. 

¿La librará de Reginam? ¿Cómo? Y, ¿tanto le importa Elena? ¿Acaso no hay hombre en este maldito reino que no piense en Elena?

Garay traza un plan mientras decide cómo liberar a Elena que, en mi opinión, ya debe estar muerta, y los chicos salen a las calles a ayudar a los campesinos a echar el mundo abajo.

Esto no terminará bien para nadie.

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Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora