Capítulo XVIII

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"La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella."

-Oscar Wilde 

Capítulo XVIII

—¡Pierce! ¡Bájame!— Ordené, ya no me llevaba en sus brazos, me había echado por encima de su hombro como un saco, —¡Pierce!

—Dejo de lloriquear.— la diversión en su voz era obvia. Miré la parte de atrás de sus pies mientras él me cargaba con calma.

¿A dónde me llevaba?

Hice un esfuerzo para levantar la cabeza y mirar mi entorno, pero mi cuello empezó a doler. Mi cabeza comenzó a sentirse pesada debido al hecho de que toda mi sangre estaba bajando a ella.

—Pierce, me duele la cabeza.— se detuvo, y me puso suavemente en el suelo para sostener mi cara.

—¿Estas bien?

—¿De verdad?— Le pregunté sarcásticamente, mirando directamente a sus ojos grises. Simplemente me sonrió burlonamente, haciendo que mi mirada cayera a su boca. Miré sus labios llenos descaradamente. Su sonrisa se hizo más grande y se inclinó hacia mí.

—¿Has terminado de admirarme?

—Yo no estaba haciendo tal cosa.

—Claro.

—¡Que no!

—Algún día, lo admitirás.— No sabía por qué me ponía tan nerviosa cuando estaba con él. Su presencia hacia que mi corazón golpeara más rápido y mi estómago se sintiera extraño.

—No hay nada que admitir— crucé mis brazos sobre mi pecho.

—Estamos aquí— me hizo un gesto para que mirara detrás de mí, cuando lo hice, me di cuenta que estábamos frente a una vieja puerta de madera.

—¿Qué es este lugar?

—Abre la puerta.

—Pierce, tengo cosas que hacer.

—Sólo abre la puerta.— dijo él empujándome hacia ella un poco. Suspiré derrotada y abrí la puerta. Entré y fruncí el ceño ante la vista. Era una habitación muy iluminada. Dos ventanas grandes me dejaban ver las copas de los árboles afuera. Había un gran sofá frente a las ventanas y muchos libros alrededor. Las paredes eran azules como el cielo. Esta habitación transmitía una sensación de paz incluso cuando estaba parcialmente vacía.

—¿Qué es este lugar?— pregunté caminando hacia el sofá. Pierce pasó junto a mí y se tiró al sofá, poniendo las manos detrás de su cabeza. La luz del sol hacía que su piel luciera más pálida y sus labios más rojos.

—Aquí es donde vengo cuando estoy aburrido— explicó él, —Sientate.— señaló a su lado. Obedecí, y me senté a su lado, pero dejando un espacio apropiado entre nosotros.

Miré al exterior a través de las ventanas. La vista era impresionante. Estábamos probablemente en el tercer piso porque podía ver la parte superior de los árboles y las montañas detrás de ellos.

—Es tan...— no encontré las palabras para describirlo —Me siento tan relajada.— Pierce se levantó y abrió una de las ventanas; aire fresco acarició mi cara rápidamente. Olía a la naturaleza. No pude evitar cerrar los ojos. Sentí a Pierce sentarse, pero no me molesté en hablar.

—Fleur.

—¿Si?

—Abre tus ojos.

—¿Por qué?

—Te ves fea cuando están cerrados.— abrí los ojos y le di una mirada asesina. No pude evitar sentirme herida, pero no lo mostraría.

—¿Estás diciendo que soy hermosa cuando están abiertos?

—No. —respondió rápidamente, pero pude sentir mi victoria y le sonreí. Una brisa fría me rozó el pelo, poniéndolo sobre mi cara. Lo alejé con mi mano y volví a mirar las ventanas.

—¿Por qué estamos aquí?

—Bueno, pensé que te gustaría este lugar.

—Sí, sorprendentemente tenías razón— Me sentí realmente calmada allí. Me preguntaba cuántas veces Pierce venía aquí. Si hubiera sabido sobre este lugar, me vendría todos los días.

—Vengo aquí todos los días— Lo miré sorprendida, ¿Leyó mi mente? Él estaba mirando la ventana distraídamente. —Yo pinté esta habitación.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Aquí es donde vienes después de cruzar la cafetería a la hora del almuerzo?— No pude evitar ser curiosa. Simplemente asintió con la cabeza. Me di cuenta de que lo miraba descaradamente. Se veía tan solo. ¿Cómo podría alguien tan atractivo lucir tan solo? —¿Tienes amigos aquí?

—No.

—¿Qué hay de mí?— actué herida.

—No eres mi amiga.— dijo seriamente. Fruncí el ceño.

—¿Qué soy entonces?— no respondió y se humedeció los labios.

—¿Cómo está Jasmine?— Preguntó de repente. ¿Cambiando el tema? Espera... ¿Cómo...?

—¿Cómo sabes su nombre?— Como de costumbre, lamenté mi pregunta. Pierce parecía saber todo sobre mí. Se recostó en el sofá y puso las manos detrás de su cabeza de nuevo.

—Solo lo se.

—Realmente debes dejar de hacer eso.

—¿Hacer qué?

—Pareces saber todo sobre mí, acosador.— Él me sonrió y juro que mi corazón saltó un latido. Se veía tan diabólicamente sexy.

—No te estoy acosando.

–Claro.— le di una mirada cansada. De repente, sentí un agarre en mi muñeca. Pierce había invadido el cómodo espacio que había tomado entre nosotros. Ahora estaba a mi lado.

—No hagas eso.

—¿Qué?— Tartamudeé, nerviosa. Sus dedos acariciaron mi muñeca y sentí como su toque me quemaba. Intenté liberarme, pero su agarre se apretó.

—Darme esa mirada burlona.— Tragué y traté de alejarme pero él puso su mano libre en mi cintura forzándome a quedarme quieta.

—Pierce...— protesté. Sus ojos grises atravesaron los míos y me quitaron el aliento. Estaba demasiado cerca para mi gusto.

—¿Qué?— me lanzó una sonrisa picara, intenté zafar mi muñeca pero no funcionó.

—Déjame ir.

—¿Por qué?— preguntó haciéndose el tonto. Se inclinó hacia mí hasta que su aliento me rozó el oído. —¿Me tienes miedo?— Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Necesitaba escaparme.

—N-no.

—Estas tartamudeando, que linda.— sus labios rozaron mi lóbulo de la oreja. Mi corazón martillaba dentro de mi pecho. Tragué y traté de levantarme, pero no pude.

—Pierce...

—Me debes algo.— susurró contra mi cuello.

—¿Eh?— Era difícil pensar cuando estaba tan cerca.

—Un beso.— oh... eso. Nunca pensé que lo recordaría. Él besó mi cuello suavemente. Dejé de respirar por un momento, —¿Cuando me vas a pedir que te bese, Fleur?Mi auto-control tiene un limite.

—Yo...

xx

Nota de la autora: Capitulo corto, mañana subiré el otro. Los quiero, muak! Gracias por votar y comentar.

Ariana G. 

Fleur: Mi desesperada decisión ✔️[Darks #0] ¡Ya en librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora