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Ethan

Recuerdo lo que le dije a Liz, ayer. Temo haberlo arruinado pero decírselo fue aliviador, ni siquiera entiendo por qué; tal el hecho de verla tantos años, pensando que es la chica más hermosa que haya visto y queriendo decírselo, al hacerlo me sentí... bien.

Liz no tiene el tipo de belleza que aparece en las revistas, ni tampoco una por la que los chicos se le queden mirando, sin parar de babear. Ella es hermosa a su manera, tal vez a simple vista no lo notes ya que siempre está tratando de esconderse, pero cuando observas cada detalle suyo, hace que en su conjunto se vea maravillosa.

No sé cómo es que empezó a gustarme. Quizás fue que enseguida noté que no era como todas, sino que era diferente. Hay algo en Liz que en cuanto la vi enseguida captó mi atención, y no solo fue su belleza, hasta el día de hoy no tengo idea de qué es.

Debo admitir que no nos sentamos juntos en aquel banco por casualidad, yo solía recostarme debajo de un árbol, hasta que la miré por primera vez e inevitablemente mis pies se dirigieron hasta allí. A partir de ese día, comencé a sentarme junto a ella y la observaba sin que ella se diera cuenta, pero sin atreverme a hablarle. Hasta que la noticia del fin del mundo llegó y supongo que eso me dio valor a hacerlo; ahora no saben cuánto me arrepiento de no haberlo hecho antes.

Desearía que ella mínimamente sintiera lo que yo siento por ella. Aunque debo admitir que la idea, la cual surgió luego la noticia, de enamorarla en treinta días es una locura. Pero aún no me he dado por vencido y no creo que vaya a hacerlo, ya que no tengo nada que perder.

—Oye Liz —digo apartando todos esos pensamientos de mi cabeza —Llevo preguntándome algo desde hace unos días.

—Dime qué es —responde ella con una sonrisa.

Su actitud amistosa me hace pensar que no lo arruiné, supongo que Liz tan solo decidió ignorar mi comentario de ayer.

—Hace unos días tú... comenzaste a llorar luego de que te preguntara por qué actuabas así con los extraños —comienzo a decir y su expresión se pone algo seria — ¿puedo saber por qué?

—Supongo que sí, de todos modos moriremos muy pronto y todo esto habrá quedado en el olvido —suspira —Prefiero no dar detalles, pero créeme cuando te digo que los chicos del instituto me han hecho la vida imposible; primero simulando ser mis amigos para luego burlarse de mí y hacerme todo tipo de "bromas" para nada agradables. Creo que tal vez es mi culpa por haberlos dejado entrar a mi vida tan fácilmente y contarles algunos de mis secretos a mis supuestas amigas.

—No, no es tu culpa —la interrumpo con seriedad y ella asiente con los ojos llorosos.

—Además ni siquiera tengo una familia decente, ellos son... —su llanto es más fuerte que sus palabras, entonces para de hablar.

La abrazo y ella apoya su rostro en mi pecho.

Trato de calmarla sin mucho éxito.

Liz tiene más problemas de los que creí.

Thirty daysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora