49.

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Desperté tan pronto como sentí que el cuerpo a mi lado se movía, entre la confusión habitual que tenía cuando podía lograr dormir y ver que Lena se levantaba, me costó incorporarme. Estaba sentada ahora a los pies de la cama poniéndose su ropa, me moví hasta ella y besé suavemente la base de cuello. Se quedó inmóvil un rato mientras yo seguía dejando besos en su espalda desnuda hasta que se giró, me elevé unos centímetros para besarla en la boca y me sonrió. 

—Buenos días.

—Buen día, Kara. —nunca pensé que palabras así saldrían de su boca en una situación como esta, jamás me lo hubiera imaginado, pero le sonreí de vuelta. Estaba por pararse para ir a buscar su suéter cuando la tomé por la cintura y la hice caer nuevamente en la cama. Su piel era tan delicada y suave.

—¡Kara!

—¿Qué?

—Odio las... —fue interrumpida por las cosquillas que no dejaba de hacerle. No podía dejar de sonreír escuchando esa armonía, su risa era tan preciosa y adictiva que podría curarme de cualquier cosa. Me detuve unos instantes después, mientras seguía sobre ella, y me incliné hasta sus labios. Le dí un corto beso y la miré con fascinación. No entendía aún como alguien como ella se había cruzado en mi vida y cambiado todo tan de repente. 

—En serio te amo. —se incorporó unos centímetros apoyándose en sus codos, de manera que estaba más cerca de mi boca. Ví la sombra de una sonrisa que no quería dejar escapar. 

—¿De verdad?

—De verdad. Puedo ir a buscarte ahora mismo una piedra a Marte o... O quizás Júpiter, o traerte arena de...

—¡¿Piedras de Júpiter?! Por favor, por favor. —hizo un puchero y pensé que estaba bromeando pero pronto me di cuenta que iba en serio. 

—Ay, Lena, por Rao... No puedes estar hablando en serio. 

—Ahora quiero una piedra de Júpiter. —alzó una ceja y fruncí el ceño.

—¿Para qué quieres una piedra?

—Pues porque vendría de ti, Kara... ¡Duh!

—Podría darte una de cualquier lugar de la ciudad pero en cambio... ¿Júpiter? ¿En serio? Eres una nerd. 

Finalmente sonrió y yo me incorporé para dejarla terminar de vestirse, viendo con atención cada movimiento, disfrutando un momento de paz. Se volvió de pronto y aparté la mirada para levantarme yo también, comenzaba a sentirme más acosadora que de costumbre. ¿Dónde demonios había dejado mi ropa? Cuando finalmente encontré mis prendas cerca del pie de la cama me di cuenta de que Lena me miraba fijamente apoyada en la puerta, ni siquiera lo ocultaba, sus ojos cayeron hasta mi entrepierna con descaro como si estuviera debatiendo cuál era el mejor ángulo para hacer una pintura. Sentía mis mejillas arder mientras me ponía mi ropa interior y un pantalón negro, que de hecho no era mío, a una velocidad desconocida. No pareció preocuparle y sus ojos subieron unos centímetros a mi estómago, no había visto sino hasta ahora las desiguales marcas moradas que formaban un camino hasta mi pecho. 

—Cómo... —levanté la vista a una Lena que sonreía con satisfacción. —¿En qué momento hiciste esto? 

—No estoy segura pero sé bien que te encantó por la forma en la que gritabas mi nombre. 

—¡Lena!

—Exactamente así. —me sonrió divertida antes de abandonar la habitación y dejarme a medio vestir y con más vergüenza de la normal. Me terminé de poner mi ropa y tendí la cama, el recuerdo de lo que allí había pasado estaba grabado en mi memoria y en mi piel a fuego. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora