Capítulo 10

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DESCLAIMER: Los personajes y situaciones narradas en ésta historia no me pertenecen, ésto es propiedad de Fernando Gaitán y RCN, yo solo escribo para mi entretenimiento y sin fines de lucro.

Vale, un par de días atrás me llegó un mensaje que en serio me llegó a lo más profundo de mi corazoncito y lo rompió, pues es verdad que he dejado un pelín abandonado el fic, pero eso no significa que no lo continúe. Así que les dejo éste cap y en un par de días subiré el siguiente. 

Disfruten la lectura /o/

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Capítulo 10

Una serie de gritos se extendieron hasta la oficina del presidente de EcoModa y una muy entretenida mujer miraba desde la ventana que daba al taller de Hugo Lombardi, sus enromes gafas la obligaban a entreabrir más las cortinas. Esmeralda se acercó con sigilo y le tocó el hombro de manera sorpresiva, era la segunda vez que la asustaba en ese día. Una risa estridente no se hizo esperar.

— Debiste... debiste ver tu... cara — se dejó llevar por la carcajada mientras su amiga se tomaba el pecho, luego de haber tirado un par de retratos del escritorio de su jefe.

— No sea boba, casi me da un infarto y estuve por echarle a perder las fotos a Don Armando — negó rodando los ojos por las ocurrencias de la mexicana y se volvió hacia la ventana; aún con pequeñas lagrimitas en los ojos, la castaña se aproximó donde la economista.

— Tal vez así habrías podido poner unas tuyas — le golpeó con suavidad en las costillas con el codo y retomó la tarea que la pelinegra estaba realizando — En cualquier momento termina en pelea — desde ese ángulo podía apreciar toda la riña con lujo de detalle.

— Usted no se va de acá — se escuchó claramente de Armando Mendoza, utilizando una mano para empujar a su diseñador de vuelta a las modelos — Nadie se mueve de acá, ¿me entendió? Nadie se mueve de acá — ésta vez el grito fue mucho más elevado de lo que recordaba y la Galván se mordió el labio insistentemente, estaba a nada de atreverse a intervenir.

— ¡Éste desfile se hace, porque YO lo ordeno! — aquel énfasis en esa palabra, dejaba en claro que no estaba dispuesto a ceder a los caprichos de la oruguita y su mirada de ira intimidaba a cualquiera, quizá ese era uno de los momentos más atemorizantes que hubiera presenciado en la novela — ¡YO pago esto! Así que me respeta, usted señor, estaba encargado de diseñar, ya lo hizo muy bien, ahora el desfile sale tal como está. ¿Entendieron todos?

Las modelos asintieron sin saber cómo reaccionar mientras Marcela animaba a su prometido a soltar al hombre, quien no dudó en ponerse a la defensiva, pues su imagen estaba en juego por la nueva colección. La muchacha tomó a Betty por los hombros y se la llevó a su cueva, ya era suficiente con haber escuchado semejantes amenazas, como para que las descubrieran a ellas en la "escena del crimen".

Cerró detrás de sí, notando el semblante preocupado de su amiga — Betty, ¿ya ves por qué te dije que se ampliara el mercado? Esas telas son una porquería, se van a deshacer las prendas — respiró profundo esperando por su contestación.

— Yo sé, yo sé, pero el Dr. Armando confiaba en esas reducciones para alcanzar las metas que se propuso y yo lo ayudé — comenzó a caminar de un lado a otro dentro de la diminuta estancia, el estrés lo tenía a flor de piel.

— Porque te lo ordenó, pero puedes apostar lo que quieras a que éste desfile sigue su curso y tú seguirás siendo la incondicional de Don Armando, así que tú tranquila y yo nerviosa — le sonrió con sinceridad. En aquel momento era seguro que el presidente estuviera buscando alternativas para llevarlo a cabo mientras Marcela y Patricia iban en busca de Lombardi. Aunque estaba contenta de no interferir en la trama, su naturaleza le pedía a gritos que interviniera lo más que pudiera.

Yo, ¿en Betty la Fea?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora