Monstruo

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El incendio. El jodido incendio de mierda me persigue.

Mientras más intento empujar hacia la salida del túnel, algo comienza a atraerme de vuelta a las sombras. El mundo quiere que recuerde ese día y mi marca es testigo de ello.

Mi cara, la mitad de mi alma se fue aquel día.

La otra se fue cuando Ross lo mencionó.

Muerto de remordimiento huyo hacia el edificio de siempre, en el lugar de siempre, con la idea de siempre. Aquí me quedo, lleno de impotencia, frustrado, dolido. Otra vez, en el mismo sitio de siempre, con el mismo pensamiento que me ruega a gritos ceder ante la muerte.

—¡Te pedí una última señal, no un recordatorio de lo que hice! —desgasto mis pulmones en la oscuridad de la noche.

¿Cómo podría llamarla de nuevo? ¿Cómo podría responderle si los hechos que cometí estarán presentes? Los demonios me persiguen, me buscan aullando que mi periodo en este mundo cada vez se dilata más y, cual elástico que se estira demasiado, se cortará.

Tarde o temprano tendré que hacerlo, pero... no puedo.

¿Por qué me sigo aferrando a la vida cuando todo lo que quiero es dejarla?

Y ahora que supe quién es, ¿cómo podría abandonarla?

En silencio, en disimulo, en la invisibilidad de mi apariencia y la sinfonía de las voces, la vi. Era la chica de los audífonos. Hoy de nuevo la encontré en el vagón, cuando el metro se detuvo en la estación. Iba charlando con una sonrisa cálida, permanente; sus ojos expresivos; su semblante perfecto; su cabello azabache brillante bajo las luces; su inocencia.

Sí, ella no sabe que está tratando con un monstruo.

Mi última señal ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora