Capítulo 5: Un encuentro.

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Emalene estaba sumamente disgustada por su fracaso de dos noches antes. Todavía no podía sacarse ese fallo de la cabeza. ¡Casi la habían atrapado! Y encima había perdido sus binoculares. El error había sido de ella y de nadie más. Había sido atroz. Había estado a segundos de perderlo todo, su venganza, su libertad, todo. Y quizá también la de las únicas personas importantes que le quedaban.

Frankie Ballas la había descubierto, o mejor dicho, había descubierto al encapuchado que los espiaba y se había arrojado sobre él. Lo único bueno de todo eso, era que ella había tenido la astucia de cubrirse por completo, incluyendo su largo cabello oscuro y nada la había delatado como mujer.

Además, la patada que le había pegado, casi a punto de romperle una clavícula, deberían haberle dicho que se trataba de alguien fuerte.

Y como todos los hombres, jamás imaginaría algo diferente a uno como ellos.

Sabía también, que él le había informado sobre aquello al rey, porque al día siguiente, la seguridad de todos los miembros de la familia, se  había duplicado. Incluso cada uno de los Ballas, que no acostumbraban a llevar guardaespaldas, tenían a alguien siguiéndolos.

Eso le representaba un problema, pero no podía demorarse mucho más. Debía de comenzar a actuar. Tenía que cumplir con su misión, acabarla y así poder salir adelante.

Su próximo paso había sido bien calculado. Nada iría mal. Nada podía ir mal.

Charlotte llegó del colegio agotada por su continua mala suerte en el maldito lugar. ¿Por qué no podía encontrar a nadie que valiese la pena? Todos eran unos idiotas, y sentarse con sus primas pequeñas a la hora del almuerzo no iba a ayudarla. Aunque claro, Amberly y Alexandra parecían disfrutar y relacionarse mucho más que ella.

La vida era muy injusta, decidió. ¡Ella era la princesa, no las otras! ¿Por qué los chicos no se le acercaban para hablar con ella de algo normal? Siempre que lo habían hecho era para preguntar por su hermana mayor o intentar conseguir su número. Su pareja del baile del pasado año, solo la había invitado para poder estar en las revistas cotillas nacionales, y con suerte, alguna extranjera.

¡Ni siquiera intentaban acostarse con ella!

¿Qué tenía de malo? Con Geraldine si  lo intentaban y muchas veces lo lograban. Y ella no era tan hermosa como su hermana, o más bien, según su madre, sus bellezas eran diferentes. Y quizá debía atribuírsele eso a que tenían madres biológicas distintas…

Bradley, su primo, quien no se guardaba ningún pensamiento, no se cansaba de decirle que era su carácter el que espantaba a todo el mundo.  Imbécil, no había nada malo en su carácter. Ella seguía las reglas y se aferraba fervientemente a ella. Y por esa misma razón, sus padres no tenían quejas por sus apariciones en la prensa. Al igual que Robert.

No podía decirse lo mismo de los demás.

Y como su abuela siempre le recordaba, si quería conseguir un buen esposo, un noble, más le valía comportarse  y mantener su reputación intacta.

Entró a su habitación deseando recostarse y descansar un rato antes de acompañar a Arlet a la reinauguración de un museo en el centro, acto que tenían planeado asistir desde hacía un mes. Pero al ver a su hermana mayor sentada en la cama, con las piernas estiradas sobre la colcha, con el teléfono en la mano y una gran sonrisa en su rostro, supo al instante que sus planes habían sido frustrados.

Bésame o Dispara. #Descontrol en la Realeza 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora