XXIV

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Mi suerte se resume a solo un evento.


Al hecho de que entre tantas palabras tiradas al viento,


Entre tantas historias sin dueños,


Tantas almas sin sentimientos.


Tú tuviste que ser la protagonista de esa colisión estelar,


que me arrebató la humanidad y dejó en su lugar,


cientos de recuerdos desesperados que buscan a su dueña,


en el refugio que han construido en mi corazón.

Febrero, 1920

Mis manos temblaban ante cada palabra que se anotaba en aquel papel arrugado donde llevaba a cabo aquel ritual diario que le hacía hacia un corazón destrozado y a un amor no correspondido.


A veces no entendía qué era realmente lo que me daba fuerzas para seguir escribiéndole a pesar de que sabía mejor que nadie que una sola letra iba ser tocada ni admirada por sus ojos verdes sino que se convertirían en las cenizas que avivarían las tardes de invierno que se presentaban desde hace meses en mis costas intranquilas por su recuerdo.


Llevaba varios meses sin siquiera ser capaz de llevar un conteo de todas las tormentas que había derramado bajo el seudónimo de su nombre, como tampoco era consciente de cuántas veces enloquecí entre medio del hecho de que sabía que su corazón sentía exactamente lo mismo que el mío.


Creo que esa era la peor tortura existente, saber que lo nuestro no vivía de la incapacidad de ser mutuo sino que se alimentaba del pecado de ser un mismo corazón latiendo.


Hoy no era un día distinto a todos los que se presentaban en los ratos libres que tenía cuando no trabajaba en aquella tienda cerca del viejo departamento que alquilaba y que me había asegurado que jamás llegase a ser un sitio de referencia para la ojiverde, porque sabía que mi corazón indefenso no soportaría verla otra vez y no besarla como mis labios pedían a gritos socavados cada noche antes de dormir.


No soportaría no tenerla entre mis brazos y contarle todas las penurias de mis días sin ella.


No podría no contarle cómo mis días son tan oscuras, cómo mi noche se volvía mi peor enemigo mientras mi alma se alimenta de mis lágrimas, por lo que era mejor que la distancia intentara hacer que los años corrieran más deprisa y el recuerdo solo se esfumara como las cenizas entre mis escritos.


Algunos afirmaban que el tiempo era lo que un corazón destruido necesitaba, yo siempre creí que el tiempo solo se burlaba de las falsas esperanzas de las personas que creían que el iba a sanar sus heridas.


Me levanté recogiendo las hojas desteñidas por el tiempo que habían sido mis acompañantes por esta tarde, las guardé sobre mi regazo como si no fueran a convertirse en polvo apenas llegara a casa, sin embargo, aquella tarde si existió una leve diferencia a todas las otras.


La diferencia que marcaron un par de ojos azules y una sonrisa amable.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora