II

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Durante esa primera noche, permanecí encerrada en mi habitación, incapaz de contener las silenciosas lágrimas que resbalaban por mi mejilla, llorando así de la manera más patética posible. La sensación de encierro, de estar en una preciosa jaula y con aquel detestable hombre de un millón de dólares, era jodidamente frustrante. Afortunadamente, al cabo de un rato, y sin darme cuenta, mis parpados cayeron sobre mis ojos, cerrándose, producto del sueño y cansancio que me consumían.

Estaba totalmente agotada. La discusión con Harry me había dejado muchísimo en qué pensar, por lo que a esas alturas solamente quería desconectar mi cerebro un momento y olvidarme de esa pesadilla en la que me había metido quién sabe cómo. Se había comportado como un patán, dejándome ver que solamente era un idiota más que creía que, por tener todo el dinero del mundo a su disposición, podía hacer lo que quisiera con la gente. Sin embargo, y por más que odiara admitirlo, el efecto de sus palabras había sido precisamente el que él había deseado: herirme.

Sumándose a favor de mi mala suerte, mi descanso no pudo ser tan extenso como me hubiese gustado, ya que a eso de las nueve y treinta de la mañana, Trudy irrumpía en mi habitación con la intención de que despertarme para iniciar mi día. Y a pesar de que generalmente habría reaccionado mal frente a ello, la ama de llaves se había mostrado tan amable, que me habría sido difícil siquiera soltarle un gruñido de molestia. Sin mencionar que acababa de conocerla y que -por mucho que trabajara para el idiota de Styles- se estaba comportando extremadamente dulce conmigo. Imaginaba que si seguía encerrada en ese sitio, terminaría haciendo buenas migas con ella.

-Buenos días, señorita -me saludó-. El señor Styles la esperará en veinte minutos en el comedor para que desayunen juntos -informó, con una tímida sonrisa en su rostro.

Enredé una mano entre mis cabellos rubios, intentando digerir aquella información.

¿Desayunar juntos?, ¿Qué diablos le sucedía a ese tipo?, ¿Qué mierda era lo que pasaba por esa cabeza repleta de rizos?

El ya familiar nudo en la garganta que me surgía cada vez que la imagen de Styles aparecía en mi mente, acudió a mí, combinándose con los nervios más insoportables que había tenido en mi vida.

-En el armario encontrará ropa, señorita Navah -agregó, sacándome de mi ensimismamiento-. La verdad no sabíamos bien su talla, así intentamos acertar. Espero que no sea una molestia.

Dios mío, me impresionaba la sumisión de aquella mujer.

-Muchas gracias, Gertrudy -traté de dedicarle la mejor de mis sonrisas, mas solo pude esbozar una especie de línea torcida con mis labios. Se habían preocupado más de lo necesario.

Finalmente, con pesadumbre, me levanté de la cama, y Trudy se retiró. Caminé hacia la puerta que si mal no recordaba era el clóset, y busqué qué ponerme. Y wow, me hubiese gustado haber sido más curiosa para encontrarme antes con toda esa ropa, probablemente así no hubiese tenido que dormir en ropa interior. En fin, el armario era simplemente enorme, se trataba de un walk in closet, por lo que tuve que dedicar un par de minutos a recorrerlo observando cada prenda con atención. Había de todo, especialmente, cientos de vestidos. Mis ojos regresaron a la ventana de mi habitación para verificar qué tal había amanecido esa mañana. Un radiante sol esperaba por quienes aún podían gozar plenamente su libertad. No parecía ser un día caluroso, aunque tampoco frío. Sí, un vestido estaría bien.

De este modo, busqué lo que me pareció ser la prenda más casual y menos reveladora. Estaba decidida a no darle en el gusto al pervertido que me había llevado a su casa con la intención de que me convirtiera en... Mierda, no sé qué diablos quería que fuera de él. Aparté algo de ropa interior, que efectivamente parecía ser la acertada en mi talla, y un par de zapatos negros, al igual que el vestido y mi humor.

Million Dollar Man » Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora