―Estúpido Luka... ―Maldito Keith...

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―Estúpido Luka...―repitió el rubio por décima vez en lo que llevaba de día.

―Por mucho que lo repitas no vas curarte antes― se rio Steve a su lado.

Después de la pequeña visita a casa de Luka, el chico volvió a la suya con normalidad. Pero, al día siguiente, se despertó bañado en sudor y con algo de fiebre.

Si lo pensaba bien, la culpa había sido suya por haberse acostado a su lado, pero era más fácil culparle a él.

―Eso ya lo sé ―protestó malhumorado volviendo a taparse con las mantas. Steve lo miró divertido desde su posición.

Keith y Steve habían sido amigos desde hacía años, muchos años. No había sido ninguna casualidad que coincidieran en la misma escuela, ni tampoco la familiaridad con la que se trataban. ¿Cómo era eso posible si el rubio vivía en otro país? Bueno, esto era porque cada verano, desde que Keith era un niño, sus padres y él se habían ido de vacaciones a España, destino que siempre le había gustado mucho a su madre.

Ya que la familia Hitomi siempre se instalaba en la misma casita rural, no era de extrañar que hubiera más familias con niños por la misma zona. E ahí entraba el castaño en la historia.

#Recuerdo#

El pequeño de apenas 8 años salió de la casa corriendo y empezó a observar los alrededores con curiosidad, nunca había estado en un lugar como aquel y tenía ganas de explorar mientras sus padres descansaban. Aunque no le habían permitido alejarse mucho de los límites del jardín, así que pronto empezó a pensar que iba ser aburrido.

Sin embargo, nada más dejar la estancia, un niño de aproximadamente su edad apareció en el patio contiguo, jugando con una pelota vieja y desgastada,  el rubio se acercó un poco para observarle mejor.

El castaño, dándose cuenta de la presencia del otro, se acercó a él sonriente.

― ¿Quieres jugar?―le ofreció el chico alegre, pero Keith no entendió su idioma, así que no pudo contestar.

Primero reaccionó preguntándole en el idioma de su madre, el inglés, pero el chico tan confuso como él no comprendió lo que le trataba de decir. A pesar de ello Keith trató de nuevo, esta vez en japonés, teniendo todavía peores resultados y una mueca como respuesta.

Entonces el niño volvió a sonreír y agarró la pelota que estaba usando, la señaló con el dedo y luego los señaló a ambos intermitentemente. Keith, al comprender por fin a lo que se refería, sonrió y asintió con la cabeza.

Y así pasaron la tarde, riendo e intentando comunicarse a través de gestos.

#Fin del recuerdo#

Al pasar los años los chicos fueron entendiéndose mejor, Keith incluso empezó a entender algo de español y Steve alguna que otra palabra en japonés. Sin embargo, por lo general ambos trasteaban con una mezcla de idiomas liderada por el inglés, el cual Steve estudiaba en la escuela.

Con el tiempo y el mejor entendimiento los chicos comenzaron a considerarse más que unos simples amigos de verano y aproximadamente a los 12 años decidieron empezar a escribirse. Con ayuda de sus padres, y mayormente de internet, podían escribirse cartas larguísimas, cada uno en su idioma, y entender todo el contenido sin mayor dificultad que un click.

Steve fue una de las cosas por las que al chico no le había afectado tanto la mudanza. Incluso parecía emocionado con el cambio de aires del que sus padres llevaban hablando tanto tiempo.

― ¿En qué piensas? ¿Ya estas delirando por la fiebre? ¿o es que estas pensando de nuevo en tu querido Luka?―preguntó burlón el castaño sacando a Keith de sus recuerdos. Steve era la única persona en el mundo que sabía que le gustaban los hombres, y por tanto, a la única que le había contado sobre sus reflexiones acerca de Luka, a pesar de que omitiera ciertos detalles... Y no dejaba de molestarle acerca de ello.

Keith se levantó, destapándose rápidamente y le fulminó con la mirada, el chico simplemente estallo en carcajadas.

―La madre que te pario Steve...―exclamó mientras se agarraba la cabeza con fuerza, ese movimiento le había costado la poca energía que le quedaba.

― Vale, vale. Perdón, intentaré no fastidiarte mucho hoy que estas enfermo―dijo con su peculiar sonrisa. ¿Es que siempre estaba alegre? A veces era realmente molesto, pensó el rubio mientras se volvía a acostar.

―Más te vale Martínez...―le dijo llamándole por su apellido.

―Bueno, siento no poder compartir contigo toda la tarde del viernes―le dijo fingiendo tristeza―. Pero resulta que tengo una cita y no puedofaltar―continuo ensanchando su sonrisa y colocándose bien la camisa.

― ¿Conseguiste una cita con aquella chica?

―Si, después de verme no lo dudó ni un segundo―respondió airoso.

― ¿En serio?―preguntó alzando un ceja incrédulo.

― Bueno, después de verme un par de veces―dijo encogiéndose de hombros y riendo.

―En resumen, la has estado acosando.

―Da igual la técnica si tiene buen resultado―respondió saliendo por la puerta muy digno― ¡Mañana me paso de nuevo!―Se despidió sonriendo, Keith se volvió a tumbar despacio, con la cabeza a punto de estallarle.

―Estúpido Luka...


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―Maldito Keith... ―exclamó el pequeño mientras daba otra vuelta en la cama.

Llevaba todo el día pensando en el idiota de Keith. ¿Por qué?

Si intentaba dormir, ahí estaba, invadiendo sus sueños, y no exactamente de una manera agradable.

Cuando fue a ducharse, claro, cómo no, le vinieron la mente las escenas del día anterior. ¡Hasta cuando iba a comer Keith aparecía en sus pensamientos!

Maldita sea, ¿qué le pasaba?

Intentó dormirse por quinta vez en lo que llevaba de hora, pero nada, en el preciso momento en el que cerraba los ojos en su mente aparecía la cara del rubio con su estúpida sonrisa burlona y sus ojos azules.

Desde hacía un tiempo había estado teniendo sueños muy extraños, tanto como el que tuvo la primera vez que visitó la casa del extranjero. Pero, ¿por qué tenía que ser siempre Keith el protagonista de ellos?

Eso no solo era extraño, era vergonzoso y antinatural en él...

Se estaba volviendo un pervertido, antes no tenía esa clase de pensamientos indecentes con Sara... o al menos, no los recordaba tan frecuentemente. ¿Por qué había empezado a excitarse con otro hombre? ¿Y por qué su inconsciente le torturaba haciendo que ese hombre fuera Keith? Estúpidas hormonas...

―Keith idiota... ¿qué me has hecho?―preguntó en alto mientras hundía su cara contra la almohada.

Un PasoWhere stories live. Discover now