La historia no contada

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Mi marca se ve en su totalidad sin la capucha. Puedo ver el daño en mi piel contra el reflejo del espejo. La luz del sol choca con ella, sombreando las zonas menos elevadas. El calor embriagador del día, el que antes despreciaba con todas mis fuerzas, ahora se siente más amigable.

Trato de ver el mundo con otros ojos después de que mi confesión no provocara el rechazo de Ross. El icono de la culpa no la hicieron huir, tampoco mi cobardía al esconderme de las temibles llamas.

Creo que todo está cambiando. Presiento que el cambio está cerca.

—La culpa no fue tuya —me dijo posando su mano en mi rostro con delicadeza. Sus ojos vidriosos fueron cautivadores—. Era tu primer día, eras inexperto. Imagino que debió ser impactante. No te culpes por las vidas que allí se fueron, tampoco por no tratar de que permanecieran aquí.

—Dependían de mí, pude hacer algo.

—Y no pudiste. El miedo es muy traicionero, créeme.

¿Será que Ross intervino en mi camino para esto? ¿Para decirme que la culpa que tanto me carcome está demás? ¿Ella está aquí, como mi última señal, para conciliar el perdón de todas esas personas que fallecieron en el incendio?

Tal vez.

Lo cierto es la carga se ha aligerado. Espero que se aligere mucho más.

Llego de la carnicería y pongo la comida precocida en el microondas. Mientras espero que esté listo, planeo hacerle una llamada rápida a Ross. Le marco sin mucho preámbulo, ella tarda en responder.

—Buenas noches.

—Thomas, hola.

Su voz está áspera, decaída.

—¿Pasó algo?

Escucho interferencia. El viento gruñe a través del celular. Ross debe estar en un sitio con altura, no está corriendo el viento con tanta fuerza.

—¿Estás... molesta?

El chasquido de un encendedor me alarma.

—No, no estoy molesta. Estoy aburrida, cansada.

Otro chasquido.

—¿Es mi imaginación o tratas de encender un cigarrillo?

Ríe de mala gana.

—Negativo, señor Morgan, me gusta el fuego. Me gusta observar como con cada chispa, la flama crece de forma diferente, se mueve con curvas inesperadas, se mece de lado a lado con el viento, pero nunca se apaga.

Odio el fuego.

—Prefiero el agua, si me permites opinar.

—Fuego y agua, ¿eh? Es gracioso.

La duda baila en mi cabeza. Ross está extraña, diferente a como es de costumbre. La voz dulce y familiar se ha esfumado. ¿Sí está molesta? Seguramente. Debe estar molesta por la historia que le conté, debe estar odiando cada miserable pensamiento en el que aparezco. Quizás detesta mi voz y solo responde por cortesía.

—¿Tuviste un mal día?

La pregunta es para confirmar mis dudas. Ruego para que me equivoque.

—Thomas, todos mis días son malos. Soy buena fingiendo que estoy bien, pero no lo estoy. Yo soy una farsante, una mentirosa que te dio un par de consejos los cuales ni siquiera sigo. Soy alguien que te consoló con palabras de motivación y sonrió como forma de actuación.

—Todo fue muy real para mí, así que dime: ¿qué te ha sucedido? ¿Dónde estás?

Comienza a sollozar.

—Nada fue real... Soy una persona rota, incluso más de lo que tú crees. Soy un monstruo, Thomas... Soy una persona terrible.

—¿Dónde estás, Ross? —insisto, buscando las llaves de la casa para salir en su búsqueda.

Si el viento corría fuerte, entonces debe estar en un edificio.

—Soy la causante de todas estas muertes.

Estas, dijo.

Debe encontrarse en el edificio.

—No, no... —apresuro en decir— Eres la última señal que me dio la vida, por lo que estoy aquí, hablándote. Eres el motivo por el que no salté, ¿entiendes? Eres mi última señal.

—Y tú eres la señal que necesitaba para no permanecer aquí. No puedo cargar con la culpa de tantas muertes. Fui yo, Thomas, yo incendié el piso.

—Fue un error.

Se ríe con ironía.

—Ojalá lo fuera. Por favor, Thomas, no me justifiques. Argumentar a mi favor es imposible. Empecé el incendio y ahora me consumiré en uno para pagar esta culpa.

—Si eso es lo que quieres..., entonces nos consumiremos juntos.

Mi última señal ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora