Capítulo 3

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Pocos días más tarde, Lucas se encontró con el primer obsequio.

Fue una mañana de primavera, el sol había salido hacía ya rato, y aunque hiciese frío, la idea de tumbarse al sol al aire libre no era tan mala.

Lucas caminaba con calma por la colina cerca del bosque, el camino que solía tomar para llegar a la escuela. Era un sendero de tierra, con muchas piedras que escalar y pocas flores que admirar. A veces se escuchaban los dulces cantos de los pájaros. A veces el ambiente olía como la miel que hacían las abejas cerca de los pocos árboles en el sendero. A veces el viento venía, a veces no lo hacía.

A Lucas le gustaba mucho ese sendero, se sentía seguro y comprendido por el silencio.

Tardó unos diez minutos en llegar al gran portal de la escuela. Miró de un lado a otro, dos veces para asegurarse. Cuando vio que no había nadie, se adentró con pasos acelerados en la escuela, buscando con la mirada su aula. Entró de un salto un poco brusco, cayendo sobre su propio trasero con un golpe sordo. Se frotó adolorido la zona dañada y se levantó en cuanto sintió el dolor desaparecer.

Ya más calmado, se situó frente a su pupitre. Ahí mismo estaba, quieto, el primer obsequio: Era un precioso ramo de lirios color blanco, enredando rama entre rama gracias a una pequeña cuerda que se veía algo vieja. Si bien no se equivocaba, esos eran lirios del valle. Cuando era pequeño, solía hacer coronas con esas mismas exactas flores.

Confundido, levantó el ramo entre sus manos, y enredó sus dedos entre las pequeñas campanas. De golpe cayó una pequeña nota al suelo. Lucas se agachó para recogerla e inmediatamente después dejó la mochila en su silla. Abrió el pequeño trozo de papel, apoyando los lirios entre sus brazos.

- Hola. Se que puedes estar muy confundido ahora mismo, y que seguramente piensas que esto pueda ser una broma pesada de uno de tus compañeros, pero quiero que sepas que no es así. No puedo decirte quien soy, soy algo tímido, ¿Sabes? En cambio, yo sí que te conozco, pero no tanto como puedes pensar. Tranquilo, no soy ningún acosador. Y ahora, tengo una pregunta: ¿Por qué pareces tan triste? Veo lágrimas en esos ojos celestes tuyos. Dime, ¿Me permitirías devolverte la felicidad? - Decía la nota.

Lucas observó perplejo cada palabra-- No, cada letra escrita con una preciosa escritura. Esas palabras sonaban tan sinceras e inocentes, que no pudo evitar suspirar.

Sin embargo, recordó las duras palabras de sus compañeros al verlo rodeado de flores, y aunque la carta negaba ese echo, miró inseguro el trozo de papel entre sus dedos, tanto como a las flores.

Dejó las flores en el pupitre de una de las niñas más bonitas de la clase y la nota - la cual acababa de arrugar - la tiró al cubo de basura, saliendo de ésta con unos ojos algo tristones.

(...)

Al momento de ver al rubio salir de la clase, pudo sentir su corazón oprimirse adolorido. Había escuchado el papel arrugarse y las flores lamentarse.

Se asomó con una mueca al marco de la puerta y como sospechaba, encontró las flores depositadas en otro pupitre, claramente no perteneciente al rubio.

"Lucas..." Suspiró inquieto Ness. "No. No debo deprimirme de este modo. ¡Estaba claro que no cedería en el primer intento! Solo las chicas de mi clase hacen eso, y Lucas no es una princesa en apuros. Él es un príncipe solitario el cual necesita compañía." Bufó algo molesto consigo mismo.

"Lucas es frágil, puedo verlo en su mera figura. Debo esforzarme al máximo. Sus ojos parecen muertos, y yo quiero ser quien les devuelva la vida, porque yo..." Miró el techo con algo de frustración. "Porque yo..."

Amor mudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora