Capítulo 26

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Capítulo 26

Antes de medio día y después de tomar un abundante desayuno salí a dar un paseo. Cuando iba camino a la puerta y me encontré con Álex no pude contenerme de darle un fuerte abrazo, porque en realidad no estaba segura de lo que sucedería después de ir a la cárcel número 11. Fue en abrazo que decía muchas cosas, que lo quería,  que sentía miedo y también me estaba disculpando por no cumplir con contarle si me estaba arriesgando.

Pero no podía esperar más tiempo.

Una vez entré a la primera capa de árboles me quité mi abrigo. Debajo llevaba una chaqueta de camuflaje y pantalones color verde. Mi ropa no lograría engañar a un hombre lobo, pero me podría ayudar si mi teoría respecto a los seres humanos que están haciendo guardia por el bosque es real. 

Corrí por el bosque casi sin tropezar. Unas pocas veces recibí algunos arañazos en mi rostro, pero no les tomé importancia. Aquel día me encontraba inusualmente inquieta, y tenía suficientes motivos para hacerlo. Podía estar camino al lugar en el que mi hermano menos está encarcelado, sin saber en que condiciones lo vería, o estaría yendo directamente a una trampa y quien terminaría encerrada sería yo. 

La seguridad que generalmente tenía en esa situación fue mediocre, lo reconozco. Me perdía tan seguido en mi mente que no ponía atención si había alguna persona a mi alrededor o no. De hecho, en una ocasión estuve por tropezar directamente con uno de los guardias con armas de fuego en el bosque, pero por suerte, alcancé a ocultarme antes de que él notara que me encontraba solo a unos metros de distancia. Después de ese incidente puse mucho más esfuerzo en encontrar el lugar.

Resultó que esta cárcel era idéntica a las demás, tal vez un poco más pequeña. Lo único curioso era que la ubicación indicada en el mapa no estaba completamente correcta: la cárcel estaba dos kilómetros, como mínimo, desviada hacia al oeste en comparación a lo que mi mapa decía. Y estaba segura que no se trataba de un error mío. Si algo no podía permitirme era equivocarme en el camino. Tenía calculada cuidadosamente la distancia que recorría y el tiempo promedio, además de saber de memoria hacia que lugar se encontraban los puntos cardinales. 

En fin, con el retraso que me provocó el tener que hacer rondas alrededor del punto que esperaba encontrar la cárcel definitivamente me causaría problemas y lo sabía. El horario con guardia baja de la manada estaba por acabar y yo debía salir del lugar antes de que eso pasara.

Una vez me aseguré de no ver algún guardia en los alrededores, me acerqué a la primera ventana. Los barrotes revelaban en el interior una habitación oscura y mohosa en la que se encontraba una o dos personas de aspecto miserable en un espacio de unos nueve metros cuadrados. La poca luz que las ventanas dejaban pasar eran a penas suficientes para observar la silueta en las sombras de la mayoría de las personas.

No fue mas sencillo verlos. Desde la primera cárcel que recorrí había notado la situación en que las personas del interior se encontraban y sentía rabia por no poder ayudarles. No podía saber quien en realidad merecía estar encarcelados y quienes no. No podía simplemente sacarlos a todos porque no solo estaría arriesgando mi propia vida y seguridad, si no la de muchas personas que estimo e incluso de aquellos que no he conocido. Las acciones que Álex o yo realizáramos influían directamente en centenares de personas. No podía permitirme ser impulsiva.  

No podía meterme en asuntos de otra manada. No podía permitir que hubiera un baño de sangre por mi culpa.

Y pensando en eso podía resistir la tentación de hablar con los pocos rostros que terminaban notando mi presencia. Algunas personas, cuando aparecía la silueta de mi cabeza en la sombra junto con la rígida y marcada de los barrotes, volteaban a ver la ventana y me observaban allí. No tenía idea de lo que estaban pensando. Tal vez que era una patrullera y  me estaba asegurando de que todo estuviera en orden, o en el peor caso alguno podría creer que finalmente la soledad les estaba afectado de tal forma que comenzaban a imaginar personas. 

Behind the glassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora