El pacto

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Invierno

Capítulo diez

El pacto

—¡MENTIRA! —lo interrumpió Amethys ¡Yo nunca antes había estado aquí! — le aseguró furiosa — Estás mintiendo.

—Ahora lo sé — le respondió él de lo más tranquilo.

—¿Co-cómo dices? — la confundió.

—Ya sé que no fuiste tú quien hizo ese trato conmigo — le explicó.

—¿Entonces?

Él la miró con indulgencia.

Amethys,¿acaso no está claro?

Le causó gracia su inocencia, su falta de maldad.

—Fue tu hermana.

Amethys no podía hablar. Solo podía mirarlo,los ojos clavados en los de él,como si la hubiera hipnotizado. No había la menor duda sobre su turbación, Así que no le sorprendió cuando finalmente reaccionó y lo abofeteó.

—¡MENTIROSO! ¡¿CÓMO TE ATREVES?! — le gritó con los ojos anegados de lágrimas — ¡TE ODIO!

Se giró y echó a correr. Pensó que tal vez él iría tras de ella para tratar de convencerla, de ponerla encontrar de su hermana,era cierto que no se llevaban muy bien,pero,¡por todos los cielos! ¡Eran hermanas! Ninguna ee las dos haría algo como eso,¡es traición! Pero no sucedió,él no vino tras ella.

Corrió por un largó pasillo,sin fijarse en las elaboradas esculturas de hielo que resultaron ser los guardias del castillo de invierno.

Se encontró con unas escaleras que bajó corriendo y no se detuvo hasta encontrar las enormes puertas de hielo que daban al exterior.

Al igual que en el corredor,había dos hombres de hielo montando guardia a ambos lados de la puerta.
Cuándo intentó correr hacia ella,uno se interpuso en su camino,bloqueándole la salida con su lanza también hecha de hielo.

—Perdón, pero tiene que volver a sus aposentos, señorita — dijo con autoridad. Aunque no habló alto,su voz retumbó en el silencio frío de aquellas paredes.

—¡NO...! ¡NO,ME QUIERO IR!

— Señorita, vuelva a su habitación ahora mismo — Dijo el segundo guardia.

—¡Por favor! — les pidió jadeante — Dejen me salir...

El segundo guardia la sujetó del brazo y la llevó de regreso a su habitación. Su toque era helado, pero no le sorprendió no sentir molestia,después de todo,tenía el corazón escarchado.

«Así que por eso no me siguió » pensó Amethys. Tenía a esos monstruos helados para que le hicieran el trabajo sucio.

Una vez a solas en su fría y húmeda habitación, Amethys gritó y pataleo.

¿Qué clase de monstruo era aquel, que no satisfecho con hacerla prisionera,ahora culpaba a su hermana de traicionarla de esa manera?

Pero no podía ser. ¿Qué motivos tendría ella para hacerle algo así?
Agotada por el llanto,los gritos y de tanto pensar en lo mismo,la joven se quedó dormida...

(...)
                  
—¿Por fin se durmió? — preguntó  Diamante en voz baja asomándose en la habitación de la muchacha.

—Sí — respondió el señor White —.
Esta muy enfadada.

—Se le pasara. Es su primer día — le resto importancia, no quería que su amo se preocupara.

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