CAPÍTULO 1

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-Despierta ya.

-Ya voy.

-Eso dices todos los días.

-Te quiero mamá. 

Sí, mamá, esa mujer que me despertaba cada mañana cuando menos debía hacerlo, y que me causaba tanto hervor por la mañana, aunque el olor a huevos fritos con bacon en cada despertar me calmaban y me daban energía para afrontar el día. En casa los desayunos son distintos a los demás, nunca pasa nada interesante. Mi madre se empeña cada día en que me abrigue bien aunque en la calle estemos a 30ºC, en cambio mi padre pasa de todo, menos de leer el periódico deportivo, de eso nunca pasa.

-Abrígate bien.

-Mamá no quiero coger el sarampión, estamos a 26ºC.

-Haz caso a tu madre- dijo mi padre.

No le contesté. Debo evitar discursiones con él, sean inútiles o no, debido a que en dos días me saco el carnet de coche y me lo pagará.

Salí de casa porque el autobús del instituto había llegado, y como de costumbre,  Evans, mi mejor amigo, tenía reservado un sitio para mi, aunque si no lo tuviese, todos se ofrecerían a cederme un asiento a su lado.

-¿Cómo estás?- dijo.

-Ahí voy. ¿Y tú?.

-Toca extracción de órganos a segunda.

-Joder.

Odiábamos la extracción de órganos, no por la biología en sí, sino por la profesora, la señora Watson, una mujer amargada con cara de pocos amigos. 

Entramos al instituto y fue lo mismo de siempre, cada vez era un alumno más ejemplar y se acercaba el día de mi graduación, y tras el verano podré estudiar ingeniería mecánica, como siempre soñé desde pequeño.

Toda la gente me quería, incluso los profesores, un hijo responsable, un amigo para todos, era el mejor en el equipo de baloncesto y hasta las animadoras estaban locas por mi, pero no, no os contaré nada de amor...por ahora.

Dos días más tarde, fui a la autoescuela para hacer el examen práctico y... ¡bingo! otro conductor temerario más al volante. Aprobé el examen a la primera y nada mas tener el coche en la puerta, que por cierto también me lo regaló mi padre, di una vuelta al barrio con Evans y de milagro pude devolverlo a su casa sano y salvo.

  ***  

Al siguiente día fui al instituto con el coche, y eso fue aún más molón, más que las 3 primeras horas de clase, que resultaron ser muy aburridas. Me encontré con Evans y Dani en la mesa que habían cogido al lado de la cafetería para desayunar. 

-Oye Mike- dijo Evans.

-Dime- le contesté.

-¿Has visto a la nueva?

-No

-Deberías- afirmó.

¿La nueva? cada semana había un alumno o alumna nuevo, no me causó el interés que debió causarme. Tampoco sé por qué insinuó Evans que debía verla cuando nunca he sido de ir detrás de las mujeres, al contrario, no es por sonar prepotente ni nada parecido, pero no creo en el amor, ni creo en nada que no haya visto, pero quién iba a decirme a mi la que se me venía encima...

Cuando la conversación entre nosotros tres estaba pálida, apareció ella. Metro sesenta, pelo moreno, piel no tan morena y una mirada que me enloquecía. Y si, digo que me enloquecía porque me enloqueció. Nunca había visto a nadie como ella, que con tanta sensilleza, seriedad, causase tanta aceleración a mi corazón. Se sentó sola en la mesa de enfrente, y Evans me insinuó con la mirada que fuese con ella, y claro, podía parecer de locos, pero no tanto como yo estaba por ella en aquel instante, así que me decidí a hablarle, desconociendo que eso cambiaría mi vida por siempre.



Secretos en su interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora